Trepidante adaptación de la novela juvenil. Parece ser que Hollywood ha encontrado la clave en el filón que abrió con las novelas juveniles hace unos años, a raíz del éxito de Harry Potter y Crepúsculo, que argumentalmente no tienen nada que ver la una con la otra o con ésta que nos ocupa, pero que hicieron a la industria del cine percatarse del enorme potencial económico y creativo que había en este tipo de novelas. La sucesión de títulos ligados al género ha sido enorme, pero el éxito ha estado muy limitado a cierto número de ellas, que han sabido encajar mejor con la audiencia que pronto ha dejado de lado cierto tipo de producciones y se ha decantado por otro más acorde a los nuevos gustos. Por ejemplo, los seres sobrenaturales no parecen llamar ya la atención del público más que en series de televisión, y vampiros, hombres lobo y similares han desaparecido del mapa casi por completo, tras las más que fallidas Cazadores de Sombras, Vampire Academy o Hermosas Criaturas, aunque la última merecía mucho mejor suerte de la que tuvo. El reciente éxito de Divergente y poco después de Bajo la Misma Estrella, parece indicar que el público ahora está más interesado en los futuros distópicos y las historias reales.
Evidentemente El Corredor del Laberinto entra dentro de la primera categoría, mezclando ciencia ficción, acción e intriga. Juega en la liga de Los Juegos del Hambre, una de las referencias que el autor de las novelas, James Dashner, ha empleado a la hora de referirse a sus novelas, junto con El Señor de las Moscas y la serie Perdidos. Todas son evidentes en una trama que sitúa a jóvenes en un entorno hostil y luchando por su supervivencia, sin saber realmente lo que les sucede, ni por qué están en esa situación ni tan siquiera quiénes son en realidad. Porque ese es el inicio de la trama y de la película. Un ascensor que sube, un joven en el interior, las puertas se abren a un Claro lleno de otros jóvenes y apenas recuerdas tu nombre (en la novela, en la película el nombre tarda en llegar). Así aparece Thomas en el Claro, recibido por otros jóvenes que le muestran que viven rodeados por un laberinto del que no han encontrado la salida aún, cuyas puertas se cierran por la noche, impidiendo a unos terribles monstruos el acceso al mundo de los chicos. La llegada de una chica, la primera, con un extraño mensaje, cambiará por completo sus vidas ya bastante complicadas, obligándoles a encontrar la salida lo antes posible.
Una de las mejores cosas de la novela es que, en realidad, El Corredor del Laberinto es sólo una presentación, un primer acto de lo que está por venir. Casi no intuimos el mundo en el que nos estamos metiendo ni la situación en la que se encuentran los protagonistas realmente, hasta que no llegamos a la segunda novela. Y la película triunfa en ese aspecto, transmitiendo la confusión, el miedo, el peligro constante y la acción continua. El director debutante Wes Ball, que viene del campo de la dirección artística (siempre en gráficos por ordenador) y los efectos visuales, hace una labor excelente a la hora de plantearnos el universo en el que viven estos chicos, ese laberinto imposible de resolver de proporciones gigantescas y lleno de peligros. Lo mismo sucede con los Laceradores, una de las claves de la novela, que son los enemigos perfectos y mezclan máquina y bestia de una forma impresionante.
El ritmo de la película es sensacional y te mantiene pegado a la butaca durante todo el metraje entre carreras, peleas, discusiones, giros de guión, descubrimientos y pura aventura. Pero eso tiene un coste en los personajes, que nos impide terminar de conocerlos como sí lo hacemos en el libro. Porque aunque no tengan recuerdos, los personajes tienen una personalidad, una forma de entender la vida, lo que les sucede y por qué tienen que luchar o no. Y eso está menos explotado de lo debido, en favor de la acción y la aventura, siempre con ese tono de ciencia ficción que tiene la historia y que será, con suerte, explorado en el futuro. No olvidemos a los jóvenes actores, con un reparto encabezado por Dylan O’Brien, que da el do de pecho tanto física como psicológicamente, y está perfectamente escoltado por los secundarios, sobre todo un trío de jóvenes actores ingleses compuesto por Thomas Sangster, Kaya Scodelario y el “villano” de la función, Will Poulter. En ellos tres y en el joven Blake Cooper, está la clave de la película, en cómo con unas pocas líneas de diálogo convierten sus personajes en tridimensionales pese a las trabas de la historia.
No voy a entrar en polémicas sobre la fidelidad al texto original de la novela, que me he leído previamente. Sí, entiendo el enfado de algunos fans. No, no lo comparto. Me gusta que la película sea distinta al libro, que tenga su propia identidad, que funcione como una adaptación libre, no como un calco de la historia que ya he visto en la novela. Hay muchos cambios. Los acepto y abrazo todos, aunque algunos no sean adecuados. Uno en concreto daña a la película, el referente a la picadura de los Laceradores y el Cambio, algo que en la película, tal y como está contado, no tiene mucho sentido. Pero, el resto, bienvenidos sean. Desde la resolución del laberinto a la historia en sí, desde el diseño del Claro a los propios personajes, me gustan los cambios. Han hecho que la película me sorprendiese. Para bien. Y deja como resultado una historia llena de acción, muy entretenida, con intriga, con aventura y con momentos ciertamente inquietantes, además de sentar las bases para la secuela y dejarnos con ganas de conocer más sobre este mundo y sus personajes. Eso sí, le falta algo de peso dramático, algo de empatía con los personajes, y eso se nota. Pero el resultado final sigue siendo una buena película de acción y ciencia ficción. Con suerte, el principio de lo que está por venir.
Jesús Usero
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