Crítica Posesión Infernal El Despertar ★★★★ (2023)

Crítica Posesión Infernal El Despertar

Crítica Posesión Infernal El Despertar: La mejor forma de regresar para una franquicia de terror legendaria.

Posesión Infernal fue en su momento una muy peculiar película de terror. Rodada durante mucho tiempo por Sam Raimi con un grupo de amigos y familiares, se convirtió en un éxito del circuito independiente, dando lugar a dos secuelas, una serie de televisión y un remake rodado por Fede Álvarez realmente bueno.

El estilo de rodaje de Raimi, todo energía y caos aparente, dio lugar a un magnífico film de terror, pero las secuelas y la serie de tv optaron por la comedia, por el humor ligado al slapstick y a un tono negro de la historia que permitía lucirse a Bruce Campbell, un actor que parecía un dibujo animado en la saga original y la serie de televisión, y cuyo personaje, Ash, es ya un clásico del género. La llegada de El Despertar nos devuelve a la película original, pero con agradables cambios…

Algo que ya intentó Fede Álvarez en el remake o reboot, como quieran llamarlo, y que aquí parece funcionar a las mil maravillas. La película nos traslada a una familia en mitad de Los Angeles, en un viejo edificio que fue un banco hace casi cien años. Beth vuelve para visitar a su hermana y sus hijos, cuando un libro que todos conocemos es descubierto y una enditad demoníaca se libera en el edificio.

A partir der ese momento la película deja de lado el tono humorístico que sí tiene, en cierta medida, la secuencia de apertura, con el grupo de jóvenes algo idiotas en la cabaña, ese maravilloso homenaje a la original. El humor se vuelve siniestro y la película apuesta por el horror. Sin casi sustos, pero con un maravilloso equilibrio entre unos personajes con cierto carisma y una historia que, por muy conocida que sea, resulta intrigante y atractiva.

Es clave en ese sentido, el cambio de localización, olvidándose de la cabaña y apostando por un ambiente urbanita y decadente, una ciudad sucia y mal iluminada. Un rincón abandonado que no sólo toma elementos narrativos de Raimi, sino que se aprovecha de otros grandes del terror como John Carpenter. La Cosa, En la boca del miedo o El príncipe de las tinieblas están muy, muy presentes en la película.

Todo ello junto a un reparto que no tiene grandes rostros conocidos, pero sí gente dispuesta a pasarlo en grande sufriendo. Desde la sufrida protagonista, Lilly Sullivan, a la maravillosa madre, Alyssa Sutherland, a la que todos recordamos de Vikingos. Pero hasta el trabajo con los críos es magnífico, y la pequeña Nell Fisher se convierte en un tesoro que proteger. Es un buen trabajo de dirección y guión con los personajes lo que hace que nos atraigan.

Luego llega el festival de gore. Hay un punto en el que el gore puede pasar, por excesivo, de grotesco y terrorífico a humorístico. Pese a los litros y litros de sangre que hay en la película, eso no sucede (la presencia de La Cosa, de nuevo, es lo que ayuda en esa dirección), algo que pasaba en Renfield, donde el gore digital llevaba a la carcajada, que es lo que buscaba la película. Aquí es distinto.

Su director y guionista, Lee Cronin, había rodado la interesante Bosque Maldito, pero en ésta supera con creces aquella. Sabe transmitir tensión. El uso que hace del sonido, o de su ausencia, es excelente. Los homenajes narrativos a Sam Raimi, magníficos. Sólo podemos echarle en cara alguna escena poco conseguida y que, al final, es la misma historia de siempre. Pero contada con frescura, consiguiendo asustar al espectador (sin apenas sustos), con una maravillosa ambientación, y con un resultado fascinante. Ojalá todas las secuelas, o remakes o reboots, fuesen así.

Jesús Usero

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