Crítica de la película En Mil Pedazos
Un interesante viaje al infierno de un adicto.
De la mano del matrimonio compuesto por Sam y Aaron Taylor-Johnson, nos encontramos ante una película creada por y para ellos dos, que son no sólo directora y actor protagonista de la película, sino que además son los guionistas de la película, adaptando el libro de james Frey, quien contó en papel su propia historia. El resultado es una competente película dramática con un fantástico reparto, irregular y con algún altibajo, pero con interesantes reflexiones sobre la adicción y sobre los adictos. Aunque en el fondo, y ese es su gran pecado, no nos cuente nada nuevo, ni aporte nada que no hayamos visto con anterioridad… De hecho, casi todo lo que aporta lo teníamos ya en Días sin Huella. Y desde la película de Billy Wilder han pasado casi 75 años.
En Mil Pedazos toma, como decíamos, la historia real de James Frey, quien en la película está interpretado por Aaron Taylor-Johnson, por supuesto, y que en un momento determinado, tocando fondo en su vida, acaba en un centro de rehabilitación, un lugar donde nadie le obliga a estar, pero lo que le espera fuera es peor, por lo que se mantiene pese a todo, en un lugar donde deberá hacer frente a la adicción a las drogas y a su alcoholismo, y sobre todo a sus demonios. No estará solo porque una peculiar comunidad de personajes le acompañarán en el viaje, desde su hermano a su terapeuta, pasando por los otros habitantes del centro. Y quizá incluso, descubra de nuevo el amor.
Aaron Taylor-Johnson es el auténtico motor de la película y en su interpretación, a través de sus ojos, vemos el dolor, la rabia y el miedo. Su eterna lucha, su viaje, su pelea con la religión (hay momentos muy interesantes en ese sentido), en el que además se encuentra acompañado de un reparto de lujo, con nombres como Juliette Lewis, Charlie Hunnam, Giovanni Ribisi, Dash Mihok, Tom Amandes, Eugene Byrd o David Dastmalchian. Hasta los nombres menos populares, que no con menos talentos, tienen su peso en la historia, pero quien realmente destaca con su peculiar figura paternal, es Billy Bob Thornton, al que se le ve disfrutar con esta peculiar historia y con su personaje.
La directora acompaña la historia con una fantástica puesta en escena, y aprovechando una sola localización para darle vida a la historia, sin caer en repeticiones y con momentos como la visita al dentista que son sensacionales. Pero el problema viene de la mano del guión escrito entre ambos. Es una historia en la que se nota que han recortado elementos, porque hay personajes que desaparecen sin venir a cuento, y para lo que aparecen casi es mejor haberlos dejado fuera (especialmente Dastmalchian o Ribisi, que dejan sus tramas completamente abiertas…) Junto a todo eso, tenemos una serie de tópicos e ideas que son demasiado repetitivas, y un romance que está met6ido con calzador en la historia, aunque tenga su peso en la historia. Todo es predecible y eso no ayuda al resultado. Por eso hablamos de una buena película, y no de una realmente memorable.
Jesús Usero
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