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jueves, septiembre 12, 2024
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Fin ****

Fin ****

FIN, la pelรญcula mรกs inquietante del aรฑo, un terror psicolรณgico sobre la nada de la existencia.

Nihilismo. La nada. Todas las preguntas existenciales borradas de un plumazo. Eso es lo que nos propone Fin, pelรญcula que arranca como una especie de Reencuentro de Lawrence Kasdan, con los colegas de la juventud recuperando el tiempo perdido y lavando los trapos sucios de la pandilla y descubriendo que eran mucho mรกs sucios de lo que ellos mismos habรญan temido. Desde esos trapos sucios, nace la figura de El Profeta. Inquietante pero a esas alturas del relato todavรญa no temible. Y con la figura de El Profeta, empieza a gestarse el paso del relato al milenarista cine de catรกstrofe. Pero una catรกstrofe sorda, sรณlida, madura, sin melodramatismos sobrados de efectos especiales.

Y por todo ello mucho mรกs inquietante.

Fin nos manda a la calle desde el patio de butacas con mรกs preguntas de las que nos hacรญamos antes de entrar en el cine.

O con ninguna pregunta.

Y esa es su magia.

ยฟInclasificable? No. Pero sรญ arriesgada. Con un par bien puestos para contar lo que quiere contar sin concesiones. Incluso cuando roza al mรกximo la frontera del melodrama sin atreverse a zambullirse en ella desvelando la vinculaciรณn erรณtico-festiva de dos de los personajes al borde de un lago en el que, como en otro muchos paisajes naturales del relato acecha esa nada que se lo come todo y a todos.

Ahรญ, en esa secuencia de revelaciรณn de relaciones entre los personajes, Fin demuestra, como en el resto de su metraje, que su territorio, lรณgico, coherente con el argumento y sus objetivos, es la elipsis, ese parรฉntesis de lo que no vemos, ese parรฉntesis de nada que el espectador va rellenando con inquietud creciente durante toda la pelรญcula.

Reina por tanto la elipsis como recurso desde el principio marcando el pulso narrativo el relato como un diapasรณn. Siguiendo con su coherencia, Fin es ademรกs una pelรญcula de catรกstrofe sin catรกstrofe. Otra elipsis, la elipsis mรกxima: eliminar las tradicionales secuencias trepidantes de caos y devastaciรณn que priman en el cine milenarista. Ojo, esto no significa que no haya secuencias de acciรณn. Lo que ocurre es que estรกn muy bien dosificadas para mantener el reinado de la intriga en todo el relato. Una intriga creciente que aumenta durante lo que es en definitiva un relato de viaje de los personajes, una โ€œroad movieโ€ siniestra, donde mรกs que descubrir un mundo descubren el fin de un mundo. Su mundo. Nuestro mundo.

Pero sin histrionismos. Sin gore. Sin sustos gratuitos.

Todo muy sereno, incluso me atreverรญa a decir que resignado. Nihilista.

Eso por lo que respecta al propio ritmo de la pelรญcula, naturalmente.

Porque los personajes viven la catรกstrofe cada uno a su manera y todos ellos hacen su propio viaje de maduraciรณn en el relato.

Personajes que, por ser una pelรญcula de carretera, o de viaje, estรกn claramente contrastados con un paisaje terrorรญficamente bello, en el que la belleza se contrapone dramรกticamente al vacรญo, a esa nada que es el gran antagonista de este grupo de protagonistas corales en los que cada actor tiene su momento brillante, pero donde, si me permiten la opiniรณn, brilla especialmente Maribel Verdรบ. Esplendorosa y dramรกticamente bella en su propio viaje de bรบsqueda de respuestas y en el desenlace, que es posiblemente la elipsis mรกs brutal, aquella en la que el espectador puede construir sus propias imรกgenes para rellenar aquello que no llegamos a ver en la pantalla.

Es en el tramo final del personaje de Maribel Verdรบ cuando queda mรกs claro que en definitiva lo que se nos propone como espectadores es un interesante juego de interacciรณn con la pelรญcula y su personajes perfectamente relacionado con el tema del argumento.

El espectador se pasa la proyecciรณn jugando en primer lugar a resolver el enigma, pero al mismo tiempo, en segundo lugar, juega a imaginar esas imรกgenes que no llega a ver, esas elipsis de las que he hablado, intentando componer un puzle que no acaba de revelarnos todas sus piezas, ni siquiera al final.

Ese intento de componer por cuenta propia lo que no llega a ver, incrementa el estado de inquietud del espectador, reforzando la intriga, y le otorga a Fin una nueva naturaleza como pieza cinematogrรกfica para la reflexiรณn que tiene muchos puntos de contacto con algunos planteamientos teatrales de Anton Chejov, aunque en este caso no sea la decadencia de una clase social lo que se nos planeta, como en El jardรญn de los cerezos, sino la demoliciรณn de toda una civilizaciรณn, de toda una especie, representada para el espectador en la paulatina demoliciรณn de esa otra familia que son el grupo de amigos protagonistas. Tal y como ocurriera en la fรณrmula aplicada por Chejov, el paladรญn narrativo de los tiempos muertos dispuesto siempre a primar la impresiรณn sobre la acciรณn, todos los detalles son esenciales para esas escenas en las que, sรณlo en apariencia, no ocurre nada.

Y, hablando de detalles llegamos a una de las mejores ideas de la pelรญcula: el desplazamiento en mi opiniรณn genial de las escenas de catรกstrofe propias de este gรฉnero milenarista a esos dibujos al carboncillo que nos van metiendo la inquietud en el cuerpo desde el primer momento y hacen ademรกs las veces de recurso narrativo, actuando como prolepsis (o si ustedes prefieren flashforward). Hacer que la acciรณn catastrofista se concentre en esos dibujos permite mantener ese juego estilo Chejov en el que la impresiรณn estรก por encima de la acciรณn propiamente dicha.

Miguel Juan Payรกn

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