CrĂtica de la pelĂcula King Kong de Peter Jackson
El estreno, a principios de este 2010, de The Lovely Bones, la Ășltima pelĂcula de Peter Jackson, me hizo caer en un detalle curioso, que se repitiĂł en la gran mayorĂa de medios de comunicaciĂłn que se hacĂan eco del estreno. King Kong, la anterior pelĂcula del director, estrenada en todo el mundo el 14 de diciembre de 2005, no existĂa. En otras palabras, The Lovely Bones era el siguiente trabajo de Jackson tras su exitosa trilogĂa de El Señor de los Anillos, o al menos eso era lo que cualquier aficionado al cine poco espabilado podĂa concluir.
No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de los motivos de semejante indiferencia hacia aquella revisiĂłn de la mĂtica pelĂcula de 1935 que Jackson abordĂł con desmedido entusiasmo. La pelĂcula no gustĂł, no fue bien tratada por el pĂșblico, y mucho menos por la crĂtica. El director neozelandĂ©s pasĂł de la gloria absoluta con su adaptaciĂłn de los libros de Tolkien, a las crĂticas mĂĄs severas con su Kong. Y, como en el anterior artĂculo del blog dedicado a Superman Returns, aquĂ estoy yo para llevar la contraria a tantas opiniones negativas. Porque, en mi opiniĂłn, el King Kong de Peter Jackson tampoco era tan malo…
Si Bryan Singer habĂa apostado por ignorar absolutamente la tercera y cuarta pelĂculas sobre Superman, Jackson hizo lo propio respecto a aquel despropĂłsito que el prolĂfico Dino de Laurentiis perpetrĂł en los 70 con el simio gigante. John Gullermin, eficaz artesano, habĂa dirigido en 1976 una versiĂłn horrible protagonizada por Jeff Bridges y Jessica Lange, que para colmo de males habĂa tenido una infecta secuela diez años despuĂ©s. Jackson hizo hincapiĂ© en su intenciĂłn de homenajear al Kong original, al de 1933, aquel que Ă©l habĂa descubierto, como yo, en recordadas veladas televisivas cuando era niño, y que nos permitiĂł otorgarle otro sentido al tĂ©rmino âaventuraâ. Y es que el King Kong de Schoedak y Cooper era, sin duda, la aventura mĂĄs grande jamĂĄs contada. Por eso el proyecto de Peter Jackson despertĂł tanto interĂ©s desde que fue anunciado, y por eso, la decepciĂłn fue tan grande.
Han pasado casi cinco años del estreno, y vista hoy, resultan evidentes los motivos del descalabro. Pero ojo, que el Kong de Peter Jackson sĂ obtuvo beneficios, aunque todos sabemos ya cuĂĄl es la manera de proceder de los grandes estudios: no te gastas 200 millones de dĂłlares para recaudar 550 (sĂłlo 218 en territorio estadounidense). Semejante presupuesto requiere una taquilla mucho mĂĄs basta, para que la pelĂcula se considere rentable. Lo que ocurriĂł fue que la cinta se enfrentĂł a problemas que hubiesen sido fĂĄcilmente evitables, ya que provenĂan de la misma concepciĂłn del proyecto. Puede decirse que Peter Jackson muriĂł de Ă©xito, el que le habĂa proporcionado su maravillosa trilogĂa de los anillos, venerada por todos, crĂtica y pĂșblico. AprovechĂł la descomunal repercusiĂłn de aquellas tres pelĂculas para darse un festĂn con su mito cinematogrĂĄfico de la infancia, y, sencillamente, se pasĂł.
