Crítica Road House De profesión duro ★★★½ (2024)

Crítica Road House De profesión duro película dirigida por Doug Liman con Jake Gyllenhaal, Daniela Melchior, Conor McGregor

Mejor que la versión protagonizada por Patrick Swayze.

De qué va Road House De profesión duro

Dalton, un ex luchador de lucha extrema de la UFC se gana la vida participando en combates callejeros hasta que le ofrecen ocuparse de la seguridad de un bar asediado por una banda de delincuentes.

Crítica Road House De profesión duro

Tan sencilla y eficaz como la película del mismo título estrenada en 1989 que le sirve como origen, esta nueva Road House juega muy bien sus cartas genéricas y opera muy eficazmente, desde su auto confesada sencillez, como producto de evasión bien respaldado por unos espectaculares momentos de acción.

Tras un arranque que expone sus intenciones de explotación de la fisicidad de los combates como primer anzuelo para el espectador, su fórmula argumental comienza por asentarse firmemente en los códigos del western, al que el propio diálogo identifica como referencia a través del encuentro del protagonista con la niña de la gasolinera.

El personaje de la niña es ejemplo del máximo de eficacia de los recursos de la película con el mínimo de complicación que remite a la manera de contar sencilla del cine clásico de Hollywood, homenajeado en el cine blockbuster de los ochenta al que a su vez homenajea esta nueva versión de Road House.

Homenajeando el Western

El diálogo que establece la película con el espectador está canalizado por ese personaje de la niña que incorpora la autoconsciencia de la película respecto a su identidad, naturaleza y manera de proceder como fábula de pura evasión y esparcimiento, que asume así plenamente y sin vergüenza alguna.

De ahí que ese mismo personaje de la niña sea el encargado de plantear el relevo genérico que se  va a operar en la película afirmando: “Esto empieza a parecer más a un western de misterio”.

Ese viaje genérico gana en solidez y está muy bien servido por la minimización de la tópica trama sentimental, más explotada en la película anterior, hasta el punto de que en la misma acababa por apropiarse de todo el epicentro de la fábula, quizá por inclinación natural a la explotación del estrellato de Patrick Swayze en su modo de galán de éxito en Dirty Dancing.

En esta nueva versión la acción domina sobre la subtrama romántica, que queda reducida a un par de breves apuntes y una postal visual de corte exótico-turístico con la pareja de picnic en paraje paradisíaco, y poco más. Y rápidamente la película vuelve a zambullirse en el mar de los guantazos y la acción pura y dura.

Algunos referentes

Jake Gyllenhaal es  más sólido como actor en esta renovada versión del tipo duro Dalton, respaldado por un breve apunte de orígenes del personaje que maneja con fluidez los flashbacks -recurso que remite a El hombre tranquilo (John Ford, 1952), del mismo modo que la fábula del forastero llegado a la localidad para poner orden remite al paradigmático clásico del cine western Raíces profundas (George Stevens, 1953)-que desvelan su conflicto de arranque. El personaje queda también reforzado por ese primer apunte de corte autodestructivo que lo acompaña en la fase de prólogo o introducción a la fábula que se nos cuenta.

El actor saca el máximo partido a esta propuesta de poner su indiscutible talento al servicio de un personaje de héroe clásico sin dobles lecturas en el que no obstante convive con el código más obvio de este tipo de personajes una ligera pátina de existencialismo de antihéroe a la búsqueda de una explicación de su lugar en el mundo, dejando que en la segunda parte de la película la codificación del cine negro, con su regreso del pasado como motor, lo envuelva para franquearle el paso a un tercer acto y desenlace en el cual el director Doug Liman se entrega con auténtica pasión a construir una especie de variante del clásico del cine de artes marciales El furor del dragón (1972), dirigido y protagonizado por el rey del género, Bruce Lee, en versión de lucha extrema, para actualizar la fórmula.

Duelo de titanes

La divertida y eficaz incorporación al reparto de una de la estrella de ese deporte, Conor McGregor, como antagonista de Gyllenhaal en las secuencias de lucha, es todo un acierto e incorpora cierta actualidad en un momento en que el campeón hispano-georgiano Ilia Topuria, estrella española en la materia, ha retado a McGregor a pelear con él inmediatamente después de proclamarse campeón de peso pluma de la UFC a mediados del pasado mes de febrero.

Aunque para llegar a al nivel de mítico encuentro de campeones que nos ofreció El furor del dragón en el duelo final de Bruce Lee con Chuck Norris en el Coliseo de Roma los aficionados a tendremos que esperar a que McGregor acepte el desafío de Topuria y se pase por el otro coliseo, el nuevo Santiago Bernabeu del Real Madrid, Road House propone en su duelo Gyllenhaal-McGregor un divertido aperitivo de ficción para echar un rato entretenido viendo una película de acción “de las de antes”, ochentera, sin complejos, y de las que lamentablemente cada vez se estrenan menos en los cines…, aunque suelen barrer en audiencia en las plataformas de ocio audiovisual que podemos disfrutar sin movernos de casa.

Te gustará si te gustó

En mi opinión supera a la película original, De profesión: Duro (Rowdy Herrington, 1989), por su tercer acto repleto de acción, y porque, al contrario que aquella, ésta reduce a mera pincelada la trama romántica, en lugar de dejar que el romance se apropie de todo el relato.

                                             Miguel Juan Payán

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