Crítica Hunt Caza al espía ★★★★

Crítica Hunt Caza al espía

Buen cine de espionaje al estilo coreano. Intriga, acción y tensión garantizadas.

Prologada con un despliegue de intriga y acción desbordante al estilo de lo mejor que puede darnos el cine coreano en estas materias, la película navega a partir de ese momento, con pulso firme y decidido, por las aguas del cine de espionaje haciendo honor a los grandes referentes del género. Tiene así su fase y toques del tipo de fábula de espías utilizada para reflexionar sobre conflictos privados de los personajes que podemos encontrar habitualmente en las novelas del varias veces adaptado al cine John le Carré, especialmente en la relación que se plantea entre uno de sus protagonistas y su joven protegida. De paso, la joven protegida lidera esa subtrama apenas sugerida, pero en todo caso omnipresente, de los civiles convertidos en daños colaterales de los enredos de los espías, con las esposas e hijos de otros personajes implicados a la fuerza en las consecuencias derivadas de las conspiraciones y el caos que rodea a los espías.

Otra fase o tono que domina en la película nos recuerda, en su protagonismo bicéfalo defendido por Lee Jung-jae y Jung Woo-sung, la película Juego sucio (Infernal Affairs), dirigida por Andy Lau y que fue luego adaptada por Martin Scorsese en Infiltrados (The Departed), estrenada en 2006. El doble juego, la lealtad en conflicto de los dos personajes, las conspiraciones que los rodean, recuerdan ese juego de bicefalia que tan bien ha sabido esgrimir como argumento el cine asiático, tanto en producciones chinas como coreanas, y que de otro modo encontramos, a modo de ying y yang, incluso en Heat, dirigida por Michael Mann y estrenada en 1995.

Eso por lo referido a conflictos de personajes y propuesta argumental, convenientemente complementada con la fábula de política ficción que saca el máximo partido además al perpetuo enfrentamiento de las dos Coreas y la lógica ansiedad que genera entre los surcoreanos, que en definitiva son el primer público de referencia de la película. La secuencia de incursión del avión norcoreano y las alarmas hablan bien de ello. La pesadilla del balance entre la división y la unificación queda referenciada como corazón de toda la trama en frases del diálogo en boca de personajes y en momentos clave, como: “¿Qué guerra nunca acaba? La de Corea”, o “El mundo está acabado, pero todo sigue siendo absurdo”. 

Junto con todo ello, encontramos además una construcción de perfecta sinergia entre intriga y acción edificada sobre giros contantes y trepidantes en la trama y la revelación de la información al espectador, con el habitual despliegue de eficacia que el cine coreano exhibe en la planificación y desarrollo de sus secuencias de acción, difíciles de imitar por otras cinematografías, incluso por las que, como la estadounidense, disponen de más dinero para desarrollar ese tipo de momentos en pantalla. El secreto está en trabajar bien los cimientos puramente físicos de la acción, en lugar de armar la acción utilizando como cimiento lo que pueden conseguir los efectos visuales. Tiroteos, persecuciones, explosiones, etcétera gravitan siempre en torno al trabajo de cámara y los efectos físicos imponiéndose al uso masivo de los trucos por ordenador, añadiendo un efecto de imprevisibilidad al conjunto. Ejemplo de ello son todos y cada uno de los momentos de acción de esta película, desde su prólogo hasta sus momentos de despliegue masivo de acción en el tercer acto, que conducen a su última secuencia, donde se hace un uso muy elegante del sonido fuera de plano para concluir y al mismo tiempo dejar abiertas las conclusiones del relato en manos del propio espectador.

Una película que confirma que lo mejor que puedes hacer si vas a ir a un cine a ver intriga y/o acción es elegir primero cine coreano, ya que en el mismo el abordaje de los géneros, desde sus arquetipos, es más maduro que el que puedes encontrarte, como media, en el cine estadounidense.

                                                              Miguel Juan Payán

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