Diario de Cannes (II parte) Jueves 15 y viernes 16 de mayo de 2025)
Jueves 15
Misión Imposible: Sentencia final (de Christopher Macquarrie) ★★★★
Había mucho miedo en la croissete al supuesto broche final de las aventuras nucleares de Ethan Hunt y su equipo de la IMF. La crítica internacional la recibió con tibieza en el preestreno internacional en Londres y su carácter de mitad de un todo hacia presagiar que al final no se hubiese cortado el cable correcto. Si embargo, lo que me encontré fue un cohete desvergonzado de engorro apocalíptico que en todo momento hace honor a sus máximas de “aún mas grande, aún mas difícil”, que respeta el disfrute como destino manifiesto y que además ofrece una muy emotiva conciliación con las entregas rebeldes del serial. Podeis leer la crítica completa de la misma aquí
Dossier 137 (de Dominik Moll) ★★
Los casos de violencia policial en París durante los disturbios provocados durante las manifestaciones de los chalecos amarillos sirven de pretexto para la aparición del primer pestiño del festival. Cuesta imaginar que el director de La noche del 12, un noir policiaco con nervio, haya parido las mas anodina de las aproximaciones posibles al trabajo de una inspectora de asuntos internos empeñada en hacer justicia con el daño irreversible provocado a un joven inocente por parte de unos agentes.
Léa Drucker hace lo que puede con una denuncia sobre la impunidad de los poderes fácticos que avanza en círculos, donde la reiteración busca hacer hacer sangrar las llagas de la hecatombe democrática que el planísimo trabajo formal del plano contraplano y los leves insertos documentales son incapaces de lograr. A Moll le vendría bien revisar el cine negro español de los últimos años para tomar nota de las herramientas empleadas por nombres como Alberto Rodriguez o Rodrigo Sorogoyen para excavar en la podredumbre moral.
Su pecado capital es terminar deslizando un cierto maniqueísmo en un tema que debería insuflar rabia independientemente de la posición política, responsable directo de la mas absoluta indiferencia o, incluso, rechazo hacia un mensaje que se ve compensado de forma prácticamente colateral y demasiado tardío como para salvar el conjunto.
Pocas veces un thriller policiaco resultó mas aburrido y un grito se escuchó tan bajito.
Sirat (de Oliver Laxe) ★★★★
Al final la gran campanada unánime (esperemos que no la única) la hemos dado los españoles a través de Movistar + y ese prodigio medio gallego llamado Oliver Laxe. Este mago parisino de padres coruñeses ya había mostrado sus habilidades de conjuro audiovisual en la sublime O que arde, pero nada podía prepararnos para lo que nos deparaba en Sirat. Vendida como una odisea entre raves tecno en el sur de Marruecos de un padre (impresionante Sergi Lopez) y su hijo Esteban en busca de Mar, hija y hermana respectivamente, lo que en realidad esconde este milagro poético es mejor callarlo y descubrirlo cada uno en una sala de cine, donde la enormidad y perfección de sus imágenes y la subyugación de su banda sonora puedan acompañar a las sorpresas e infiltrar cada centímetro del cuerpo.
Como mínimo adelanto, os comento que Laxe ha trazado su propia Mad Max en clave comunitaria outsider sobre unos individuos incompletos (emocional y fisicamente) que transitan sin rumbo real el valle fantasmal de polvo del sur de Marruecos, donde la concepción occidental se evapora y se forjan nuevos conceptos de relación con los demás y el medio que nos rodea, adquiriendo además por el camino predregoso elementos alegóricos hacia el tránsito hostil con destino costa norte de África (inmigración europea).
Este peregrinaje inmisericorde de nombre musulman, que conecta infierno y paraíso y que una vez andado resulta prácticamente imposible quitarse de la cabeza, es mejor no intentar desmenuzarlo (empequeñecerlo) con la palabra, pues la fuerza de su sol reside en encomendarse con los ojos cerrados y Fe a la experiencia total que depara al espectador el próximo 6 de Junio.
Viernes 16
Dalloway (de Yann Gozlan) ★★★
A punto de empezar un jornada intensiva de cinco películas, ¿Qué es lo único que le puedes pedir al Festival de Cannes?. Aparte de un desayuno gratis (tic conseguido en el Marché du film), se agradece una película que te permita desconectar durante dos horas entre tanta propuesta sesuda con lecturas subrepticias.
Afortunadamente, el festival cuenta con una muy agradable sesión de proyecciones de medianoche con apuestas de género donde Sitges practica la pesca de arrastre y que luego recibe un segundo pase al día siguiente en la cómoda sala Buñuel de Palais.
