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viernes, mayo 3, 2024
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Crítica El valle del Concavenator ★★★

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Crítica El valle del Concavenator documental dirigido por Víctor Matellano

Declaración de afecto por el cine y la ciencia de los dinosaurios.

De que va El valle del Concavenator

Una película de culto, el descubrimiento de un fósil y un trabajo de clase se dan cita en este documental.

Crítica El valle del Concavenator

La paleontología y el cine de dinosaurios capitaneado por Ray Harryhausen se alían para servir como base a este documental cuyo director y guionista se entrega a la tarea de la memoria desde el comienzo de su propuesta. Retrocede para ello hasta la navidad de 1979 y nos lleva hasta el que presumiblemente fue su primer encuentro con una de las muchas fórmulas perfectas del cine de aventuras fantásticas mirado desde los disparates que puede y debe permitirse los ojos de un niño, convirtiéndolo en ese niño que todos seguimos llevando dentro. Junto con sus hermanos y rodeado de la parafernalia navideña, ese alter-ego infantil del director, y por extensión de los espectadores nos lleva hasta la alianza de cowboys y dinosaurios que hizo posible una película que sin duda está en la memoria de muchos aficionados de varias generaciones: El valle de Gwangi (1969).

Dirigida por Jim O´Connolly, su verdadero autor es en realidad el animador de criaturas Ray Harryhausen, maestro por derecho propio del fantástico merced a su trabajo en el modelaje de miniaturas y el trabajo con las técnicas del stop motion que vino a dejar en un segundo pero en cualquier caso no ha podido extinguir del todo el desarrollo de la tecnología aplicada a la creación de imposibles para la pantalla grande desde el ordenador desde que Steven Spielberg estrenó Parque jurásico (1993).

Sobre este punto de partida de recuperación de las emociones y la magia de una infancia, y siguiendo ese grito inicial del niño: “¡Vaqueros y dinosaurios!”, Víctor Matellano se lanza y nos lanza hacia un viaje de inmersión en la difícil y controvertida alianza entre dos campos no siempre bien avenidos -como recuerda uno de sus protagonistas en la narración de su primer encuentro con Ray Harryhausen-: la paleontología y la creación de elementos para la animación en stop motion.

Eso nos lleva a los dos protagonistas principales del relato-viaje que se nos propone: José Luis Sanz, profesor de paleontología de la Universidad Auónoma de Madrid, y Coli Arthur, creador de magia cinematográfica que ha sido un imprescindible de la creación de la magia del cine fantástico de las últimas décadas y fue colaborador de Harryhausen.

El viaje en paralelo de estos dos veteranos de ese curioso universo que se presenta como tierra de nadie entre la ciencia y la fantasía, la realidad y la ficción, conduce en la premisa argumental que nos propone este documental a un encuentro entre los cazadores de dinosaurios y los cazadores de dragones en el que tienen papeles destacados desde las películas que estimularon la afición cinematográfica y científica de José Luis Sanz, El monstruo de tiempos remotos (1953) y Japón bajo el terror del monstruo (1954), la primera película de Godzilla, hasta los proyectos a los que ha unido su talento Colin Arthur, en un relato que incluso incluye un “cameo” del mismísimo Conde Drácula.

Crítica El valle del Concavenator ★★★

Por lo referido a ese viaje y esa declaración de afecto y regreso a la infancia que nos propone la película no hay nada que reprochar siempre y cuando aceptemos que es un viaje donde lo emocional y lo entrañable se superpone a todo intento de exhaustivo documental de divulgación sobre el otro protagonista que además presta su nombre al título de la misma: Concavenator corcovatus (cazador de Cuenca jorobado) que por esas casualidades del devenir de los acontecimientos sirve en bandeja el pretexto argumental de partida para este viaje cinéfilo más que científico al haber habitado en el mismo lugar en que sirvió como localización para el rodaje de buena parte de El valle de Gwangi.

Y es en lo referido a este cuarto protagonista, tras el niño de partida, el paleontólogo y el mago del cine, donde El valle del Concavenator muestra su mayor vulnerabilidad, introduciendo la por otra parte totalmente prescindible narración del trabajo de clase con el que pretende enlazar todos los demás aspectos del relato.

Se echa en falta esa cuarta pata de la mesa que sustente y eleve el proyecto con una información más amplia y en profundidad del Concavenator corcovatus conducida sin la premisa de ficción artificiosa y poco convincente del trabajo de clase, sino simplemente con la misma espontaneidad y sencillez con que seguimos los pasos de José Luis Sanz y Colin Arthur, simplemente explorando algo más esa excepcionalidad del hallazgo del que según se nos explica en la película es el fósil de dinosaurio mejor preservado que tenemos en la península ibérica, descubierto en el yacimiento de Las Hoyas, en Cuenca.  

Nos quedamos con ganas de saber algo más de ese importante hito en la paleontología española, y habría sido un poderoso aliado para el conjunto de la película desarrollar ese aspecto más dejando aparcado el intento de la ficción del trabajo de clase, que por otra parte es redundante con la presentación del niño frente al televisor, que frente al mismo posee la magia de la evocación de la magia de las vivencias de la infancia que abre la película.

Te gustará si te gustó…

¡Zarpazos! Un viaje por el spanish horror (2013).

                                                               Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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