Efectos secundarios. Buen puzle de intriga en el que nada es lo que parece. Soderbergh nos sorprende con gran estilo y elegancia.
Steven Soderbergh vuelve loco al espectador con su รบltima propuesta como director. Y lo digo en el buen sentido, porque es muy de agradecer que a estas alturas de partido un director se arriesgue tanto como รฉste para contar una historia con solvencia y un adusto y sobrio tratamiento del ritmo que va en contra de toda la trepidaciรณn en ocasiones algo histรฉrica que sacude el cine de nuestros dรญas.
En Efectos secundarios se nos propone uno de los ejercicios de cine de intriga mรกs conseguidos e interesantes que recuerda quien esto escribe. Un puzle capaz de sorprendernos con una pelรญcula camaleรณnica que cambia ante nuestros ojos en dos momentos de su metraje y saca el mรกximo partido a nuestra identificaciรณn con sus dos principales protagonistas, Rooney Mara, la paciente, y Jude Law, el psiquiatra, que vienen a ser como los Dioscuros Castor y Pรณlux, los hijos de Zeus que viajaron con Jasรณn y sus argonautas para encontrar el Vellocino de Oro en la mitologรญa griega. Salvo que en este caso, si bien los dos buscan su propio Vellocino de Oro, lo cierto es que la paciente y el psiquiatra hacen viajes completamente distintos, como comprobamos al final de la pelรญcula.
Asรญ pues, deben mirar Efectos secundarios en primer lugar como una especie de juego o rompecabezas en el que al principio podemos creer que estamos ante una pelรญcula al estilo de una de las anteriores del director, Contagio. De hecho el planteamiento visual y su ritmo, tocado tambiรฉn por algunos momentos de Nouvelle Vague (todo lo referido a la presentaciรณn y desarrollo del personaje de Rooney Mara me recuerda mucho Vivir su vida, de Jean-Luc Godard), serรญa el mismo que el de Contagio. Pero a partir de su minuto 45, la pelรญcula da su primer giro y su proceso narrativo se acelera ligeramente. Deja atrรกs ese aire discursivo de sus primeros compases, mรกs contemplativo en torno a los personajes, y se convierte en otra cosa. Incluso habrรก quien llegado ese momento piense, como yo mismo, que vamos a entrar en un discurso narrativo mรกs prรณximo al de las intrigas, estilo El soplรณn, o Erin Brokovich, una conspiraciรณnโฆ pero nuevamente Soderbergh consigue sorprendernos, y cuando lleguemos al final del viaje podemos llegar incluso a la conclusiรณn de que hemos estado en una trama mรกs prรณxima a Las diabรณlicas de Clouzot, un suspense que se acerca a las tramas de Alfred Hitchcock pero eludiendo el histrionismo y el exhibicionismo de las pelรญculas del maestro de este subgรฉnero para asentarse sobre una propuesta de ritmo y un planteamiento visual que me ha recordado el desarrollo de otro regalo imprescindible para el espectador en la filmografรญa de este director, El halcรณn inglรฉs.
Tal y como hiciera Hitchcock, Soderbergh juega con los espectadores a base de darnos informaciรณn trucada con la que consigue que nos identifiquemos alternativamente con los dos personajes protagonistas. Para ello elabora dos pelรญculas distintas que se juntan en una sola al final del relato con plena coherencia, dando lugar a un ejercicio de intriga notable capaz de sorprendernos totalmente.
Todo eso con una gran elegancia y estilo.
