Crítica Los tres mosqueteros Milady película dirigida por Martin Bourboulon con Eva Green, Vincent Cassel, François Civil, Vicky Krieps, Louis Garrel
Mejor que la primera entrega, con más acción y más Eva Green.
De qué va Los tres mosqueteros
Milady de Winter prepara su venganza contra D´Artagnan, Athos y los mosqueteros al mismo tiempo que progresa la conspiración contra el rey y se prepara el asalto a La Rochelle.
Crítica Los tres mosqueteros
Más Eva Green, pero no la suficiente, o la que merecería tanto la actriz como su visión del personaje de Milady de Winter en clave de mujer fatal de cine negro, vampiresa y aventurera capaz de empuñar la espada y saltar por una ventana si se tercia y sus siniestros negocios la llevan a ello.
En esencia esta segunda película del ciclo épico que arrancó con Los tres mosqueteros: D´Artagnan, tiene los mismos aciertos y comete los mismos errores que el título precedente, pero mejora en ritmo, es más trepidante e incorpora el ataque a La Rochelle, sacando adelante además con más brío la subtrama de intriga.
Poco tiempo para tanta propuesta
El problema es que contiene más tramas y subtramas que su precedente y no tiene el tiempo necesario para desarrollarlas. Su contenido en número de personajes con protagonismo y acontecimientos merecería un desarrollo más equilibrado y en profundidad en una serie televisiva de cuatro o seis capítulos, tiene material para ello, y sigo refiriéndome solo a este segundo largometraje, no a los dos, porque pienso que en la primera película ocurría algo parecido, pero no de forma tan evidente como esta.
A la segunda película le falta tiempo para sacarle todo el jugo a sus personajes y conflictos, y como ejemplo de ello baste el breve encuentro de Athos con Milady, o la subtrama de conspiración que rodea al rey y sus opositores, mientras la reina, más protagónica en la primera entrega, aquí se pierde. O el propio recorrido argumental de Milady, que tiene ella sola para una película sin tener que compartirlo con la búsqueda de Constance emprendida por un D´Artagnan que se desdibuja como héroe un poco en el proceso, quedando en una clave secundaria que el personaje no tiene en la novela de Alejandro Dumas. Otra víctima de las prisas son los personajes de Aramis y Portos y su búsqueda en torno al embarazo de la hermana del primero, que entra en la historia de manera abrupta y sale igualmente de la misma.
En buena medida esta riqueza de tramas, subtramas y conflictos es una buena noticia para la película respecto al primer largometraje, que mejora, y da como resultado una película de aventuras más trepidante y entretenida. El problema es todo lo que se queda sin explotar a tope, solo en sugerencia o boceto, eso sí, con una identidad visual más marcada y con más personalidad que la de la película dedicada a D´Artagnan.
No obstante, después de ver la película, y juntando los dos largometrajes, queda claro que le falta una tercera entrega para completar su viaje con solidez, y que vista en este díptico que hasta el momento se nos propone, se queda en menos de lo que podría haber sido, incidiendo no obstante en el mismo laberinto donde algunos personajes clave del original, como Rochefort o, aún más serio, el propio Richelieu, quedan desdibujados en exceso.
Me ha recordado mucho a lo que ocurrió en España con la adaptación al cine de las aventuras de un personaje de la literatura que precisamente me parece que bebe bastante de Los tres mosqueteros: Alatriste. El traslado al cine del personaje veterano de los Tercios españoles creado para la novela por Arturo Pérez Reverte adolecía de esa misma precipitación y rapidez en la resolución de tramas y subtramas que merecían más desarrollo, principalmente porque en lugar de adaptar una novela de la serie adaptaba varias.
La sensación que queda al final es la misma en la película de D´Artagnan y en la de Milady: mucho talento y esfuerzo de producción para dar el conveniente aire épico al relato original, intención clara de actualizarlo y dar una oportunidad a una visión del mismo desde los personajes femeninos frente a los personajes masculinos, pero al mismo tiempo una falta de coherencia interna en la dosificación y explotación de esas intenciones -la reina y Constance prácticamente desaparecidas en la segunda entrega, por ejemplo, mientras que Aramis y Porthos se quedan en mero boceto de personajes a los que les pasan cosas pero cuya contribución al conjunto es porcentualmente inferior a la que les corresponde.
Y muchas prisas para todo. Demasiadas.
Miguel Juan Payán
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