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Crítica El asesino película dirigida por David Fincher con Michael Fassbender, Tilda Swinton
De las mejores películas de Fincher. Ejemplar adaptación del comic.
De qué va El asesino
Un asesino a sueldo afronta uno de sus trabajos imponiendo su habitual control férreo sobre todo lo que le rodea, pero las cosas no siempre salen como uno espera y el supuesto orden en el que vivimos en cualquier momento puede traducirse en caos.
Crítica El asesino
David Fincher nos propone una película de tono reflexivo a contracorriente del frenetismo que preside el cine de acción de nuestros días, lo cual puede despistar a algunos espectadores habituados a comerse bocadillos de acción más superficiales, primarios, viscerales, previsibles y por otra parte a pesar de su aspecto exterior, menos nutritivos.
Un monólogo bien defendido
Y se atreve a hacerlo tirando del monólogo como medio de comunicación principal de un personaje que presume de su aislamiento del mundo “normie”, de la gente corriente, durante dos horas de película, y con pocos personajes.
Hace falta poseer el talento y la imaginación visual que tiene Fincher para poder sacar adelante una película como El asesino, y también hace falta contar con un actor como Michael Fassbender, capaz de cargar sobre sus espaldas casi toda la película en uno de sus mejores trabajos de una carrera repleta de ellos, en el que encuentra solo en algunos momentos muy breves compañeros para repartir el peso del diálogo, como al abogado (Charles Parnell), la experta (Tilda Swinton) o el cliente (Arliss Howard).
Películas recomendables de temática similar
Fassbender completa casi en solitario en esta película, con una alternativa al diálogo en clave de pelea brutal con la Bestia (Sala Baker), un viaje que puede darle opciones a ser otro de los protagonistas de los premios al mejor actor del año. Y lo hace desde un brillante ejercicio de contención que me ha recordado, salvando las distancias, pero destacando algunas coincidencias de personaje y temática, el trabajo que hiciera Alain Delon interpretando a un personaje similar en la película que en España conocemos como El silencio de un hombre, pero en su origen se tituló Le Samouraï (1967), dirigida por un maestro europeo del relato criminal, Jean-Pierre Melville.
Por otra parte en su arranque El asesino bien puede traernos a la memoria otra película clave que quiero añadir a mi lista de recomendaciones de títulos para disfrutar en un mismo grupo de propuestas e influencias que se constituye en torno a este último trabajo de David Fincher: La conversación (1974), título imprescindible de la filmografía de Francis Coppola, a la que hay que añadir otra notable película que se mueve en el mismo vecindario de la que aquí nos ocupa, tanto por la situación de aislamiento desde el que nos habla el protagonista, como por el ejercicio visual de relación de complicidad y participación del espectador desde las claves de la proximidad a través del distanciamiento que tan bien maneja el director de El asesino: Chacal (1973), de Fred Zinnemann.
La sencillez compleja
Todas ellas son obras notables en la temática en la que se mueve El asesino, que se muestra a la misma altura de estos clásicos haciendo gala de un duelo entre la sencillez y la complejidad en el que Fassbender y Fincher otorgan personalidad propia a su asesino recurriendo a claves que me ha llevado a pensar en las propuestas del maestro de la novela negra Elmore Leonard, distanciándose así de los otros referentes cinematográficos citados para entrar en un territorio que que en la segunda mitad de la película y frente a los asesinos de Alain Delon o el Chacal se reviste de una ética y un compromiso con su oficio sobrio y contundente más propio de otro personaje clásico que todo aficionado a la novela negra debe conocer, Parker, creado por Donald E. Westlake bajo el seudónimo de Richard Stark, cuyas mejores versiones cinematográficas son las de Lee Marvin en A quemarropa (John Boorman, 1967) y Robert Duvall en La organización criminal (John Flynn, 1973).
Aislamiento y falsa sensación de seguridad
Viajando en tan recomendable compañía, David Fincher y Michael Fassbender -cito a los dos porque este largometraje es uno de esos raros ejemplos de esa colaboración creativa perfecta que da sus mejores frutos cuando director y actor producen la sensación de operar en todo momento convertidos prácticamente en una misma entidad creativa- consiguen darle toda su personalidad propia a película y personaje para convertirlo en vehículo para una especie de poema urbanita el aislamiento y al falsa sensación de seguridad que caracteriza la fábula y los miedos de nuestros días, especialmente después del impacto emocional que ha venido produciendo en nuestra época la violencia desatada del terrorismo y el estallido de la pandemia de COVID a nivel global.
El asesino se convierte así en una especie de eco de la inseguridad y desconfianza que se ha establecido en nuestras vidas y nuestra psicología pinchando el globo de los sueños de seguridad en una fábula que afronta el inevitable choque de nuestras fantasías de orden contra el caos, con lo imprevisto como gran antagonista de un relato adornado de un socarrón y siniestro sentido del humor que podría resumir su tono y contenido en una de las reflexiones más contundentes del protagonista: ¿Quién necesita sistema de seguridad si tenemos a los repartidores?.
Te gustará si te gustó…
El silencio de un hombre (Jean-Pierre Melville, 1967), Chacal (Fred Zinnemann, 1973), La conversación (Francis Coppola, 1974), A quemarropa (John Boorman, 1967) y La organización criminal (John Flynn, 1973).
Miguel Juan Payán
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