Este director siempre ha estado dispuesto a jugar con fuego a la hora de proponer sus proyectos al espectador, arriesgรกndose al mรกximo en su planteamiento narrativo para proponernos un cine interesante y con autรฉnticas tripas en su interior. Soderbergh es en mi opiniรณn sinรณnimo de calidad y al mismo tiempo de atrevimiento, algo que se ve poco en el cine adocenado, previsible, de fรณrmula repetida, de secuela, saga y franquicia sobreexplotada que nos ha tocado vivir. Su obra estรก visualmente cada vez mรกs cerca del cine de los sesenta y setenta, sea cual fuere el gรฉnero o historia que haya decidido abordar. Eso sรญ, siempre, aunque trabaje en gรฉneros, deja clara su huella como autor en el resultado final del relato. Tiene ademรกs desde sus comienzos una de esas dobles carreras, la personal y la comercial, que combina con una astucia y una inteligencia que no siempre se le reconocen, y especialmente en los รบltimos tiempos, yo dirรญa que desde que dirigiรณ en 2006 El buen alemรกn, ese guiรฑo al cine clรกsico de Hollywood que incluรญa entre otras muchas cosas homenajes a Casablanca y Testigo de cargo, entre otras. Cumplido la obligaciรณn de rodar una floja tercera parte de la saga de Oceanยดs Eleven, Soderbergh decidiรณ empezar a rodar un cine que le metรญa en serios problemas. Y desde entonces ha entrado en un montรณn de huertos o campos de minas como director con una serie de pelรญculas que estรกn entre lo mejor que ha dado el cine en los รบltimos aรฑos, aunque no hayan conseguido siempre el apoyo del pรบblico y de la crรญtica que merecen. Tacharle de cineasta incomprendido serรญa simplista, pero es cierto que su propuesta en tรญtulos como las dos pelรญculas sobre el Chรฉ Guevara, El soplรณn, Contagio, Indomable o Magic Mike, aรฑadiendo ahora Efectos secundarios es que a Soderbergh le importa mรกs hacer buen cine que entrar en el juego de convencer a la gente para que vea sus pelรญculas. Y eso a pesar de que en todas las pelรญculas citadas el espectador es una pieza central de su planteamiento. Lo que ocurre es que el director parece empeรฑado en cometer la osadรญa de rodar lo que quiere y como le parece mรกs oportuno, sin ajustarse a fรณrmulas o mandatos de tipo comercial que puedan emponzoรฑar sus historias convirtiรฉndolas en algo distinto de lo que รฉl quiere que sean.
No se confundan: lo de Soderbergh es amor por su trabajo como contador de historias, no pedanterรญa o esnobismo. No es un desafiante prepotente empeรฑado en enseรฑarnos nada o un exigente realizador que considera al espectador un borrego inรบtil e inculto al que hay que denostar si no entiende o disfruta con su cine. Nada mรกs lejos de su planteamiento. Lo que le ocurre a Soderbergh, o al menos lo que un servidor ha podido deducir despuรฉs de haberlo entrevistado para la revista Acciรณn con motivo del estreno de Chรฉ. Guerrilla, es que le gusta el cine. Segรบn me dijo tiene como ritual cotidiano ver una pelรญcula cada noche. Esa cinefilia como espectador le lleva a perseguir un tipo de calidad y planteamientos que se alejan de la propuesta de ocio audiovisual dominante en nuestros dรญas. Su cine estรก entre lo mejor que se puede ver en la cartelera de los รบltimos aรฑos, pero comprensiblemente no estรก concebido para pรบblico masivo, sino para gente que busque y aprecie algo mรกs que simplemente un rato de saludable evasiรณn y entretenimiento. Pero en su caso, al contrario de lo que ocurre con otros directores, no se muestra exigente con el espectador. Nadie podrรก recriminarle que sus pelรญculas no sean entretenidas. Al contrario. Y Efectos secundarios lo demuestra. Podrรญamos decir que es, como el resto de su filmografรญa, un tipo de cine envolvente, que nos lleva a un ritmo mรกs pausado y reposado de narraciรณn. Es como una isla de relajaciรณn en el estridente paisaje del ocio audiovisual que se estila en nuestros dรญas.
Miguel Juan Payรกn
Opiniones del pรบblico a cargo de nuestro redactor Vรญctor Blanco. Follow @veblanco
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