Crítica Irati ★★★★

Crítica Irati

Una fantástica película de aventuras y fantasía que puede rivalizar con cualquier producción internacional.

La segunda película como director de Paul Urkijo mantiene varias de las claves de su primera película, Errementari, pero expandiendo otras y corrigiendo pequeños errores de la anterior. Sigue siendo una historia de la mitología vasca, con un reparto local, rodada en antiguo euskera y con un toque de cine fantástico ligado a las leyendas de las que habla. La película está basada en una novela gráfica de Jon Muñoz y Juan Luis Landa, pero también en diversas leyendas vascas y en sucesos históricos reales como la batalla de Roncesvalles. El resultado es fascinante y vibrante, y no por casualidad muchos la han comparado con películas como El Caballero Verde, pero con un toque muy personal y muy local. Sin vender su alma a los códigos del cine internacional en casi ningún momento. Por eso Irati es tan fascinante, porque en el fondo es única. No hay nada con lo que compararla.

Con la llegada del cristianismo, las antiguas creencias paganas van desapareciendo. En el siglo VIII, ante el avance del ejército de Carlomagno, el líder del valle pedirá ayuda a una antigua deidad, lo que supone un pacto de sangre que llevará a la muerte del líder pero a su victoria ante el ejército en Roncesvalles. Antes de morir, el líder le pide a su hijo que, cuando crezca, se haga cargo de proteger el valle. Llegado el momento, ese hijo, Eneko, deberá emprender un viaje en búsqueda de un antiguo tesoro que cambiará su forma de entender su mundo, a su padre y hasta a sí mismo, todo de la mano de una joven, Irati, que será su guía durante el camino. Porque, en el fondo, el viaje es el de Irati y Eneko, la aventura es la de dos personas opuestas que se conocen y comprenden pese a pertenecer a mundos absolutamente opuestos.

La química entre Eneko Sagardoy y Edurne Azkarate es parte de lo que consigue que Irati funcione. Ellos son la película desde que se da el salto temporal a ese punto en el que son jóvenes adultos. Porque en gran medida es el viaje del espectador que conoce la nueva religión, el cristianismo, pero ha olvidado las antiguas creencias paganas. El único problema real del reparto son los papeles infantiles, que no están (y discúlpenme por decir esto, lo último que deseo es ser o sonar cruel, pero es la realidad) a la altura de la historia y de lo que propone la película. No quiero dejar de mencionar el papel de Itziar Ituño como Mari, porque al no poder ver su rostro es todo voz y movimientos, algo nada sencillo, de lo que sale absolutamente triunfal.

Había en Errementari un toque casi amateur en la realización, que demostraba la austeridad y la falta de grandes medios para narrar una historia bastante importante y grande. Aquí eso queda lejos ya. Urkijo compone un cuadro en el que se toma su tiempo para contar cada aspecto de la historia, con ajustados medios pero mayor despliegue visual, desde la batalla inicial al intimista desenlace. Sobra, eso sí, la escena de sexo, de esas que pretenden ser sensuales y evocativas, y acaban produciendo algo de pereza (y no es necesaria para la historia, al menos no así) y quizá sobra un poco de metraje. Pero lo que nos queda es una película fantástica, de un mundo por explorar y con unos personajes que desconocíamos pero a los que ahora apetece conocer. Un cine imprescindible en nuestro país al que parece que sólo Urkijo presta atención últimamente. Bien por él y bien por Irati.

Jesús Usero

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