Crítica El clan de hierro ★★★★ (2024)

Crítica El clan de hierro película dirigida por Sean Durkin con Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson, Maura Tierney

Drama familiar con valor de metáfora y actores entregados.  

De qué va El clan de hierro

Los hermanos Von Erich siguen la trayectoria de los sueños no cumplidos de su padre en el espectáculo de la lucha libre estadounidense.

Crítica El clan de hierro

A primera vista puede parecer que, sobre todo al principio, con un arranque que se hace algo lento, le sobran minutos y le falta más Jeremy Allen White. Lo de White es cierto. Deberían haberle dado más espacio y tiempo al actor y a su personaje, habida cuenta del animal cinematográfico que es White para construir personajes, como demuestra el hecho de que incluso con el poco tiempo que tiene en esta película pueda convertirse en el hermano más destacado del grupo, incluso poniéndole las cosas difíciles en los planos que comparte con él a Zac Efron, que claramente es por decisión del director y rumbo tomado por el guion el protagonista elegido por el director.

Lo de la lentitud es simplemente una ligera cuestión de ajuste que se corrige en el resto del metraje, de manera que conviene echarle paciencia en el arranque porque merece la pena recorrer el camino de esta saga familiar de lo que pasa por ser la aristocracia de los espectáculos de lucha libre en Estados Unidos.

Título equivocado

Eso sí, el título en castellano me parece poco justo con el tema de la película frente al más acertado título original: La Garra de Hierro. Esto es: la rutina de lucha del padre dominante, invasivo y tóxico de la familia, Fritz Von Erich, muy bien construido por esa herramienta infalible y temperamental que es Holt McCallany. Esa garra de hierro tiene además doble lectura. Por un lado, es la rutina de lucha propiamente dicha, que el padre impone y espera que herede el hijo elegido para sucederle en el ring, David, interpretado por Harris Dickinson.

Luego será clave en un giro brutal en la manera de ver las cosas de su hijo mayor, Kevin, al que da vida Zac Efron, en el combate tras el cual decide su futuro. Y sobre todo ello, la garra de hierro expresa la cuestión en torno a la que gira esta película basada en personajes y hechos reales: que la verdadera maldición de la familia es la garra de hierro con la que el padre domina a todos sus hijos llevándolos por el camino que él ha elegido para ellos, lo que deriva en una sucesión de tragedias.

Por eso El clan de hierro no sirve tan bien como título al tema como el original, La garra de hierro.

Desde la sobriedad y de espaldas a la épica fácil y gratuita

Al margen de todo esto, todo el reparto está a un nivel que impone personalidad propia al conjunto, porque es un trabajo de actores sin altibajos, sin gran despliegue dramático o de épica al que agarrarse para hacer méritos de cara a premios. El buen trabajo sobre el minimalismo desarrollado en la construcción del personaje de la madre por Maura Tierney es ejemplo de ello.

La película elige no ir por el camino fácil sino por el camino difícil de la contención. Es trabajo maduro, respetuoso con el asunto, conflictos y personajes, desde la sobriedad y no desde el exceso. El tono ya lo marca el arranque en blanco y negro, que podría recordarnos a Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980), pero rápidamente establece su propia forma de entender y contar su  historia, centrando la atención en el gesto tenso y la mirada concentrada del patriarca después del combate.

Que sea en blanco y negro es coherente porque de hecho el personaje es bastante maniqueo en su manera de entender la persecución del éxito, su futuro y el futuro de sus hijos. Todo en su cabeza es blanco o negro, sin grises, sin acuerdo, sobre órdenes cortas, concretas. Particularmente reveladora en ese sentido es la secuencia del “reclutamiento” de su hijo Kerry, interpretado por Jeremy Allen White, que recuerda a un sargento de marines reclutando a sus hijos para ir a una guerra.

Abre así además la película espacio a su segunda lectura de corte metafórico como retrato de la sociedad estadounidense que la película dibuja como un colectivo dominado en su ocio y su cultura popular por una masculinidad intransigente y en ocasiones directamente tóxica, asentada sobre tópicos respecto a la manera en la que debe comportarse un hombre, un camino que conduce a la secuencia final con el protagonista principal y sus hijos.

Conviene por tanto no confundirse. No es un retrato de los espectáculos de lucha libre en Estados Unidos, aunque la película define con atinadas pinceladas sus aspectos más significativos, sino el retrato de la máscara de una familia supuestamente modélica cara al exterior que se resquebraja en sus tragedias privadas.

Te gustará si te gustó

En ese sentido lo película está más cerca de ser una visión del sueño americano convertido en pesadilla que podemos ver en otros títulos como Yo, Tonya (Craig Gillespie, 2017), aunque sin comedia, todo aquí es drama, o Foxcatcher (Bennett Miller, 2014), y se queda a más distancia de de El luchador (Darren Aronofsky, 2008), aunque argumentalmente compartan muchos temas.

                                                              Miguel Juan Payán

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