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Crítica La ternura película dirigida por Vicente Villanueva con Emma Suárez, Gonzalo de Castro, Alexandra Jiménez
Vicente Villanueva escenifica con imaginación e ingenio la obra escrita por Alfredo Sanzol, una comedia de época alocada y surrealista, sobre la lucha de sexos en una isla supuestamente desierta.
De que va La ternura
Una reina con dotes para la magia y sus dos hijas viajan en la flota española con destino a las Indias, con el objetivo de que las jóvenes contraigan matrimonio con sendos pretendientes a los que parecen detestar. Ante el dilema familiar, la madre lanza un conjuro, por el que ella y sus herederas aparecen en una isla supuestamente desierta. Pero el lugar escogido está habitado por un padre y sus dos vástagos, los cuales odian a las mujeres.
Crítica La ternura
La inspiración en el teatro del Siglo de Oro e isabelino da alas a esta película colorista y voluntariamente ingenua, en la que Vicente Villanueva reduce a los personajes a meros arquetipos de un argumento cargado de equívocos y situaciones grotescas.
La trama de La ternura comienza dentro de un navío español. Allí, una reina con poderes mágicos y sus dos hijas se dirigen a las Indias, donde las princesas deberán contraer sendos matrimonios pactados. La madre no soporta que sus queridas herederas se vean obligadas a afrontar una vida sin amor, por lo que realiza un conjuro, por el que las tres naufragan en una isla supuestamente deshabitada. Sin embargo, el paradisíaco lugar no se encuentra desierto, sino que allí residen un padre y sus dos hijos, criados en el odio cerval a las mujeres. Al toparse con semejantes individuos, la reina y las princesas deciden hacerse pasar por tres oficiales supervivientes de un hundimiento. Los isleños aceptan a sus nuevos y barbudos huéspedes, pero notan que algo extraño les pasa, sobre todo cuando miran a los ojos de los misteriosos militares.
Vicente Villanueva saca el partido adecuado al texto original de Alfredo Sanzol, y monta el film en torno a los constantes equívocos sentimentales que experimentan los diferentes tipos que pueblan el metraje de la movie. Primero, tras asumir (por parte de los leñadores verde mar y azul cielo) que el aislamiento había despertado en ellos ciertos apetitos homosexuales; y luego, con el descubrimiento mediado por la magia de la naturaleza femenina de los invitados, el guion navega con soltura a través de una acumulación de secuencias satíricas y caricaturescas. Esta evolución se halla descrita con un humor light, voluntariamente inocente; lo que envuelve a los protagonistas de la historia en una aureola de simplismo dramático, colindante con la concepción de los mismos como meros arquetipos, sin voluntad propia.
Pese a la comicidad de sentido único, las caracterizaciones del elenco artístico resultan divertidas, sin importar la exageración de cada una de las situaciones en las que los actores se ven envueltos. Esta apuesta por un tipo de narración similar a la de un cuento de hechizos de trazo gordo lastra un poco el intento de la obra de exponer una batalla de sexos convincente y aguerrida.
Cada una de las controversias que planea La ternura queda superada por la determinación de situar la acción en un contexto demasiado ingenuo e infantil, carente de los resortes que utilizaba por ejemplo William Shakespeare, cuando planteaba una obra en la que las mujeres se disfrazaban de hombres, para ocultar una identidad que no deseaban dar a conocer de manera prematura.
En este sentido, la inclusión del número musical de la playa puede remitir ligeramente a algunos títulos satíricos elaborados en España relativos al pasado imperialista de los Reyes Católicos, como Cristóbal Colón, de oficio… descubridor (Mariano Ozores, 1982) y Juana la Loca… de vez en cuando (José Ramón Larraz, 1983). Aunque, por fortuna, finalmente se impone el esfuerzo llevado a cabo para concebir un producto más emparentado con algunas comedias cortesanas del Siglo de Oro. Un propósito bajo el que se sienten a gusto Emma Suárez, Carlos Cuevas, Akexandra Jiménez, Fernando Guallar, Anna Moliner y Gonzalo de Castro; todos ellos motivados por sus respectivos papeles.
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Jesús Martín
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