Crítica de la película El Fotógrafo de Minamata
Uno de los mejores papeles recientes de Johnny Depp al servicio de un guión poco brillante.
Manteniéndonos al margen de las polémicas y de las situaciones sobre las que decidirán los juzgados correspondientes y que no tienen que ver con la carrera de Depp, no podemos negar el talento que siempre ha tenido el actor. Un talento que le brotaba a borbotones y que en los últimos años, por desgracia, se ha visto ocultado muchas veces debido a la pasión del mismo por los disfraces, el maquillaje, las prótesis y una suerte de personajes extremos que parecían muchas veces intentos por no parecerse a Jack Sparrow, consiguiendo justo lo contrario. Un desperdicio para el talento del actor que aquí vuelve a brillar con fuerza y nos recuerda lo gran intérprete que es.
La historia del fotógrafo Gene Smith no sería lo mismo sin la interpretación de Depp. Un fotógrafo al final de su carrera, borracho, en bancarrota, repudiado por sus hijos, perseguido por fantasmas… Sus días de gloria pasaron y no parece muy interesado en recuperarlos. Con ir tirando, le sirve… Hasta que en su camino se cruza la historia de Minamata, lo que le lleva a Japón para intentar descubrir lo que se esconde tras la terrible enfermedad que asola a la pequeña población y que puede tener que ver con los vertidos químicos al agua de una fábrica cercana. Aunque quizá Smith no esté en condiciones de desvelar la verdad de lo que sucede en Minamata.
La película cuenta con el pilar de Depp pero desaprovecha a otros dos enormes actores. Hiroyuki Sanada y Bill Nighy están presentes más como mero adorno o como artificios argumentales que como personajes de pleno derecho. Y la culpa la tiene el guión. Uno que, respetuoso con la historia original, está demasiado interesado en mostrar la superficie, y no el corte en la herida. La trama romántica sobra casi por completo, y sus saltos al thriller (la escena del hospital, la batalla campal…) son insuficientes. Demasiadas veces cae en tópicos (el personaje de Nighy), porque lo que le interesa es mostrar el poder de una imagen, no contar una historia. Todo nos lleva a la fotografía real que se convirtió en leyenda del fotoperiodismo.
Mientras Depp se esfuerza, con un maquillaje mucho más discreto que otras veces, en mantener todo a flote. La historia es interesante, y a través de los ojos desolados de Depp, de su fracaso personal y profesional, se convierte en algo más. El aire de documental que le da visualmente el director, Andrew Levitas, ayuda, pero en algunos momentos casi parece que se aburre al contar la historia (vean la comparación entre la escena de la foto o de cualquier foto, y el hospital, por ejemplo) y el montaje al final resulta… poco acertado. Pese a la amargura de lo que descubrimos, el público aplaude porque las imágenes muestran otra cosa. Es un enorme riesgo que corren y no triunfan. El Fotógrafo de Minamata queda en un correcto drama histórico que si es algo más es gracias a su protagonista y pese a su guión.
Jesús Usero
★
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