Crítica de Drive my car
Crítica de la película Drive my car
Un maravilloso viaje en coche a lo más profundo de la pérdida y la superación del dolor.
Con una duración que sorprenderá y asustará a más de uno, porque son tres horas de un drama intimista, humano, doloroso y real, como la vida misma, donde nada se acelera ni nada nos es mostrado con excesos. La nueva joya del cine asiático nos llega de Japón, del director Ryusuke Hamaguchi, quien ya dejó un muy buen sabor de boca con La Ruleta de la Fortuna y la Fantasía. Aquí llega incluso más lejos con su retrato sobre el dolor, la pérdida, la amistad, dejar atrás el pasado, lidiar con nuestros fantasmas o incluso descubrir la verdad. Todo con una obra de teatro y, por supuesto, un coche, como telón de fondo.
Un actor director de teatro de enorme talento, anda destrozado tras la muerte de su esposa, pero decide volver a trabajar en una obra de teatro en Hiroshima, una adaptación que será realmente diferente y poderosa. Pero su pasado y su dolor siguen ahí. LA chófer que le han asignado es una mujer realmente única y peculiar, a la que parece que nada le afecta. En sus muchos viajes en una y otra dirección, camino al teatro o a descubrir la ciudad, se establece entre ambos una química única, una verdadera amistad en la que se comparten secretos e historias del pasado que ayudarán a convertir los viajes en algo mucho más soportable. O quizá incluso la vida para ambos comience a ser algo completamente distinto.
Hidetoshi Nishijima es uno de esos actores asiáticos que no son muy conocidos por el público occidental, pero que tienen un talento descomunal que es evidente desde el primer momento. Su interpretación contenida, elegante, sutil y poderosa hace que empaticemos desde el inicio con el personaje, por no hablar de su enorme química con Toko Miura, quien le acompaña en esta aventura desde el inicio. Ambos son personajes heridos y dolidos, pero la película no nos muestra dos personajes llorando durante tres horas, sino descubriéndose poco a poco, quitando capas y capas de humanidad hasta llegar al corazón y a lo que desean contar o superar. El dolor en el protagonista por todo lo que ha perdido (no quiero revelar demasiado, vean la película y lo descubrirán desde el primer minuto) podía haber derivado en explosiones de ira y llanto. Pero la película tiene un camino totalmente distinto.
Es un viaje íntimo de tres horas de duración, por lo que si no están dispuestos a enfrentarse a él, no lo hagan. La película es brillante, es un viaje personal único, emotivo y poderoso, pero requiere de nuestra atención y sabemos que parte del público no desea ver una película así. Peor para ellos. Hamaguchi condensa en los viajes en coche más que muchos directores en una película. La iluminación natural, nada estridente, el poder de sus imágenes, del uso de espejos, de los pocos movimientos de cámara y, por supuesto, de los actores, hacen de la película una de las mejores del año, y eso que acaba de empezar. Una experiencia maravillosa.
Jesús Usero
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