Vuelve el mejor Spielberg con una gran pelĂcula de espionaje. Si están pensando en cine tipo James Bond, Jason Bourne o Mission Impossible, ya pueden ir olvidándose, claro. Esto está más cerca de una novela de John LeCarrĂ©, algo donde lo que importa siempre son los personajes, no los actos, y una carta de amor al cine clásico, pero como es habitual en el caso de Spielberg, con personalidad propia, con su propio sello narrativo y un ritmo que no diremos que sea trepidante, pero que va en aumento hasta un soberbio final donde la tensiĂłn se siente en la sala gracias a la maestrĂa del director. Empieza a sonar como seria candidata en la temporada de premios, y la verdad es que más de una nominaciĂłn puede llevarse.
Una historia basada en hechos reales que nos lleva a la Ă©poca de la Guerra FrĂa y al descubrimiento de un espĂa, interpretado soberbiamente por Mark Rylance, y un abogado que debe defenderle en un juicio, con la intenciĂłn de que el mundo sepa que Estados Unidos respeta los derechos incluso de los espĂas… Pero la cosa se complicará, hasta llevarnos a un intercambio en la Alemania dividida que convierte la pelĂcula en dos en realidad, la primera cine de juicios, la segunda cine de espĂas de la vieja escuela. Tom Hanks se echa encima el protagonismo casi exclusivo de la pelĂcula con la solvencia habitual, con un personaje que tiene ecos del cine de Frank Capra, un hombre recto, honrado, justo y valiente, que ve como todo su mundo se tensa ante una situaciĂłn más que inesperada.
Hay otra cosa que me ha llamado la atenciĂłn en lo referido a cĂłmo mostrar o no mostrar la violencia, aspecto en el que Villeneuve es muy cuidadoso y trabaja bien la dosificaciĂłn para dejar al espectador un papel de co-autor de la parte más inquietante de sus pelĂculas y que tambiĂ©n aparece en Sicario. El director tiene muy claro lo que quiere mostrar y lo que no quiere mostrar en su pelĂcula, es decir, aquello que prefiere que el espectador imagine. Pese a ese tono cercano al cine de Capra, la pelĂcula tiene un tono ácido y cĂnico por momentos que nos lleva a sentir mayor simpatĂa por el espĂa ruso, un gigante Rylance, que se ha ganado la nominaciĂłn al Oscar desde ya, que por los supuestos “buenos” americanos, la CIA, el poder judicial, los propios amigos y colegas del protagonista o, incluso, el propio pueblo anĂłnimo, muy llevado al linchamiento pĂşblico desde el anonimato… Brilla asĂ con personalidad propia la parte judicial, como tambiĂ©n lo hace el viaje a Alemania, la parte de cine de espĂas, donde el peligro (real o no) ronda a la vuelta de la esquina.
La personalidad del director, con esa bellĂsima fotografĂa, se nota en momentos como el tren cruzando entre las dos Alemanias (una secuencia brillante), la reuniĂłn en la embajada rusa, la ironĂa del relato, la relaciĂłn de amistad entre Rylance y Hanks… Tampoco perdamos ojo a miembros del reparto como Alan Alda, capaz de que no le olvidemos en apenas un puñado de escenas, o Amy Ryan. Con casi dos horas y media de duraciĂłn, la pelĂcula te mantiene pegado a la butaca, impecable en su factura tĂ©cnica y su narraciĂłn, maravillosa en casi todos los ángulos (aunque el personaje de Hanks es demasiado… perfecto, no sĂ© si me entienden). El resultado es un gran thriller, con aroma a clásico y que seguramente dejará a los cinĂ©filos más que satisfechos.
JesĂşs Usero
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