Crítica de la película Hombre muerto no sabe vivir
Interesante propuesta con un fantástico reparto pero con un tono no siempre acertado.
Ezekiel Montes es un director que no será un nombre conocido todavía para el gran público, pero lleva mucho tiempo levantando proyectos desde el sur de España como productor, director y guionista. Y cuando se trata de sus trabajos como director, en varias ocasiones ha demostrado un gusto por el cine negro, con criminales como protagonistas y con grandes dosis de violencia, que, salvando las distancias, evidentemente lo acercan a lo que hace Tarantino. Se ven las influencias, aunque la distancia sea enorme. Porque pese a su voluntad, empeño e incluso buen tino y acierto en muchas ocasiones, en otras la película descarrilla por completo y consigue que desconectes por completo de la historia.
Una historia que nos habla de un mundo criminal en el sur, afectado también por la crisis, pero que supo levantarse reorganizando la llegada de droga a España a través de la ciudad. Tano es uno de los lugartenientes de Manuel, enfrentado a una complicada situación. El negocio va mal, la situación es delicada, y una nueva droga amenaza con acabar con el mundo que Tano conocía. Pero en ese mundo todos los personajes, nuevos o veteranos, hablan un lenguaje común, el de la violencia. Un punto de partida más que interesante que durante los primeros 40 o 45 minutos nos convence de calle con su presentación de personajes y situaciones, con su mundo lleno de variables, con su estilo seco y duro, y con su fantástico reparto.
Antonio Dechent lidera el reparto con una facilidad pasmosa, demostrando que es un tipo de actor de los que ya no quedan. De hecho, más papeles protagonistas para él deberían llegar siempre. Además nombres como Jesús Castro, Nancho Novo, Juanma Lara, Manuel de Blas, Rubén Onchandiano, Manolo Caro, Elena Martínez o Paco Tous conforman este maravilloso reparto. Por desgracia a mitad de película la situación cambia y el guión desvaría demasiado, especialmente a partir de la fiesta de cumpleaños de uno de los personajes. En ese momento la historia descarrila, pierde su tono para convertirse en una verbena, y son los actores los que mantienen el tipo cuando el guión descarrilla. No sólo por excesos (y no son con la violencia), también con diálogos insostenibles, giros incomprensibles y personajes que vienen y van como el Guadiana.
La película, una vez pasado el nudo, remonta, pese a los problemas que tiene en su final, montando de forma algo atropellada, aunque recuerda a los tiroteos orquestados por Enrique Urbizu. Pero cuando alza el vuelo de nuevo, no hace que olvidemos sus problemas anteriores. Hay una condensación excesiva, demasiadas subtramas, demasiados personajes con peso en la trama, demasiadas historias que no llevan a ningún lado… Como si fuese una miniserie de televisión que ha sido recortada para durar dos horas en lugar de seis u ocho. El resultado es irregular, con un arranque prometedor y una historia muy atractiva, con un fantástico reparto, pero con un guión fallido y con demasiados altibajos, ese montaje errático y la sensación de que han condensado demasiado las cosas. Correcta, sin más.
Jesús Usero
★
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