Crítica Todas somos Jane ★★★

Crítica Todas somos Jane película dirigida por Phyllis Nagy con Elizabeth Banks, Sigourney Weaver, Kate Mara, Chris Messina

Tema difícil bien resuelto por la directora con sencillez y sobriedad.

Más allá de lo que cada espectador y espectadora pueda pensar en pleno ejercicio de su libertad de opinión sobre el tema que se aborda -la actividad del denominado Colectivo Jane, que practicó miles de abortos de forma clandestina a lo largo de cuatro años en el área de Chicago esquivando la normativa legal de ese momento-, esta película hace algo nada fácil: manejar un tema duro y angustioso a nivel privado y conflictivo, de los que divide a la opinión pública, con una naturalidad. Desde la misma consigue vendernos la trama como una intriga sin hacer uso y abuso de mecanismos de tensión artificiosos ni caer en la trampa del melodrama habitualmente aplicado en Hollywood como condimento a eso que con ligereza y cada vez mayor liberalidad suele refugiarse bajo el paraguas del aviso promocional “Basada en hechos reales”.

Inspirada en hechos reales, convenientemente sazonados con el condimento de ficción necesario para establecer con claridad la opinión a favor de la película sobre el asunto que aborda, Todas somos Jane construye con solidez un discurso en el que alza con más elegancia de la que estamos acostumbrados en el cine estadounidense más reciente la voz de denuncia y reivindicación de la denuncia de la situación de la mujer en la sociedad a finales de los años sesenta. Tiene para ello muy bien articuladas una serie de frases de diálogo, planos y secuencias que le permiten partir del tema del aborto como epicentro para subrayar un mapa más general y de conjunto de una sociedad en el que las mujeres no tienen derecho ni libertad de decisión sobre asuntos esenciales para su propia vida. Y de ese modo la película se convierte también en la definición de un paisaje en cambio.

Tal como he escrito más arriba, me parece que el acierto de la propuesta es no llevarnos por el camino del drama o melodrama ni abusar de los recursos de la intriga, optando más por proponer un discurso más optimista en aras de un abordaje normalizador del espinoso asunto que desarrolla.

Ejemplos de ello son el diálogo: ¡Que desperdicio! Esto se te da muy bien. Podrías ser una buena enfermera. Y la respuesta: ¿Y por qué no médico? Otro ejemplo, el plano de la protagonista pasando en la biblioteca por un pasillo delante de una fila de retratos de insignes figuras de la medicina, todos ellos hombres. Y para terminar este mapa de aciertos dos secuencias de cine bien resuelto: la manera de ponernos en la piel de la paciente en el primer aborto, momento clave y complejo de manejar, y la secuencia del interrogatorio del policía.

El mejor aliado de la película es un reparto en el que Elizabeth Banks cumple bien con su papel como puente entre el discurso y la audiencia, correa de transmisión de la idea, pero además la película cuenta con una baza infalible que es Sigourney Weaver. Después de verla en esta película confieso que me ha recordado mucho a Jane Fonda, por algún extraño motivo que todavía no tengo a estas alturas muy procesado, pero lo que sí tengo claro es que Weaver consigue ser mucho más próxima y transmite mejor una forma de verdad a sus personajes de denuncia desde un ejercicio de naturalidad que supera a los intentos de Fonda en ese mismo terreno, quizá porque Weaver se entrega al personaje con naturalidad y fluidez dejando aparcada toda autoconsciencia y del propio talento y estrellato que pone a Fonda por delante del personaje. Me ocurre algo parecido cuando Julianne Moore me recuerda a Meryl Streep, y por los mismos motivos.

                                                               Miguel Juan Payán

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