Hollywood es una factoría de sueños cuya realización en ocasiones, supone desgracias de enorme calibre. Muchos han sido los rodajes de ambiciosas películas que se han cobrado la vida de especialistas, extras o hasta de la propia estrella de la película. En los últimos años hemos tenido noticas de la muerte de un especialista en efectos visuales durante el rodaje de la maravillosa El Caballero Oscuro, de la de otro miembro del equipo durante la filmación de la última película de John Woo Acantilado Rojo, o de uno que falleció mientras se rodaba xXx, la cinta de acción protagonizada por Vin Diesel. Y, remontándonos más en el tiempo, podemos recordar el fallecimiento de un vigilante de leones que fue devorado por esos mismos animales durante el rodaje de La Profecía, por no hablar de la muerte de Brandon Lee, el vástago de Bruce Lee, mientras rodaba El Cuervo, que convirtió a la película en el legado póstumo del que se presumía nueva estrella del cine de artes marciales.
Pero en 1982 se produjo una desgracia mayúscula, semejante a la de Brandon Lee, puesto que también se trató de uno de los protagonistas de la película en cuestión, que además vino acompañada de la muerte de dos niños vietnamitas que trabajaban ilegalmente como extras. La película era En los límites de la realidad, un intento de Warner por trasladar el éxito de la serie televisiva del mismo nombre a la gran pantalla, y que contó como directores con Steven Spielberg, Joe Dante, John Landis y George Miller, un cuarteto de lujo que se encargó de los diferentes segmentos argumentales de los que constaba la obra.
Twilight Zone: The Movie resultó ser una irregular película lastrada, cómo no, por la desgracia ocurrida durante su filmación. John Landis dirigió las partes más meritorias de la película, el prólogo y el primer segmento. Dan Aykroyd y Albert Brooks mantenían un divertido duelo dialéctico en la escena que abría la película, mientras que el primer segmento era una historia sobre la intolerancia y la homofobia, con moraleja final incluída, tras las penurias atravesadas por Vic Morrow, el actor que perdió la vida durante el rodaje.
Morrow interpretaba a Bill Connor, un tipo amargado por su situación laboral que ve como sus más bajos instintos homófobos le llevan a despotricar contra negros, judíos y orientales, durante una conversación en el bar con dos amigos. Cuando se despide de ellos y sale del bar, vivirá una experiencia aterradora que le llevará a plantearse su ideología. Éste es, sin duda, el episodio más interesante de la película, escrito por el propio Landis, y que resultaría ser el trabajo póstumo de su protagonista.
Vic Morrow era un competente actor que había empezado su carrera trabajando con alguno de los más prestigiosos directores de los años 60, como Richard Brooks, con quien trabajó en Semilla de Maldad, Robert Wise, con quien rodó el western La Ley de la Horca, o Anthony Mann, quien le dirigió en Cimarron. Pronto se labraría una fructífera carrera en televisión, apareciendo en series míticas como Alfred Hitchcock Presenta…, Bonanza, Los Intocables, Misión Imposible o Las Calles de San Francisco.
El viernes 23 de julio de 1982, durante el rodaje del segmento argumental de En los límites de la realidad que protagonizaba, Morrow falleció a causa de un accidente de un helicóptero. El piloto perdió el control del aparato y el actor fue decapitado por las hélices, al igual que Myca Dihn Le, un niño que actuaba como extra. Otro niño, Renne Shin-Yi Chen, murió también, aplastado por el helicóptero.
Como no podía ser de otra manera, la maquinaria de Warner se puso en funcionamiento para que la desgracia afectase lo menos posible a la película, y, por descontado, a su rentabilidad. Pero la cinta quedaría marcada para siempre por el trágico acontecimiento, así como las relaciones entre Spielberg y John Landis. Sólo un año después del estreno de una película marcada por la tragedia, Poltergeist (varios miembros del reparto fallecieron después del rodaje), En los límites de la realidad proseguía con la maldición de las películas de género.
El actor de la imagen, Scatman Crothers, protagonizaba el segmento dirigido por Steven Spielberg, una simpática trama escrita por el gran Richard Matheson, quien ya había firmado los libretos de muchos episodios de la serie original. La historia es cien por cien spielbergiana, con una residencia de ancianos en donde alguno de sus inquilinos rejuvenece gracias al toque mágico de Mr.Bloom, el personaje de ese actor de físico peculiar que era Crothers. El complejo de Peter Pan que desde siempre ha estado presente en la obra del Rey Midas se ponía de manifiesto una vez más en este entrañable cuento.
Kathleen Quinlan protagonizó el tercer episodio, el más aburrido de la película. Fue dirigido por Joe Dante, reputado director de cine fantástico que había adquirido relevancia con Piraña y Aullidos, y que un año después de En los límites…estrenaría su mayor éxito, Gremlins. Dante poco pudo hacer con una historia lamentable, sobre un niño con poderes que engaña al personaje de Quinlan para que le acompañe a su casa, en donde esconde terribles secretos derivados de sus poderes mentales. Duele en el alma ver que este episodio viene firmado también por un Richard Matheson que no estuvo precisamente afortunado.
Y llegamos al último capítulo, una divertidísima locura en forma de breve historia de terror protagonizada por un estupendo John Lithgow, uno de esos actores de quien uno tiene la sensación de que nunca ha sido suficientemente aprovechado en el cine. Lithgow interpreta a John Valentine, pasajero de un vuelo que será bastante movido…Aquí sí Matheson está sublime, componiendo una historia simple, pero efectiva, terrorífica y dinámica, cuyo visionado podría justificar por sí sólo la existencia de la película. George Miller, responsable de la mítica Mad Max, se encargó de dirigirlo.
Este cuarto segmento empalma directamente con el estupendo prólogo dirigido por John Landis, lo que hace que uno termine de ver la cinta con un buen sabor de boca. Y es que más allá de las terribles circunstancias que acompañaron a la concepción de la película, En los límites de la realidad es una interesante muestra del cine de terror ochentero, inequívocamente aderezado con el almíbar de un Steven Spielberg que desde siempre había mostrado interés por los seriales de suspense, como más tarde demostraría implicándose en la producción de Cuentos Asombrosos.
«Esta puerta se abre con las llaves de la imaginación. Al otro lado hay una nueva dimensión, una dimensión de sonido, una dimensión de imágenes, una dimensión de la mente. Están acercándose a un territorio de sombras y sustancias, de ideas y cosas. Acaban de entrar en los límites de la realidad…»