Her, excelente sátira sobre la evolución del metrosexual pagafantas al tontosexual del futuro cibernético.
Stanley Kubrick necesitó unos cuantos minutos de metraje y la elipsis cronológicamente más larga de la historia del cine para explicarnos cómo evolucionaba nuestra especie por la intervención de un objeto extraterrestre en 2001: odisea del espacio. Spike Jonze ha empleado algo más de tiempo para explicarnos la evolución del metrosexual pagafantas de nuestros días al tontosexual absolutamente desorientado de un futuro cibernético que acaba enamorado de Samantha, un sistema operativo “femenino” con la voz de Scarlett Johansson. Dicho sea de paso confieso que la voz de Johansson como Samantha ha conseguido poner en duda las que yo creía sólidas columnas de mi firme convicción de ludita y hasta me ha hecho olvidar que con tanto juguetito tecnológico gestionando y animando nuestras vidas, el día menos pensado, como decían en Terminator, la inteligencia artificial Skynet tomará conciencia de sí misma y se aplicará a la tarea de exterminar a nuestra especie, o alternativamente las tostadoras Cylon de la serie Galáctica: estrella de combate lanzarán un ataque apocalíptico contra todas las colonias humanas convirtiendo a los supervivientes de nuestra especie en vagabundos espaciales. Una de dos. Elijan lo que más morbo les produzca.
Piensen bien en ello, porque tal y como ocurre con toda ciencia ficción de calidad, Her no nos habla de los problemas del mañana sino de los problemas de hoy. Además Spike Jonze se las ha ingeniado para proponernos una de esas películas que retan a críticos, analistas y público en general con varios niveles de lectura. Si leemos la película superficialmente es fácil llegar a la conclusión de que es un tostón romántico de dos horas adornado con un decorado aséptico y protagonizado por un individuo totalmente gilipollas que no sabe qué hacer con su vida ni con las mujeres de su vida. Un pagafantas en toda regla sometido a un diálogo en el que se repite en exceso el término “so sweet”, particularmente nauseabundo. Sospecho que cuando en los países anglosajones una fémina te suelta eso es porque no la pones absolutamente nada y se conforma mirándote como una especie de peluche abandonado perfectamente adoptable y adaptable a sus necesidades de madre protectora, o similar. Debe ser el equivalente de lo que aquí es: “amigo sin derecho a roce”.
Pero ya digo que esta se la mirada superficial a la película.
Si profundizamos ligeramente en Her nos damos cuenta de que se merece el Oscar al mejor guión. Por un lado es un excelente relato sobre la tolerancia y la falta de prejuicios en las relaciones humanas. Por otro lado Jonze es tan astuto que nos vende una cosa en la superficie, pero otra completamente distinta a poco que profundicemos en ella. Es una sátira muy cínica sobre el amor y un dibujo brutal y sin ánimo de pacto sobre el estado en el que se encuentran actualmente las relaciones entre hombres y mujeres, las relaciones de pareja, los matrimonios, tocados todos ellos por esa especie de monolito equivalente al objeto extraterrestre de la película de Stanley Kubrick que es la informática, de tan notable y cada vez menos sana influencia en nuestras vidas y comportamientos cotidianos.
Ustedes dirán: ¡ya saltó el Payán Ludita arrimando el ascua a su sardina!
Ni mucho menos. Y propongo varias pruebas para demostrarlo. Pero para ello tengo que hablar de los personajes femeninos de la película, que son un elemento a través del cual, con mucha sátira y no poco cinismo, Spike Jonze explora un tema. Y dado que no quiero destriparle la película a nadie, recomiendo que a partir de este momento, y por posible riesgo de SPOILER, quienes no hayan visto todavía la película, dejen de leer. Pueden seguir leyendo después de verla, a ver si coinciden o no con mi opinión sobre lo que realmente es la película.
Para empezar, ojo al título, Her, Ella, la mujer. Y cuando digo la mujer no me refiero sólo al sistema operativo Samantha con la voz de Scarlett Johansson, que según sospecho aglutina de algún modo a todas las demás mujeres que aparecen en la película. ¡Y qué mujeres! Vaya desfile de féminas. Primero la estrella de la tele que difunde sus fotos embarazada. Luego la ciberadicta Gatita Sexy con pintorescas inclinaciones sadomasoquistas. A continuación la vecina mal casada que satisface su deseo de crear rodando un documental pretencioso y aburrido y creando un videojuego sobre cómo ser la madre perfecta. La cita con la mujer desesperada con el reloj biológico a tope lanzada a la cruzada de encontrar una pareja definitiva cuanto antes , esto es, en ese cruce de caminos femenino que se plantea un nuevo ligue fracasado como el primer paso definitivo para olvidarse definitivamente de los tíos y adoptar un perro o alternativamente comprarse otro peluche y una colección de vibradores. Finalmente la esposa insegura y neurótica que no tiene claro si se quiere divorciar o no. Visto ese ramillete de féminas, no me extraña que el pobre protagonista, que tiene mucho en común con esos antihéroes maltratados y anónimos de distopías futuristas como las novelas 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley, y también me recuerda mucho a los protagonistas de dos fábulas de ciencia ficción de Terry Gilliam Brazil y Doce monos, acabe enamorándose de su sistema operativo. Vamos que esencialmente no es un héroe luchando contra la adversidad en plan Charlton Heston en Cuando el destino nos alcance, El planeta de los simios o El último hombre vivo, o el sheriff Sean Connery en Atmósfera cero, sino básicamente un pringado de lo cotidiano que cree tener serios problemas con las mujeres, cuando en realidad lo que le ocurre es que no acepta que a las mujeres no hay quien las entienda, de hecho, según nos propone la película, muchas veces no se entienden ni ellas mismas. Nuestro héroe es héroe porque se atreve a seguir buceando en las procelosas agua del río apenas ligeramente navegable de lo femenino intentando buscar respuestas. Lo que le ocurre con su último amor, el sistema operativo Samantha, es toda una sátira cínica de Jonze sobre lo que nos espera en la evolución de los metrosexuales pagafantas hacia el tontosexual del futuro.
Brillante sátira de Spike Jonze que viene a ser la versión cínica de otra excelente propuesta de cine de ciencia ficción con inquietudes humanistas: Las vidas posibles de Mr. Nobody, de Jaco Van Dormael.
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Miguel Juan Payán