Crítica Joyland
Una película magnífica, tierna, conmovedora y que te hace reflexionar.
Joyland es un drama paquistaní profundamente conmovedor, que bajo la superficie de una relación entre un hombre y una mujer trans, se descubre un relato sobre las consecuencias del sistema machista imperante en Pakistán.
A priori, por la sinopsis de la película parece que podríamos estar ante una historia LGTBI y, especialmente, sobre una historia de carácter transgénero pero lo cierto es que Joyland, este fascinante y conmovedor relato dirigida por Sam Sadiq abarca y trata sobre un tema mucho más amplio. El argumento de la cinta se centra en la familia de los Rana, caracterizada por ser unida, feliz y fuertemente patriarcal, que esperan la llegada de un niño para continuar con su linaje. Sin embargo, su hijo más joven se une en secreto a una compañía de teatro de danza erótica, donde se enamora perdidamente de una artista trans. Esto provocará una serie de consecuencias en la familia de los Rana.
Bajo esta premisa, Sam Sadiq compone un retrato del sistema patriarcal de Paquistán de lo más crítico. Lo que en un principio parece ser un drama sobre una relación prohibida y los problemas de una mujer transgénero en un país donde ya ser mujer es duro de por sí, el guion va más allá y extiende su visión hacia todas las mujeres a través de varias líneas argumentales. Todas estas tramas llevan a mostrar una realidad que, no por sabida, no es menos cierta: la de un machismo estructural que desemboca en el ahogamiento de mujeres que pueden llevar a terribles tragedias y que las coartan a vivir vidas que no les llena, aceptando condiciones que en ocasiones no son capaces de sobrellevar.
Sadiq rueda maravillosamente esta historia que, a medida que avanza, más te va atrapando. Con un enfoque cercano, natural y muy orgánico, que a veces recuerda al Luca Guadagnino de Call me by your name, el cineasta muestra la realidad de una Paquistán con sus bellezas y sus desperfectos. Los protagonistas están estupendos, especialmente Ali Junejo y Alina Khan, quienes rebosan química y una ternura que te hace creer ciegamente en esa relación que se establece. Como punto negativo, es que precisamente esta trama no termina de quedar cerrada satisfactoriamente y se siente coja, como si la película hubiera tenido un planteamiento inicial y a mitad de camino hubieran cambiado de rumbo.
Con una gran dirección y un reparto brillante, el guion cobra vida para lanzar un mensaje crítico y potente hacia la sociedad paquistaní. Un mensaje que, viendo la actualidad de hoy en día, se hace más necesario que nunca.
Guillermo Méndez
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