Crítica de la película El poder del perro
Poderosa historia de rivalidad, drama y amor, completamente inesperada.
Según comienzan los primeros compases de El Poder del Perro, la nueva película escrita y dirigida por Jane Campion, uno cree adivinar la dirección que va a tomar la historia, lo que está por venir. Y no podría estar más confundido, salvo que haya leído el libro en el que se basa la película. Al menos así me sucedió cuando, tras cada giro de guión, tras cada anticipado momento, me daba cuenta de que la película estaba dispuesta a sorprenderme. Sin estridencias, sin excesos, simplemente visitando el camino menos recorrido. En lugar de apostar por el melodrama, decantándose por una historia seca y dura, con elementos de thriller psicológico que son claves para entender la película en su totalidad.
La historia nos presenta a dos hermanos interpretados por Benedict Cumberbatch y Jesse Plemons, que no pueden ser más opuestos. El primero es seco, dominante y hasta violento, y el segundo es apacible e indolente. Ambos poseen un rancho con miles de cabezas de ganado. Cuando el segundo hermano se casa con una viuda local y ella y su peculiar hijo se trasladan a la casa familiar, la tensión entre ambos crece, a medida que Cumberbatch atormenta a la viuda y su hijo, llevándolo a extremos insospechados. Aunque quizá un giro de los acontecimientos haga que el carácter del personaje cambie y se abra a una posibilidad no descubierta antes por él. Quizá una última oportunidad de recuperar una humanidad casi perdida años atrás…
Si tuviese que hacer una apuesta este año, sería que Cumbertbatch gana el Oscar a mejor actor. Su trabajo como Phil es simplemente brillante. Y quedan muchas grandes películas por estrenarse en la carrera por los premios, pero ver al actor en acción es una maravilla. El modo en que cambia con un solo gesto el tono de toda una escena es digno de ser visto en pantalla grande. A su lado Jesse Plemons y Kirsten Dunst están también maravillosos, pero es Kodi Smit-McPhee quien se lleva el gato al agua cara a cara con Cumberbatch en una interpretación casi hierática, pero que con cada leve gesto es capaz de decirlo todo, y que sienta de maravilla a su personaje. Hacen que merezca la pena pagar el precio de la entrada.
Convertida en una de las directoras de cine más importantes de los 90 tras dirigir El Piano, Jane Campion empezó a pasar más desapercibida y desde su anterior película han pasado nueve años, aunque por el camino nos ha deleitado con la sensacional serie Top of the Lake. Aquí regresa demostrando que sigue teniendo pulso narrativo, mano con los actores y un enorme talento para crear un relato, también como guionista, donde el paisaje es clave, donde la historia es cruda, dura y siniestra por momentos. Donde casi puede olerse el sudor y el orín, el alcohol y la sangre, pero que nunca es excesiva, recargada o melodramática. Por eso, por ese guión tan medido, por esa elegancia y contundencia visual, según lo que se requiera, y por ese reparto impresionante, estamos ante una de las películas del año.
Jesús Usero
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