Crítica de la película Eiffel
Inspirado biopic sobre el visionario Gustave Eiffel, llevado a cabo -con imaginación y talante melodramático- por el cineasta francés Martin Borboulon (Los tres mosqueteros).
Existen diferentes maneras de acercarse a la vida real de los personajes famosos. Una de ellas consiste en sujetarse a los datos oficiales, sin salirse de los terrenos biográficos asumidos por los historiadores y escritores; mientras que también cabe la posibilidad de dejarse llevar por la imaginación, e ilustrar los logros del personaje a través de relaciones atisbadas por la pasión existencial, que el retratado en cuestión pudo exhibir en sus logros curriculares. Esta segunda opción es la que escoge el cineasta Martin Bourboulon, para acercarse a la figura del icónico Gustave Eiffel; el responsable de uno de los monumentos más admirados de la fisonomía arquitectónica de París: la Torre Eiffel.
El film de Bourboulon inicia su curso en 1886, cuando Gustave Eiffel (Romain Duris) es reconocido por haber hecho posible la construcción de la Estatua de la Libertad, en Nueva York. Animados por el potente armazón que sustenta el espectacular monumento, las autoridades francesas piden a Eiffel algo similar para el país de La Marsellesa. Gustave Eiffel acepta el reto, y se pone así a trabajar en una idea alocada y portentosa: una gigantesca torre de metal, destinada a apuntar hacia el cielo de la urbe del Sena, por encima de la catedral de Notre Dame. Una vez esbozado el proyecto, los detractores comienzan su campaña de descrédito; pero el ingeniero no pierde empuje, y prepara todo para ganar el concurso público organizado con motivo de la Exposición Universal de 1889. Antes de acudir al tribunal correspondiente, Eiffel se topa con Adrienne (Emma Mackey): la mujer con la que estuvo a punto de contraer matrimonio en su juventud, ahora casada con uno de los principales valedores del protagonista. En este instante, el guion salta al pasado, cuando el aún principiante constructor cayó rendido a los pies de la citada dama, mientras este elaboraba un puente sobre un río.
A través de este argumento entre el pasado y el supuesto presente, Martin Bourboulon confecciona un emotivo melodrama de época a la antigua usanza, con muchos sentimientos desbocados de por medio y altas cotas de dolor amoroso, que generan una sensación de atmósfera entristecida y romántica. Para lograr los efectos pretendidos, el cineasta carga la intensidad trágica en un convincente Romain Duris, quien comprende a la perfección los vaivenes sentimentales del hiperactivo Gustave Eiffel. El intérprete parisino coreografía su rol desde el posicionamiento de un hombre revolucionario y enérgico, el cual expresaba efusivamente sus alterables estados de ánimo. Una caracterización voluntariamente desequilibrada, que dota de corporeidad y sentido a la historia de amor prohibido que escenifica la película. Cometido de índole sensible en el que también brilla con notoriedad la convincente caracterización de Emma Mskey, como la bella y sensual Adrienne.
Con independencia de la mayor o menor rigurosidad en el retrato de Gustave Eiffel, resulta verdaderamente apetecible acercarse al tiempo en que el monumento más visitado de París era un simple amasijo de hierros y contrafuertes. Algo que Martin Bourboulon relata con fantasía y destreza.
Jesús Martín
Entérate de las últimas noticias en nuestro canal de Telegram
★
{spoiler spoilerID , haga clic en mí para abrirlo , cierre la etiqueta tanto en la parte superior como en la parte inferior , ambos} texto dentro del spoiler {/spoiler}.
