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viernes, abril 26, 2024
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Diamantes negros ****

Diamantes negros ****Diamantes negros, una denuncia imprescindible para destapar el lado más miserable de la explotación del balompié.

Quien esto escribe no tiene una especial inclinación a dejarse motivar por lo políticamente correcto ni experimenta especial afecto por el humanismo facilón, pero debo reconocer que después de ver Diamantes negros me ha costado mirar los partidos de fútbol del fin de semana con los mismos ojos que antes. Muy ajena a la parte que más conocemos del deporte de la pelota rodante y los 22 tíos en pantalón corto, más los árbitros, muy lejana a la parte más épica y promocionada del fútbol de las finales de la Champion y las copas ganadas por la Selección Española, esta es la trastienda de lo que no vemos cuando cualquier cadena de televisión nos bombardea por enésima vez con el gol de Iniesta, con la polémica de Casillas o Diego López en la portería del Real Madrid, con la disputa entre Messi, Riveri y Cristiano Ronaldo por el balón de oro o los disparates del impresentable señor Blatter. Soy futbolero, lo confieso. Y además seguidor del Real Madrid. Pero reconozco que esta película me ha ayudado a mirar todo el asunto con otros ojos, ayudándome a ver la épica del fracaso y los perdedores que siempre es mucho más interesante que la épica más propicia a la fanfarria y la promoción gratuita de las estrellas, los campeones.

Me atrevo a decir que por las venas de Diamantes negros corre la misma sangre que corría por clásicos del neorrealismo italiano como Ladrón de bicicletas, El limpiabotas, Umberto D o Bellisima. La película respira además de alguna manera el mismo aliento amargo de callejones sin salida como otras historias de perdedores relacionadas con el deporte, como por ejemplo peripecias boxísticas del estilo de Nadie puede vencerme o Fat City. Es una historia de callejones sin salida, aunque en esta ocasión su materia prima  no nace de la imaginación de algún escritor o guionista interesado en recrear situaciones dramáticas a través de sus personajes, sino que sus personajes son reflejos de una realidad con tintes kafkianos, pero no por ello menos real. Esta historia se desarrolla también de algún modo como película de carretera y relato de un viaje desde los sueños que pueden acabar convirtiéndose en pesadillas, especialmente en el viaje de Amadou de Portugal a España.

El relato crece con la naturalidad de sus jóvenes protagonistas y se edifica sobre uno de los mejores trabajos de Carlos Bardem ante las cámaras, que presta consistencia al relato de estas jóvenes promesas camino de convertirse en juguetes rotos del negocio del fútbol que es la otra cara en la moneda de los grandes fichajes y los titulares de la prensa deportiva. Diamantes negros es ese tipo de película que conviene ver no solo por su indudable valor cinematográfico, sino porque además nos puede aclarar o recordar cómo es realmente el mundo en el que vivimos, ese mismo mundo que muchos prefieren no conocer, para no tener que sentirse más asqueados de lo imprescindible.

Miguel Juan Payán

©accioncine

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