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Crítica Dune parte dos película dirigida por Denis Villeneuve con Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler
Hay vida inteligente en Arrakis.
Crítica Dune parte dos
Dennis Villeneuve no ha venido para reinventar la ciencia-ficción. Más bien, para dignificarla. Y eso que, teniendo en cuenta su debut, Polytechnique (2009), su revelación, Incendies (2010) y su confirmación, Prisioneros (2013), no parecía el camino que parecía trazado. Sin embargo, el cineasta canadiense ha adaptado una de las obras canónicas del género de forma tan satisfactoria que podríamos hablar de su particular Señor de los Anillos. No es una secuela, no es Dune 2 ni Dune: El regreso. Es Dune Parte II, una entrega que, sumada a la primera de 2021, acaban conformando una única película de más de 300 minutos.
No hay que recurrir a las profecías de Arrakis para explicar su triunfo. Las señales eran evidentes desde 2016. Entonces, en La llegada, Villeneuve narró un contacto extraterrestre desde una muy original perspectiva filológica. Sin embargo, el mayor reto hasta entonces lo asumió con una papeleta en la que tenía más que perder que ganar: Blade Runner 2049 (2017), la secuela jamás pedida por nadie, prohibida incluso, bajo el peso del culto profesado a su predecesora. Por supuesto, no superó a la cinta de Ridley Scott. Pero el hecho de que hoy sean pocos los que se hagan cruces al pensar en ella, es el mejor halago. No traicionó aquel universo replicante. Lo entendió y lo expandió.
Salir vivo de aquel empeño fue una proeza aún mayor que adaptar con fidelidad y alma la novela de Frank Herbert, como así ha ocurrido. Pero sería injusto restarle méritos. Es cierto que Dune, libro escrito mediada la década de los sesenta, sentó hasta tal punto las bases de la space opera que, aún a día de hoy, seguimos escuchando sus ecos. Herbert llevó el subgénero de la espada y brujería más allá de nuestra galaxia, enriqueciéndolo con mitos ancestrales, salpimentándolo con misticismo y mesianismo y, de remate, adquiriendo un inconfundible regusto lisérgico tan propio de la contracultura de entonces. Los ingredientes ya estaban en aquellas 800 páginas. Pero llevarlas a imágenes no debía ser tan sencillo, después de varios intentos fallidos. Y no solo hablamos de adaptaciones literales; también de todas aquellas cintas que han tratado de trasladar la capa y espada a los viajes interestelares con más pena que gloria. Tenemos ejemplos bien recientes de ello. Solo George Lucas, y ahora Villeneuve, han salido plenamente airosos.
Las herramientas desplegadas por el cineasta han sido las mismas que en sus trabajos previos: una puesta de escena impecable y sobria, que impone pero nunca satura; una dirección que, a contracorriente, alarga el plano cuando considera que es necesario con fines dramáticos; un guion bien medido y mejor dosificado, en el que vuelve a ejercer de coautor… Pero, por encima de todo, hay respeto. Respeto por sus personajes, merced a un casting tan virtuoso como bien elegido, pero también respeto por los espectadores. Villeneuve parece empeñado en tratarnos como adultos. Dune Parte II es un espectáculo en todos los sentidos, pero controlado. Ofrece la profundidad de la anterior entrega sin desdeñar una serie de momentos blockbuster que parecían reservados para la ocasión. Da la impresión de que Villeneuve pone tanto mimo en las secuencias pequeñas (todo lo referido a las liturgias de los Fremen) como en las grandes. Y sí, hay que hablar de los gusanos. Reverenciados y temidos por los habitantes de Arrakis, pero sobre todo por Villeneuve. Su presencia, casi nunca explícita pero siempre latente, revela que el director no quería convertir su adaptación en otro parque temático similar al de otras franquicias.
Dune Parte II no es una película perfecta. Se le notan los hachazos. Se percibe el material que se ha quedado en la sala de montaje y que, muy posiblemente, nunca veremos. Nos sabe a poco la Irulan encarnada por Florence Pugh, o el mismísimo Shaddam IV al que pone rostro Christopher Walken. Pero en épocas de cinismo y colmillo retorcido, la épica más tradicional, la de los tiranos sanguinarios, los pueblos oprimidos y los jóvenes elegidos por la Providencia, se torna en un golpe de originalidad. El público ha levantado el pulgar hacia arriba y parece que habrá tercera parte. Material hay de sobra, habida cuenta de las continuaciones escritas por Herbert. Pero el trabajo ha finalizado. Tenía que hacerse y se ha hecho bien. Nos faltaba Dune y ya lo tenemos. Lo que esté por venir se medirá por ese rasero. Lo que sí podemos asegurar es que, por el momento, hay vida inteligente en Arrakis.
Jaime V. Echagüe
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