Crítica de la película Le Mans ’66
Perfecta para la temporada de premios, llena de pasión, ritmo y talento.
Una guerra entre dos compañías de coches que iba más allá de lo comercial, a lo competitivo, a un par de coches compitiendo en Le Mans por ver quién era el más rápido, y a Ford enfrentándose a Ferrari, la marca que había dominado la competición durante años. Parecía imposible que un coche americano pudiese vencer allí, pero la historia demostró lo contrario. Como ven, se trata de una historia americana, que es uno de sus pequeños problemas, que los espectadores se sientan alienados de la historia por ese orgullo de Ford contra Ferrari, y no se interesen por una película realmente brillante, que suena ya como posible candidata a los OScars, entre otros premios, este año.
Basada en hechos reales, presenta la historia de un conductor retirado, Carroll Shelby, obligado a retirarse realmente, que desea volver a las carreras aunque no sea detrás del volante. Al frente de una escudería, diseñando un coche, moldeándolo con un equipo y un piloto, papel clave que desempeñaría Ken Miles, piloto brillante y mecánico, aunque con un carácter muy peculiar. Entre ambos se enfrentarían no sólo a Ferrari, sino a las adversidades de trabajar para Ford, un equipo en el que la burocracia agotaba muchas de las fuentes de creatividad, y en el que el impulso marcado por el propio Henry Ford II, quedaban ahogadas por aquellos que le rodeaban y se encargaban de cambiar sus directrices en su beneficio. O en perjuicio de otros para no quedar en mal lugar…
La película maneja a los dos protagonistas, el Shelby de Matt Damon y el Miles de Christian Bale, con mucha inteligencia a lo largo de su maravillosa relación, construida con mimo y que narra la emoción del trabajo en equipo, el fracaso, los choques, la pasión… La amistad y la lealtad, en todos sus estadios, porque al final de eso va la película, de la lealtad y de cómo se es leal a una idea, a un sueño, a unos compañeros… Damon y Bale lo bordan y alguna nominación recibirán, pero no están solos. Catriona Balfe, Jon Bernthal, Josh Lucas o Tracy Letts componen un fresco de personajes muy interesantes, o los defienden como pueden cuando el guión no está a la altura, como pasa con el “villano” de Josh Lucas.
Ese es el otro punto donde la película no termina de convencer, con el supuesto villano de la función, o el antagonista mejor dicho. Un personaje demasiado plano que no tiene el empaque que necesita. Hasta el personaje de Bernthal tiene más recorrido dramático, aunque se desdibuje al final. No es ni mucho menos que el guión sea malo, no lo es. Es un muy buen guión pero tiene personajes mejor dibujados que otros. Y luego está la dirección de James Mangold, quien saca lo mejor de los actores, pero también de las carreras, rodadas con pulso, energía, ritmo y épica. Sabe hacer que nos sintamos dentro del coche y participemos de las carreras. Sabe hacernos olvidar el mensaje americano para enfrentarnos a dos hombres buscando la gloria. Dos amigos dispuestos a darlo todo por conseguir un sueño. Puede sonar a película academicista, quizá lo es, pero es una muy buena película en todos los sentidos.
Jesús Usero
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