Los tres reyes malos. Comedia gamberra en clave navideña que alterna tópicos con disparates.
Imaginen un cruce entre Resacón en Las Vegas y Juerga hasta el fin con algunas gotas de fábula navideña estilo Frank Capra en plan ¡Qué bello es vivir! y una especie de variante de Cuento de Navidad de Charles Dickens y tendrán una idea bastante aproximada del disparate que ha construido, en plan monstruo de Frankenstein, con distintas referencias, guiños y cameos de famosetes el director de 50/50 y Memorias de un zombi adolescente. Como le ocurriera en ésta última, con Los tres reyes malos nos encontramos una historia que funciona mejor de partida y en su primera mitad, como aventura urbanita estilo ¡Jo qué noche! de Scorsese, pero acudiendo a la explotación del socorrido tema de los solteros que se niegan a comprometerse y ya treintañeros o cuarentañeros siguen persistiendo en sus frikadas como si permanecieran inevitablemente atados a la adolescencia. Los tres protagonistas masculinos de la película responden a ese perfil de inmadurez que domina la comedia norteamericana en los últimos años, el de la adolescencia inacabable, una especie de complejo de Peter Pan pasado de fecha como los yogures. Y por esa parte, la parte más gamberra, acumulación de chistes soeces, la película funciona y arranca algunas risas, sobre todo con el enredo derivado del intercambio de teléfonos y merced al personaje de Seth Rogen, que es lo más divertido, con mucha diferencia, de la película. Rogen es el motor del humor más disparatado, y parece funcionar a un nivel completamente distinto del de sus otros dos compañeros. El moñas interpretado por Joseph Gordon-Levitt no tiene casi gracia, y tampoco le ha tocado la mejor subtrama, porque es la parte romántica, moñona, que casi es un lastre para la parte más disparatada y divertida. Ñoñez sublime la de su intervención. El personaje es puro tópico, y su conflicto también. Algo similar ocurre con el personaje de Anthony Mackie. Otro tópico que se empantana, como el de Gordon-Levitt en su lastre sentimental. La novieta del primero y la mamá del segundo son como grandes fardos argumentales que frenan el disparate y mandan el argumento por la parte más ñoña y babosilla de la propuesta. Mucho mejor es la aportación al conjunto de los que junto con Rogen son lo que sustenta la parte humorística del asunto: el señor Green interpretado por Michael Shannon, una divertida variante sarcástica y porrera de los fantasmas que perseguían al señor Scrooge de Charles Dickens, y ese Grinch femenino dispuesto a reventar la navidad al que da vida Ilana Glazer. Sus apariciones levantan el nivel de disparate de la propuesta y por tanto mantienen viva la llama de comedia gamberra.
En su conjunto, saludo positivamente esta película porque creo que hacen falta comedias que se tomen a chufla la Navidad. Pero al mismo tiempo creo que se han domesticado en exceso en algunas de sus partes, que meten de contrabando la sensiblería que se supone van a criticar con los personajes de Gordon-Levitt y de Mackie, que se les cuela el espíritu más moñón del asunto por la gatera de lo sentimentaloide, y con todo eso pierden mucho fuelle, sobre todo al final, por mucho que el diálogo pretenda otra cosa (caso de ese diálogo final sobre qué hacer con los padres de tu chica, que es mera cortina de humo para disfrazar lo que en definitiva es simple y llanamente una escena romántica poco original y sensiblera).
Dicho todo esto, le falta pegada, le sobra ñoñez, pero en algunos momentos de Seth Rogen me he reído, así que por eso le casco tres estrellas. Sin embargo en toda su sensiblería no pasaría de dos estrellas.
Miguel Juan Payán
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