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Crítica El sabor de las cosas simples película dirigida por Slony Sow con Gérard Depardieu, Pierre Richard, Kyôzô Nagatsuka
Slony Sow nos deleita con una notable propuesta donde el mundo culinario es solo un telón de fondo para hablarnos sobre el tiempo perdido y el tiempo que nos queda por aprovechar. El carpe diem.
El sabor de las cosas simples es de esas películas que te dejan con un buen sabor de boca, con un bonito de mensaje y una reflexión que no por menos sabida y no por menos contada mil veces, no deja de surtir efecto. Sobre todo cuando está tan bien contada desde el guion y desde la dirección como ocurre aquí, donde el drama y la comedia se conjugan de manera maravillosa y con las dosis adecuadas para terminar dándonos un final de lo más conmovedor.
Esta coproducción franco-japonesa dirigida por Slony Sow es un drama en el que después de una experiencia cercana a la muerte, el chef más famoso y con más prestigio de Francia se lanza a la búsqueda de nuevos sabores, pero especialmente a la de un sabor en concreto con el que un chef japones le logró vencer en un concurso de 1978 con un sencillo bol de ramen. Esta búsqueda le abrirá las puertas a nuevas revelaciones que cambiarán su vida.
Como he comentado anteriormente, el mundo culinario es un telón de fondo realmente. Muy presente en toda la película, por supuesto, pero es simplemente un escenario para hablar de temas más profundos y existenciales. Y lo hace través de la trama principal y de varias subtramas que van desarrollándose hasta confluir en el mismo punto.
Puede que alguna no encaje en principio con esa dinámica dentro del mundo de la cocina y se sienta un poco extraña, pero está tan bien realizada que al final terminas comprando la propuesta. La historia habla sobre el tiempo y los traumas pasados, sobre vivir el momento y aprovechar la vida que se nos ha dado. Y todo desde distintos puntos de vista y los diferentes personajes que la trama va tejiendo en su hora y cuarenta de metraje.
Dirigida con un gusto exquisito y visualmente sofisticada, la cinta se las apaña para crear un aura donde el drama y la comedia conviven perfectamente. El sabor de las cosas simples siempre tiene una energía esperanzadora que sigue resonando cuando termina y que hace que sea una de esas películas para disfrutar a pesar de las circunstancias. Puede que se le vaya la mano con la duración y de un par de vueltas hacia el final, pero el viaje vale la pena.
Guillermo Méndez
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