Crítica de la película Rebeca
Innecesaria nueva adaptación de la novela que carece de personalidad.
Cuando el proyecto de Rebeca fue anunciado en Netflix, una nueva adaptación de la novela de Daphne du Maurier que ya había llevado a la gran pantalla Alfred Hitchcock con Joan Fontaine y Laurence Olivier como protagonistas en 1940, y que se alzó con la estatuilla de mejor película en la entrega de los premios de la Academia, muchos se echaron a temblar. No había necesidad de buscarle tres pies al gato ni mucho menos de retocar la película del maestro del suspense. Pero el empeño era serio, con un buen reparto y un director más que interesante, Ben Wheatley, además de una promesa. La película no sería nunca un remake de la otra gran adaptación de la novela, sino que sería una nueva reinterpretación del texto.
Parece ser que alguien se perdió alguna notificación dentro de la propia compañía, porque la película se parece, demasiado, y cambiar de dirección un plano (la casa en la playa) o acentuar la relación física de los protagonistas, no hacen que sea diferente. La nueva película sigue los mismos momentos, los mismos detalles, casi los mismos diálogos. ¿Sacados del libro? Por supuesto, pero si has decidido dar una nueva vuelta de tuerca a la historia puedes y debes alejarte del libro. Sobre todo si no quieres que te comparen continuamente con una película que es casi perfecta. La historia creo que la conocemos todos. De viaje por Francia, un viudo conoce a una joven de la que se enamora y con la que se casa, regresando juntos a Manderley, la hacienda de la familia del marido. Pero entre lujos y pasión, por las habitaciones del enorme lugar, deambula todavía el fantasma (real o no) de la fallecida primera esposa, Rebeca.
Hay un elemento destacable en la película (hay más, pero uno por encima del resto) de Ben Wheatley, y son sus dos actrices protagonistas. Lilly James no logra borrar la mirada inocente y la voz titubeante de Joan Fontaine, pero hace un trabajo más que digno peleando por su personaje, mientras que en el papel de Mrs. Danvers tenemos a la siempre genial Kristin Scott-Thomas, en la mejor interpretación de la película. No corren la misma suerte los papeles masculinos. Sam Riley no está mal, pero le olvidamos tan pronto la película termina. Y Armie Hammer… sabemos que Hammer puede brillar. Call me by your name es la prueba. Pero es ponerse frente a frente con Laurence Olivier, uno de los mejores actores de la historia…
¿Suena injusto compararlas continuamente? No lo sé, pero es debido a que la película de Wheatley no hace nada por alejarse de Hitchcock. El director de obras tan interesante o magníficas como High- Rise o Kill List, no se quiere apartarse de la sombra del maestro. Repite planos (la reacción a la bajada por las escaleras en la fiesta de disfraces, por ejemplo) pero pierde fuelle según avanza la historia. Tras un arranque interesante, con más naturalidad incluso que lo que ya conocíamos, la llegada a Manderley rompe la ilusión y la magia. Se pierde la bruma, el tono casi de relato de terror gótico. La fantástica fotografía, las luces y las sombras, los claroscuros… el ritmo, el suspense… Poco a poco se convierte en un telefilm y en eso queda pese a instantes curiosos como ese tema con la ventana o los acantilados… Era innecesaria y acaba siendo mediocre.
Jesús Usero
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