Crítica de la película El juego de Ender
El juego de Ender, ciencia ficción de calidad, imprescindible para los amigos del género y recomendable para aficionados al buen cine.
La adaptación al cine de El juego de Ender, la novela de Orson Scott Card, no era nada fácil y de hecho todo apunta que muy posiblemente el mejor terreno para trasladarla al audiovisual era el de la serie o miniserie de televisión. A pesar de ello, el resultado final de esta adaptación a la pantalla grande de la fábula sobre sobre la corrupción de niños soldados convertidos en asesinos tiene una excelente factura visual, saca el máximo partido a su despliegue de efectos visuales, y propone una forma de entender la ciencia ficción más madura y cercana a los planteamientos literarios del género. Esa misma tendencia marcó las películas de ciencia ficción en su paso a la edad adulta, iniciada con 2001 de Kubrick a finales de los sesenta, y finalizada abruptamente con ele estreno de La guerra de las galaxias de George Lucas más o menos una década más tarde. El juego de Ender en su forma como película es el perfecto ejemplo para definir esa frontera que separa las versiones cinematográficas de las historias que adaptan, en una lógica mutación que impone las necesidades del medio cinematográfico sobre las necesidades y logros de la literatura. La película elige centrarse en el personaje que da título al libro, podando el resto de las subtramas implicadas en el relato original Fundamentalmente la gran sacrificada es la subtrama que protagonizan la hermana y el hermano de Ender, que en el momento de aparición de la novela fue un excelente ejercicio de prospectiva de su autor, anticipando el papel de internet y las redes sociales en el devenir político. Eso elimina casi totalmente el papel del hermano de Ender, que en la novela era un antagonista, la gran amenaza, y deja el papel de la hermana bastante mermado narrativamente. Teniendo en cuenta que todas las novelas de Orson Scott Carr hablan de la familia, es una pérdida que muchos seguidores del libro podrían considerar lógicamente muy sensible. Pero al leer los créditos de la película se me ocurrió que el término “basado en…” tiene un significado que quizá a muchos se nos podría haber escapado cuando hacemos balance de las adaptaciones de la novela al cine. Lo cierto es que dentro de una novela no hay nunca una sola, sino muchas historias distintas, y como ejemplo basta citar una destacada obra maestra de la ciencia ficción cinematográfica, Blade Runner, que dejó fuera de su relato varios elementos y subtramas interesantes de la novela de Phillip K. Dick que la inspiró, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, especialmente el tema del Mercerismo. Es un excelente motivo, entre muchos otros, paras volver a insistir en que es esencial leer, porque además leer sigue siendo el mejor pasatiempo que conozco. Teniendo en cuenta esa pluralidad de historias que habitan en toda novela y el hecho de que leer sigue siendo mi pasatiempo favorito, incluso por delante del cine, no me causa mucho problema ni escrúpulo ver versiones cinematográficas que adaptan la parte del libro original que a sus creadores les parece más significativa. Siempre y cuando sigan siendo fieles a eso que algunos llaman “el espíritu” del original y yo prefiero calificar simplemente como las tripas del asunto. Ese “espíritu” y esas tripas están plenamente presentes en esta versión cinematográfica de El juego de Ender, aunque inevitablemente sus artífices hayan decidido podar toda la parte “política” de la novela, que servía como contrapeso de equilibrio de la parte más belicista de la misma. Lo cierto es que me molesta más que la simplificación que se impone en la versión cinematográfica nos deje una peripecia de formación de Ender más concentrada en lo referido a su largo periodo de aprendizaje, promoción y liderazgo, una reducción de las batallas que debe librar y del papel del libro que da título a la historia así como un resumen del papel que tiene el videojuego como alternativa de género de fantasía y cuentos infantiles que en la obra de Orson Scott Card complementa con excelentes resultados las claves de ciencia ficción.
Lo que ocurre con esta versión cinematográfica de El juego de Ender, es que mirada desde la experiencia de haber leído la novela puede hacernos caer en la trampa del purista fundamentalista, llevándonos a pensar que esa poda de elementos de la misma es perjudicial para el relato, porque rompe la trinidad de distintas caras que presentaba el mismo: la peripecia de formación y superación de Ender en el entorno militar, que es un excelente ejemplo de la ciencia ficción militarista aplicada a reflexiones humanistas; las fábulas fantásticas desplegadas en el videojuego del gigante que introduce la fantasía en esa fórmula narrativa de ciencia ficción, incorporando elementos grotescos que son como un eco de las aventura de Alicia en el país de las maravillas, y finalmente la trama de manipulación y ascenso al poder de los dos hermanos en el frente civil, que añade una nota de distopía tecnológica al conjunto, además de constituirse en principal valedora del relato como interesante ejercicio de prospectiva y anticipación dentro de la ciencia ficción de carácter sociológico.
Pero lo mejor de El juego de Ender es que contrarresta esa pérdida de personajes, elementos y subtramas con un vigor visual que emparenta la película con el gran clásico entre las obras maestras del género, 2001 una odisea del espacio, y aunque el director cita como influencia al cine de David Lean en la vídeoentrevista que le hicimos para esta misma página, lo cierto es que a quien esto escribe le parece que la principal influencia de El juego de Ender está en las películas de Stanley Kubrick. Además de la lógica presencia como referente en clave de eco visual que se incorpora desde 2001, la película se desarrolla argumentalmente como una especie de variante de La chaqueta metálica en todo lo referido al entorno cuartelero que rodea al protagonista y su educación para dar la muerte a sus enemigos, incluyendo su antagonismo con el superior inmediato, Bonzo Madrid, o la manipulación emocional a que es sometido por el encargado de su formación, interpretado por Harrison Ford, y por el responsable de su entrenamiento como líder de la flota, interpretado por Ben Kingsley, dos “padrinos” del protagonista que incorporan a la historia el tema de la suplantación de la paternidad y la familia por el ejército. El tema de los niños convertidos en guerreros encuentra además una forma de desarrollarse que convierte a los jóvenes reclutas en una variante de los Drugos que protagonizaban La naranja mecánica, aunque para satisfacer las necesidades de amortización del presupuesto se hayan limado los momentos más violentos de la novela original en los duelos de Ender con sus compañeros, especialmente en el caso del personaje de Bonzo Madrid. Por otro lado, el viaje de búsqueda de aceptación y definición de sí mismo que emprende Ender lo aproxima al antihéroe más completo de la filmografía de Kubrick: Barry Lyndon. Todo eso mientras la película bascula en lo referido a su escenografía entre 2001 (en el interior de la base y el espacio exterior) y Teléfono rojo: ¿volamos hacia Moscú? (en el diseño y la iluminación de los fragmentos que transcurren en el juego final con los mandos contemplando el resultado de la batalla).
De manera que cabe asegurar que todo aquello que la película ha podado de la novela original, está equilibrado sobradamente con su factura visual, sus referentes cinematográficos y un reparto que realmente consigue meternos incluso más que las propias imágenes en esta muy recomendable y madura propuesta de ciencia ficción cinematográfica, que además consigue hacernos reflexionar sin perder un ápice de su poder de entretenimiento.
Miguel Juan Payán
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK