Casi sin lugar a dudas, Harry Potter se ha convertido desde su estreno en la saga más importante del inicio del nuevo siglo. Las seis entregas anteriores han visto como la taquilla respondía de forma increíble con casi mil millones de dólares por entrega recaudados en todo el mundo y una legión de seguidores que han convertido a la franquicia en el fenómeno a nivel mundial que todos conocemos.
Desde los titubeantes, artísticamente hablando, inicios con La Piedra Filosofal hasta esta primera parte de Las Reliquias de la Muerte mucho ha llovido. La saga ha sabido crecer, a mi modo de ver, de forma excelente, pasando de ser un producto para niños excesivamente largo, a una aventura llena de fantasía y posibilidades, sobre todo una vez la saga llegó a manos del director David Yates, que es quien mejor partido ha sabido sacar a todos los elementos que conforman la franquicia.
De hecho fue con la entrega inmediatamente anterior a ésta con la que mejor resultado se obtuvo, quedando un producto oscuro, visualmente fascinante (jamás Hogwarts había resultado tan amplia, misteriosa e interesante como allí) y con cierto sabor a derrota, a batalla perdida, pero también a batalla final en ciernes, a épica contenida. Un precioso paso final antes de la última entrega.
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Dicha última entrega nos llega, como todo el mundo ya sabrá, en forma de dos películas, para mantener, según los responsables, la fidelidad con un libro demasiado extenso como para sólo dedicarle una película. Muchos tacharon este gesto de mera estratagema comercial, intentando sacar beneficio a la gallina de los huevos de oro antes de tener que despedirse de ella por completo.
Visto el resultado final, un poco de eso sí que hay en Las Reliquias de la Muerte Parte 1, pero, sobre todo, hay un problema de ritmo enorme que hace que la experiencia de ver la película no sea todo lo placentera que el gran público podrá esperar. Y sobe todo hay una reiteración continua de elementos argumentales de la entrega anterior que acaban por agotar al espectador.
Y es que la última película de Harry Potter tiene un buen ritmo narrativo, pero ni mucho menos un ritmo perfecto o el realmente deseado. Con la sexta entrega nos quedamos a las puertas de una búsqueda que supondría el camino a la lucha final entre Harry y voldemort y cuando llegamos a esta entrega… nos encontramos con que nos quedamos en el mismo punto que la película anterior, sin apenas un avance real en la trama más allá de ver a los jóvenes protagonistas deambulando por el mundo.
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La trama nunca da realmente un paso al frente y, es más, cerca del final uno empieza a percibir que esa no es s misión. Que lo realmente interesante de la película ha sido guardado para el último capítulo y nosotros, espectadores de a pie, tenemos que lidiar con una entrega menor. Una entrega en la que se resuelven muy pocas de las tramas argumentales planteadas, mientras que se abren aun más tramas e historias que llegan a saturar al espectador, más aún en caso de aquellos que no hayan leído los libros.
Si este es su caso, se dará cuenta de que hay varios momentos en los que uno empieza a divagar si dejó el gas abierto o las luces del salón encendidas, porque la película se despista o empieza a tratar un tema que ni interesa ni hace avanzar la historia. La escena de baile entre Harry y Hermione es buena prueba de ello.
Le falta ritmo, no termina de tener una velocidad media adecuada, provocando que la historia vaya a trompicones, que no sea todo lo disfrutable que debería y que la historia no avance adecuadamente. No, no es lenta. Hay momento s acelerados y momentos en los que se pisa el freno a fondo dejándonos varados. El resultado final es una historia que va a tirones como un coche conducido por un novato. Y aquí puede haber muchas cosas, pero muy pocos novatos, la verdad.
Todo el conjunto, con la falta de ritmo y esa historia algo reiterativa en planteamiento donde apenas se avanza realmente en la trama (por el amor de Dios, ¿cuándo van a solventar “sus diferencias” Ron y Hermione?) me hacen pensar que la siguiente entrega podría pecar justo de lo contrario. De ser demasiado atropellada y querer contarlo todo en un instante. Casi a contrarreloj para poder contar todo lo que queda por contar. Que no parece ser poco.
Y la película nunca podrá tacharse de mala, ni de mediocre o regular. Es una buena cinta de aventuras, en muchos aspectos la más adulta de toda la saga, aunque no la más oscura, interesante por el cambio de panorama de la escuela de magia al mundo real, con algunos momentos realmente emocionantes y vibrantes, la incursión en el ministerio de magia.
Los actores, cómo no podía ser de otro modo, podrían interpretar a sus personajes hasta dormidos, y las nuevas incorporaciones tampoco están nada mal. El trío `protagonista, sobre el que recae todo el peso de la película, tiene una solvencia y unas tablas que hacen completamente creíbles sus personajes, sin que se les note aburridos o hastiados de los mismos.
Y la producción siempre es impecable, aunque hay alguna escena de acción, como la del bosque, que no es precisamente la mejor montada del universo. Pero en líneas generales la película se mantiene en buena forma, aunque hace que ver la siguiente entrega sea menos apetecible, cosa que El Misterio del Príncipe sí conseguía.
Por lo demás tampoco merece la pena dar muchas vueltas a un episodio que bien podría ser considerado solamente de relleno, Eso sí, menos mal que no lo han convertido a 3D, porque si no alguno se habría mareado en más de una secuencia que no fue concebida en ese formato. Poco queda que decir. Pasen y disfruten, el espectáculo está garantizado.
Al menos a medias.
