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Crítica La trama fenicia ★★★ Solo para “andersonianos”

Crítica La trama fenicia película dirigida por Wes Anderson con Benicio del Toro, Tom Hanks, Mia Threapleton

Wes Anderson pone el piloto automático para seguir depurando su estilo.

La iglesia andersoniana

La trama fenicia abre con toda una declaración de intenciones. El avión que transporta al multimillonario oriental Zsa-Zsa Korda, interpretado por ese cuerpo gravitatorio absoluto que es Benicio Del Toro, sufre uno de sus descacharrantes habituales atentados y termina provocando el impacto menos traumático del aparato contra un campo de maíz. Esto da lugar a un pasaje onírico en el que el magnate va al cielo y tiene una revelación divina de lo que le espera, lo que provoca que a su vuelta a la tierra, decida tomar cartas en los asuntos vitales que aún tiene irresolutos.

Este gag sobre el episodio cercano a la muerte, que funciona también a modo de sinopsis y tiene algún puntito a lo Bergman convertido en parodia, se va a repetir a lo largo del escueto metraje al mismo tiempo que se ve apuntalado con uno de los elementos principales: la hija con la que va a intentar retomar relaciones y convertir en su heredera es una monja de clausura.

Evidentemente, en un director que concibe cada plano con la composición milimétrica y geométrica de un trastorno obsesivo-compulsivo no iba a ser casualidad la omnipresencia de la religión (que también recibe su buena dosis de mordaz inquina) en una de las películas menos inspiradas de la carrera del director de Texas.

Además de canalizar la nueva relación paterno-filial desestructurada imprescindible en su cine, es como si a sabiendas de las intermitencias con las que esta vez ha recibido la luz divina que dirige su frecuente avalancha de ideas brillantes, lo que se nos pida es un salto de Fe con el que demostremos nuestra rectitud en el camino del feligrés de su mundo aparte.

En otras palabras, creer a pies juntillas en una iglesia andersoniana que no siempre puede responder a las plegarias. Lo cual no es tan difícil cuando contemplas la mayoría de sus imágenes con una sonrisa de oreja a oreja.

Crítica La trama fenicia

Un chiste demasiado alargado

Aunque también es verdad que quién haya llegado hasta aquí será porque hace ya tiempo que practica los rezos a su formato cuadrado, a sus diálogo metralleta, a su insistencia en transmitir emoción con el gesto mínimo (como si fuese una cuestión moral, como diría Godard), a su acidez, a su reverencia cromática a Jacques Tatí y , por supuesto, al desfile de cromos hollywoodienses al que nos tiene acostumbrados; ya que los que le vieron fugas a este mesias se bajaron del barco cuando, después de El gran hotel Budapest (2014), se demostró que esta era solo el primer paso en un camino pedregoso hacia la depuración extrema de sus claves de identidad.

La trama fenicia continua esta labor con su mínima historia o excusa argumental acerca de un ricachón en busca de terminar su gran obra mientras redime los errores pasados y evita ser asesinado por todo el mundo; a la vez que parece completar un tríptico de homenaje al serial comiquero que formaría con La crónica francesa (2021) y Asteroid City (2023) y una mirada divertida al capitalismo con la que se podría enlazar a ese mediometraje que hizo para Netflix, llamado The wonderful story of Henry Sugar (2023); de la que comparte, además, la presencia genial de Benedict Cumberbatch y una estructura que me hace preguntarme si en su origen esta película duraba menos de la mitad.

Sus escasos 90 se sienten alargados y agotadores y a la media hora parece que la cinta ya ha dicho todo lo que tenía que decir; dedicándose desde entonces a repetir estructura humorística con mínimas modificaciones (algunas brillantes, como la del baloncesto o la transfusión de sangre, otras directamente insulsas) y demasiada verborrea. Un exceso de palabra que siempre ha sido marca de la casa y que aquí se siente algo farragoso y solitario entre cifras y familiares. ¿Demasiada mano de Roman Coppolla?

Crítica La trama fenicia

El show de Benicio, pero la película de cera

Eso sí, mientras que sus últimas entregas funcionaban a partir de su retrato coral, aquí sí volvemos a la época donde Bill Murray o Gene Hackaman se apoderaban del núcleo y los demás orbitaban a su alrededor. Benicio del Toro es dueño y señor de todo el desarrollo (algo lamentablemente demasiado poco habitual) y nunca cede terreno al supuesto protagonismo compartido con una Mia Threapleton demasiado acartonada por la directrices. Sin embargo, el que se lleva el gato al agua desde la profundidad de campo es un Michael Cera cuyo impresionante dualidad en la vis cómica y la felicidad con la que se entrega nos hace imposible imaginar otro billete sin su presencia a esos mundo que solo Wes Anderson es capaz de crear y cuyos intentos de imitación siempre ha terminado en estropicio.

Solo Wes Anderson saber hacer lo que Wes Anderson sabe hacer (como Lynch o NWR) y los creyentes estamos encantados de presenciar sus milagros cuales encantadores regalos, como si nos convirtiese el agua en vino; a pesar de que ya le veamos el truco bajo la manga y el resto del mundo pida su crucifixión.

Miguel Ángel Espelosín

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Crítica La trama fenicia

Miguel Ángel Espelosin
Amante del audiovisual cultivado entre las páginas de Acción y coleccionista de físico. Con la mirada siempre puesta en el cine de festivales y autores

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