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martes, mayo 21, 2024
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Grand Piano ****

Grand Piano ****Grand Piano, ejemplar ejercicio de intriga con teclas de sobra para divertir al espectador.

Eugenio Mira ha rodado con Grand Piano un homenaje perfecto al cine de Alfred Hitchcock. De hecho la película es como una prolongación de una de las secuencias míticas de suspense del director de Psicosis: el final de la segunda versión de El hombre que sabía demasiado que protagonizaran James Stewart y Dori Day. Mira se tira a la piscina en un triple mortal y dilata al máximo ese fragmento que Hitchcock tejió con ánimo incorporando a los muchos alardes de su filmografía haber rodado uno de los fragmentos de cine musical más inquietantes de la historia del cine. Eugenio Mira hace lo propio sacando el máximo partido a su doble preparación como director y músico, que le permite desplazarse con igual seguridad y el mismo temerario atrevimiento por el pentagrama y por el celuloide, como un funámbulo empeñado en romper todos los récords de intrepidez a la hora de mezclar ambos mundos. El objetivo de proporcionar un espectáculo de intriga y tensión al espectador lo cumple de sobra poniendo en pantalla una película que encaja perfectamente con un cierto tipo de películas en las que el epicentro de la trama está en la propia situación que viven los personajes. Poderosamente asentadas en la brillantez de su filmación y montaje, estas películas que podríamos llamar “de situación” son una tradición del cine de suspense, como demuestran precisamente algunas de las obras maestras de Alfred Hitchcock: Náufragos, La soga, La ventana indiscreta. Además este tipo de propuestas de intriga han encontrado un hueco destacado entre los gustos del público en fechas más recientes, como confirma la buena acogida de títulos como Buried (Enterrado), dirigida por el productor de Grand Piano, Rodrigo Cortés o Gravity, de Alfonso Cuarón.

Grand Piano de Mira ofrece muchos elementos en común con esas otras ofertas de ocio, evasión y entretenimiento a un espectador que debe recuperarse para el cine en sala y pantalla grande. Porque este tipo de películas está concebido y gana mucho disfrutado siguiendo el ritual de la sala oscura en compañía de otros, especialmente si tenemos en cuenta que su argumento transcurre casi por entero durante la celebración de un concierto, de manera que Mira ya se ha ocupado de que, disfrutada en sala, esta película nos permita integrarnos como espectadores en esa interpretación del protagonista, concertista de piano, donde cualquier cosa puede suceder a medida que va desgranando las piezas que integran su repertorio, facilitando la ruptura de la cuarta pared: somos tan espectadores del concierto mortal como los propios espectadores que asisten al concierto de la película. Y ese juego no puede reproducirse por completo más que en una sala de cine, lo mismo que no podemos asistir a la trepidante aventura espacial de Sandra Bullock en Gravity de manera completa a menos que la vivamos en una sala de cine y en una pantalla grande.

Por eso creo que además la película de Eugenio Mira destaca por su tesón a la hora de devolverle al cine no sólo sus cualidades como máquina de suspense, sino la relación del cine con el espectador que todavía sabe disfrutar el cine en las condiciones de proyección para las que fue concebido por sus creadores. Dicho de manera más simple: hay que ir a ver Grand Piano en el cine, porque sólo así podremos sacarle el máximo partido a la disparatada y enloquecida sinfonía músicovisual que nos propone Eugenio Mira, que en un momento de la trama parece fundirse como director con el concertista interpretado por Elijah Wood y se atreve a afrontar la pieza imposible de tocar y entrar en ese territorio comanche de las teclas suplementarias del piano de cola que presta su nombre al largometraje, sacándose de la chistera un más difícil todavía visual en el asesinato del pasillo que hace una pantalla partida de lujo y campanillas rizando el rizo de la interextualidad cinematográfica.

Eugenio Mira ha hecho un encaje de bolillos propio de virtuoso del cine en esta película que los más forjados en los avatares cinematográficos y rodajes en general sabrán valorar en su verdadera medida pero el público general puede disfrutar sin problemas como uno de los mejores títulos de entretenimiento y evasión que van a poder ver este año en la cartelera. La capacidad de Mira para homenajear y al mismo tiempo parodiar con socarronería levantina el suspense como herramienta y género del cine ya es motivo suficiente para rascarse el bolsillo, acercarse a la pantalla grande más del gusto de cada cual y pasando por taquilla darse el gusto de ver una actualización de las claves del cine clásico de evasión sin complejos. Lo que nos propone Eugenio Mira, como en su momento nos propusieron los otros títulos citados en esta crítica o comentario, es una fiesta de celebración del cine como imprescindible oportunidad de evasión de calidad, respetando al espectador y sabiendo que la primera obligación del cineasta es entretener al respetable.

En eso, insisto, no cabe sino saludar a Mira como un virtuoso que además tiene las agallas e complicarse la vida y meterse en huertos visuales jugando la baza del más difícil todavía. Gran Piano es cine puro, nada menos. Es evasión, principalmente evasión, pero además es, desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico, una virguería visual para sacarse el sombrero.

Miguel Juan Payán

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