Peter Jackson no era un director mediĂĄtico antes de El Señor de los Anillos. Era un cineasta muy reconocido en los ĂĄmbitos del cine de gĂ©nero, el irreverente neozelandĂ©s que habĂa divertido al personal con aquellas pequeñas pelĂculas gore a finales de los 80, y que habĂa cambiado de rumbo con Criaturas Celestiales ya en los 90, justo antes de acogerse a los preceptos del sistema de grandes estudios con la divertida AgĂĄrrame Esos Fantasmas, un proyecto personal con el que Universal le acogiĂł en su seno. Pero la pelĂcula, protagonizada por Michael J. Fox, sĂłlo gustĂł a los fans del Jackson de siempre, los mismos que habĂan disfrutado con Mal Gusto y Braindead. Peter Jackson no contaba con ningĂșn taquillazo, era relativamente poco conocido, muy lejos, para entendernos, del nivel de popularidad de tipos como Spielberg, James Cameron o Tim Burton. Pero se le puso a tiro la obra de Tolkien, y lo bordĂł. Y de ahĂ, claro, a King Kong, el tipo de proyecto que Universal no pone en manos de cualquiera. En Hollywood vales lo que haya recaudado tu Ășltima pelĂcula, y la Ășltima de Jackson (o mejor, las tres Ășltimas) habĂan recaudado muchĂsimoâŠ
Con semejante status, el director podrĂa pedir lo que quisiera. Y no se quedĂł corto. Uno puede entender a priori el planteamiento: te dedicas a hacer pelĂculas, y una major pone en tus manos la posibilidad de hacer un remake de uno de los personajes mĂĄs famosos e icĂłnicos de la historia del cine, personaje que, por otra parte, forma parte de tu imaginario particular desde tu infancia, esa pelĂcula que te sabes de memoria y con la que, muy probablemente, has descubierto el cine y por la que has decidido dedicar tu vida a este oficio. Como seguro harĂamos cualquiera de nosotros, nuestra nueva versiĂłn serĂa grande, ambiciosa y excesiva. Y de eso pecĂł este King Kong.
El exceso llegĂł en dos aspectos fundamentales. El King Kong de 1933 duraba 100 minutos. Peter Jackson, y sus colaboradoras habituales en las tareas de guiĂłn, Fran Walsh y Philippa Boyens, escribieron un libreto que dio como resultado una pelĂcula de 187 minutos. MĂĄs de tres horas para contar exactamente la misma historia. Es cierto que tampoco ayudaba la irregularidad narrativa, con momentos ĂĄgiles que se alternaban con otros algo plĂșmbeos, pero las aventuras en Isla Calavera requerĂan menos metraje que, por ejemplo, las pelĂculas de El Señor de los Anillos, que superaban tambiĂ©n las tres horas, pero se debĂan al extensĂsimo material que adaptaban, que les permitĂa ademĂĄs, una importante fluidez narrativa. Es muy complicado que una pelĂcula arrase en taquilla sobrepasando las tres horas. Si damos por hecho que Jackson buscaba jugar en la liga de las grandes, de las mĂĄs rentables, habrĂĄ que convenir que se equivocĂł con semejante duraciĂłn: Avatar duraba 162 minutos, la tercera entrega de Piratas del Caribe 151, El Caballero Oscuro 152, el primer Harry Potter 150, La Amenaza Fantasma 136âŠSon algunas de las pelĂculas mĂĄs taquilleras de la historia del cine, muchas de ellas bastante mĂĄs aburridas que King Kong, pero con el tirĂłn que proporcionan las sagas populares. Y hay que tener en cuenta que la versiĂłn que finalmente pudimos ver en los cines no era la que Jackson tuvo en mente desde el principio, sino una recortada que tuvo que aceptar por exigencias del estudio. Efectivamente, el Kong de Peter Jackson era demasiado largoâŠ
Y, como no podĂa ser de otro modo, la pelĂcula estaba repleta de efectos visuales. Es probable que en los Ășltimos años hayamos visto cintas con un nĂșmero de planos virtuales parecido (la reciente Furia de Titanes es un claro ejemplo), pero yo, que voy al cine una media de cuatro veces por semana y veo todo tipo de cine, blockbusters incluĂdos, tuve la sensaciĂłn viendo King Kong de que no habĂa visto nada igual en mi vida: cada escena, cada plano tenĂa algĂșn tipo de efecto visual. El abuso de la infografĂa fue, en mi opiniĂłn, un error clamoroso. Desde la primera parte de la pelĂcula, en la que los ordenadores ayudaban a recrear la Nueva York de los años 30, hasta el grueso de la trama, en esa Isla Calavera rebosante de bichos mastodĂłnticos. Todo era demasiado virtual, demasiado tecnolĂłgico. Nuestro querido Kong estaba hecho de forma sublime, le notĂĄbamos respirar, le notĂĄbamos sufrir y amar a Naomi Watts, pero esa perfecciĂłn se convertĂa en abrumadora cuando le veĂamos interactuar con los dinosaurios o con la tribu de la isla. Algo chirriaba, algo se âsalĂa de madreâ. Los 200 millones de presupuesto tenĂan que notarse en algo, y se notaba, sobre todo, en los abundantes efectos visuales. Eran buenos, pero eran demasiadosâŠ
Pero yo no puedo olvidarme del cĂĄsting, en mi opiniĂłn, uno de los mĂĄs fallidos de los Ășltimos tiempos. Y mira que el director habĂa acertado de lleno en el amplio reparto de El Señor de los Anillos, pero aquĂ metiĂł la pata. Uno no logra identificar a Jack Black con ese espĂritu libre y aventurero que era Carl Denham en la pelĂcula de 1933, en la que le puso cara y cuerpo Robert Armstrong. Tampoco Adrien Brody era el mĂĄs adecuado para el papel de Jack Driscoll, un galĂĄn que a fin de cuentas pugnarĂĄ con el simio por el amor de Anne, encarnada aquĂ por una Naomi Watts que cumplĂa sin mĂĄs, pero que carecĂa del encanto de aquella intrĂ©pida Fay Wray. Individualmente no eran los mĂĄs adecuados, y en conjunto tampoco lograban encandilar.
