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jueves, mayo 2, 2024
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Entre lobos ***

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Es curioso el caso de Entre Lobos dentro del panorama español de cine porque es una película que se aleja de gran parte de lo que hemos podido ver durante todo el año en nuestras pantallas. Es cine de aventuras con un sabor casi de documental y una historia enternecedora de amistad, sin babas, entre hombre y animal, que va incluso más allá cuando plantea la relación entre un joven que está huido y solo y un hombre no menos solo que lo ha perdido todo.

Y lo hace todo con honestidad y cariño, sin demasiados excesos y con algunas muestras de gran cine por parte de un reparto muy bien ajustado y de una producción bastante ejemplar. Sobre todo en los tiempos que corren.

Quiero decir, que Entre Lobos no es un drama urbano, ni una comedia costumbrista, ni una gallarda mental de esas a las que nos tienen acostumbrados tantos y tantos visionarios de salón que creen contar la historia más importante del mundo, cuando es algo que sólo les interesa a ellos. Tampoco es una historia sobre la guerra civil, aunque algo del franquismo nos encontremos de refilón, pero tiene más que ver con la trama de aventuras y con presentar unos villanos a la función que con hurgar en las mismas heridas de siempre.

Lo que ya es menos de recibo es que se engañe un poco al espectador, de forma sibilina, diciendo que es una película de Juan José Ballesta, cuando el actor aparece apenas 15 minutos poco más o menos, y el verdadero protagonista de la película sea en realidad Manuel Camacho, un joven niño cordobés que se come la pantalla con cada gesto y que tiene la voz y los rasgos perfectos para dar vida al personaje que interpreta.

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La historia de Marcos, un joven que se refugia en el monte con un pastor y que debe aprender a vivir con la naturaleza, quedando solo en el monte durante años, está basada en una historia real, lo que en este caso no le resta ni un ápice de valor al resultado final, cargado de inteligencia y buen saber. Una mezcla de Tarzán o El Libro de la Selva con un documental de Félix Rodríguez de la Fuente, con imágenes que a cualquier amante de la naturaleza resultarán de una belleza increíble, aunque puede que a otras personas le resulten algo repetitivas.

Aun así, la mano de Joaquín Gutiérrez Acha, el único español que trabaja para National Geographic, se nota en los planos de la vida salvaje y demuestran que el director, Gerardo Olivares, ha sabido rodearse muy bien. Y es que el hombre tiene una larga y amplia experiencia como director de documentales, como para no saber a qué ascua arrimar su sardina.

Pero Entre Lobos goza de algo muy importante a su favor. Por encima de todo. Rezuma realismo. En los acentos, las costumbres, las palabras, los gestos, la vida en el campo. Gracias a actores que hacen de su papel una joya, como Sancho Gracia o Carlos Bardem, Juan José Ballesta en los pocos minutos que tiene o incluso Dafne Fernández y Antonio Dechent que aparecen en pequeños cameos. Las ropas, suciedad y miseria ayudan, pero todos están soberbios. Comandados, eso sí, por ese monstruo que es Manuel Camacho, y con alguna laguna como la de Eduardo Gómez, un error de casting que cuesta caro a la película.

La relación entre el lobo y Marcos es uno de los grandes pilares de la cinta, pero no lo es menos la que tiene con Atanasio, el duro pastor al que da vida Sancho Gracia en su retorno por la puerta grande a Sierra Morena. Esa relación que poco a poco se transforma en la de un padre con su hijo, llena de miradas y gestos. Porque los diálogos en la película son los justos y necesarios. Pocas palabras medidas con precisión. Lo que se dice, importa.

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Y la historia de amistad dentro de un lugar tan solitario como peligroso, entre el animal y el hombre está muy bien narrada, aunque una elipsis entre el Marcos niño y el joven antes en el metraje, hubiese ayudado a la película. Hay momentos en los que ver al niño triscando por el monte se hace cansino porque la historia no avanza. No sucede nada. Y eso daña al ritmo de la película.

También tiene momentos algo sonrojantes y quizá los que más dañan a la película, como Marcos intentando volar o la enésima vez que un personaje nos cuenta en una película cómo perdió a su familia en la Guerra Civil porque los malos eran muy malos. El trabajo de los actores salva el escollo, pero el daño ya está hecho.

Sin embargo, la historia de los maquis y la Guardia Civil, con Don Ceferino a la cabeza, está perfectamente hilvanada y da el toque de aventuras y suspense que Entre Lobos necesita para no ser la típica historia basada en hechos reales. Aporta algo poco común en el cine español que la emparenta lejanamente con películas como EL Laberinto del Fauno, con ecos de western incluidos.

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Mención aparte, y da una buena nota de la calidad de la película en su producción, merece la banda sonora, compuesta por Klaus Badelt (sí, sí, el mismo de Piratas del Caribe) y en la que también ha colaborado Vicente Amigo. Simplemente espectacular. Todo un lujo pocas veces visto en nuestro cine, por desgracia.

En resumidas cuentas, Entre Lobos es una película que merece la pena ser vista. Un drama humano, pero a la vez una película de aventuras y emocionante, algo extraño dentro del cine español, más aun si tenemos en cuenta que está basada en hechos reales. Una película que no es perfecta pero que llega al espectador por su sinceridad y por la historia que nos cuenta. Porque está llena de vida y porque es una historia que, esta vez sí, merecía la pena ser contada. El público ya ha empezado a fijarse en ella y la gente sale encantada de la sala.

Sólo hay que darle una oportunidad. No hay que dejar que el fuego se apague.

Jesús Usero

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