Este merecido descanso a base de cine disfrutón lo ha protagonizado la adaptación de la novela Flowers of darkness por parte de Yann Gozlan en forma de thriller sci-fi con casas inteligentes rebeldes sobre una escritora de un futuro próximo en bloqueo creativo y trauma materno (Cécile de France), la cual va a recibir el sibilino empujoncito para relanzar su carrera en una residencia artística algo chunga. El ambiente minimalista de acabados curvos y la sensación de oasis de paz a base de vegetación omnipresente y una protección continuada contra lo que parece una multipandemia vírica asumida como normal, se ve corrompido con una formulaica tensión creciente cuando las sospechas se amontonen y un vecino con el rostro de Lars Mikkelsen la ponga sobre aviso. Aun así, este thriller alarma sobre la invasión de la intimidad de la IA en un mundo post-covid funciona exactamente como se propone: ser la nonagésima pesadilla tecnológica que rehuye la trascendencia moral, incluso cuando aparece una reflexión central (que no puedo desvelar) de necesaria actualidad, en favor del entretenimiento magro. Brindo con café por ello.
The Wonderes (de Josephine Japy) ★★★½
Posiblemente hacer un buen melodrama sea una de las trampas cinematográficas más difíciles de sortear. Solo existe una estrecha franja donde la madurez no es desterrada por el pornodrama del exceso o el acartonamiento mortuorio del defecto. Por supuesto, los maestros de este funambulismo tienen los nombres de Douglas Sirk, Fassbinder o Almodóvar, y os aseguro que ninguno de estos titanes tienen una continuidad en la película de Japy, pero sí que este drama alrededor de una enfermedad del espectro autista ha heredado la buena mano francesa de gente como Guillaume Canet para aunar madurez de mirada con la ligereza del mainstream.
Suelo rechazar la carga dramática impostada de rodar sobre el complejo proceso de sufrir una enfermedad incurables. Principalmente porque cualquier parecido con los inenarrables sentimientos que se deben producir son solo pura coincidencia. Por eso aplaudo a rabiar cuando una película, aún con todo su marco convencionalista, se atreve a aproximarse mucho más a las dudas, los errores, la esperanza y la aceptación (por que no queda otra) de esa sentencia en vida que en cierto momento asume el marido del personaje de Melanie Laurent, en vez de recrearse en el enfermo. Ese mundo maravilloso en que debe vivir la pobre Batille no nos llega deformado, si no saneado solo del artificio necesario para que el tambaleo del matrimonio, el sacrifico laboral y el debate interno de una hermana bajo la diatriba de vivir su vida o resignarse, te alcancen el genoma y se quede ahí reposando en su maduro dolor, sin importante que nunca alcance la genuina magia de los grandes maestros.
Le petite derniére (de Hafsia Herzi). ★★★
El despertar sexual en un ambiente opresivo puede ser uno de los recursos mas empleados por el cine independiente para atraer la atención de los festivales de renombre. Ese paso a la madurez combinado con la revolución generacional trae consigo los elementos básicos imprescindibles con los que poder elaborar una denuncia actual de los rincones de la sociedad a los que la luz de un progresismo básico no ha terminado de llegar.
Se agradece especialmente que al menos esta vez se haya obviado el recurso facilón del ataque a la linea de flotación del conservadurismo centro-europeo (cristianismo, burguesía, snobismo….) para poner el foco en el atraso del islam sin tener que esperar a que otro director de Irán tenga que escapar de su país por la puerta de atrás.
La francesa Hafsia Herzi adapta la novela autobiográfica homónima de Fatima Dias sobre su experiencia adolescente como lesbiana y musulmana. Herzi traslada la acción a nuestros días para intentar ejemplificar el nulo avance conseguido desde que la misma Fatima enfrentaba los últimos años de instituto y los primeros de universidad, dejando por el camino gran parte del estudio del inmigrante y posando la mirada casi en exclusiva en la exploración carnal como celebración de la libertad del acto físico sin volver a la necesidad de conectar algo mas allá que los cuerpos.
El problema empieza cuando este precepto a priori incendiario con una cultura que practica la intransigencia mas voraz, se descubre realmente beato en vez de lanzarse con todo a las arenas movedizas de representar en pantalla la orgullosa sodoma y gomorra en la que se construye la madurez de Fatima, pero sí encontramos en cambio las consecuencias de un sufrimiento interno donde el propio personaje abraza su condición religiosa para intentar hacerla compatible con aquello que la mantiene viva. Vamos, que tiramos la piedra y escondemos la mano.
Para el recuerdo queda el trabajazo de Nadia Melliti, una llama de determinación voluntariosa entre el convencional (y funcional) trazado a base de molde.
Eddington (de Ari Aster) ★★★★
Ari Aster podía traer bajo el brazo la bomba nuclear que dividiese la critica del festival como moisés al Mar Rojo y no solo no defraudó enmudeciendo las salas de los 3 pases paralelos si no que ha entregado la que para el que esto escribe sería la Palma de Oro soñada. Puedo seguir durmiendo porque una película tan autoconscientemente pergreñada para escupirnos a la cara el mundo en el que vivimos a base de darle la vuelta a La jauría humana y adaptarla al apocalipsis social post pandemia no tiene ninguna posibilidad de rascar premio. Y menos con Joaquin Phoenix colaborando a pleno rendimiento con el desquicie generalizado.
Eso sí, a ver quien la supera este año.
Crítica completa aquí
Miguel Ángel Espelosín
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