Y vamos ya con lo bueno. El King Kong de Peter Jackson era una delicia, como comentĂ© en mi artĂculo sobre Superman Returns, desde el punto de vista de la nostalgia y el homenaje a aquella maravilla de 1933. Si la versiĂłn del Hombre de Acero de Bryan Singer se deshacĂa en elogios y recuerdos a la pelĂcula anterior, este Kong multiplicaba por mil el espĂritu de Schoedak y Cooper. Se buscaba la AVENTURA, con mayĂșsculas, y por ello no se reparĂł ni en gastos ni en metros de celuloide. La pelĂcula comenzaba como comienzan las grandes aventuras, con unos personajes sin oficio ni beneficio, de vidas vacĂas que embarcan en un viaje de desconocidas e inesperadas consecuencias. La primera hora de pelĂcula era de una belleza memorable, con esa recreaciĂłn de la ciudad de Nueva York justo despuĂ©s de la gran depresiĂłn, que parecĂa cebarse con los artistas, con los creadores, gentes como la actriz Anne o el guionista Jack. La llegada a Isla Calavera era tambiĂ©n grandiosa, asĂ como el descubrimiento del simio gigante. DespuĂ©s nos adentrĂĄbamos en un festival de imĂĄgenes generadas por ordenador, hasta un final emotivo, espectacular y sobrecogedor, con Kong en lo alto del Empire State. No tenĂa, claro, en encanto de la antigua, pero le rendĂa un sentido homenaje.
A mi me pasa algo curioso. Comprendo que es difĂcil mejorar un original, y menos uno con la grandeza de aquel King Kong de 1933. Todos tendemos a despreciar las nuevas versiones, los remakes de pelĂculas que amamos, porque consideramos que es imposible mejorarlas. Pero yo no puedo evitar emocionarme cuando veo estos lavados de cara de alguna de mis obras favoritas, aunque soy consciente de que empequeñecen en la comparaciĂłn con las primeras. Evidentemente no me ocurriĂł con El Planeta de los Simios de Tim Burton, ni con la Psicosis de Gus Van Sant, pero cuando me ofrecen un poquito de entretenimiento mezclado con un venerable respeto al original, me ganan para su causaâŠ
King Kong llegĂł a finales de 2005 nuevamente, pero no se quedĂłâŠY estoy convencido de que tardaremos mucho tiempo en volver a verle en la gran pantalla. De hecho creo que nunca volveremos a verle. En los 70 mĂĄs que un homenaje sufriĂł un insulto, y treinta años mĂĄs tarde Peter Jackson le tratĂł con cariño, con mimo, pero le atiborrĂł de tecnologĂa. Y Kong es un niño, tanto como lo Ă©ramos nosotros cuando le descubrimos, y no debe de ser mal criado. Las intenciones eran buenas, pero las expectativas no se cumplieron. Pero yo agradezco a Peter Jackson su intento por devolvernos a Isla Calavera, para vivir la aventura mĂĄs grandiosa que el cine nos ha contado. Yo disfrutĂ© con este King Kong, por lo que tuvo de respetuoso y porque me hizo recordar que sĂłlo el cine puede contarnos historias como Ă©sta. Y quĂ© vĂ©rtigo pasĂ© en lo alto del Empire StateâŠ