Crítica de La ciudad perdida
Crítica de la película La ciudad perdida
Fallido remake Tras el corazón verde camuflado tras un mal guion.
Floja. Y evidencia uno de los problemas de los guiones en los últimos tiempos, sobre todo los de comedia romántica: son escasos en imaginación, justos en capacidad para generar humor y conformistas. Muy conformistas porque se conforman con repetir jugadas ya explotadas hace unas tres décadas con mejor acierto. Y muy conformistas porque les vale con enlazar un puñado de chistes al carro del que tiran unos actores que por su talento para el tema merecen mejores diálogos, pero obviamente sin guion no pueden hacer milagros.
Acabo de describir La ciudad perdida. Una película a priori con más potencial del que finalmente aparece en pantalla en la que queda claro que no basta con reunir a Chaning Tatum y Sandra Bullock como pareja de comedia y sumar una aparición breve de Brad Pitt y otra de Daniel Radcliffe para ponerlos a correr de arriba abajo por una selva.
Y ojo que la aparición de Brad Pitt y cómo se manejan los tiempos de la misma, presentando un personaje curioso pero mal aprovechado, puede volverse en contra de la película con mucha facilidad por un error de cálculo un tanto ingenuo en cuanto a cómo administrar la contribución de estrellas en lo que no es un cameo pero tampoco es un papel con peso en el conjunto de la trama.
Tengo que preguntarme qué pasa con los guionistas si todas y cada una de las secuencias en las que tiene que brillar la química entre Bullock y Tatum, que es el objetivo de este tipo de película de evasión y entretenimiento, no funcionan porque los actores no tienen diálogos con los que trabajar y se ven obligados a navegar entre el abuso del cliché y los chistes con menos gracia de lo que pretenden sus artífices.
Basta volver a echarle un ojo a la era dorada de la comedia loca de enredo, la screwball comedy, que hizo furor en el cine estadounidense desde los años 30 a finales de los 40 del pasado siglo, para saber de qué estoy hablando y lo que le falta a La ciudad perdida, a pesar de la competencia de sus actores. Pistas por si alguno se pierde: Sucedió una noche (Frank Capra, 1934), La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938), Luna nueva (Howard Hawks, 1940), Bola de fuego (Howard Hawks, 1941), Las tres noches de Eva (Preston Sturges, 1941).
Vamos que no vale con replicar casi todos y cada uno de los pasos que dio en su momento el guion de Tras el corazón verde (Robert Zemeckis, 1984), a veces en el mismo momento de la historia, caso por ejemplo de la secuencia del baile, aunque ocurre en todo el conjunto de la película. Y los chistes sobre clichés agotan al espectador al carecer de algo más sólido que los respalde en la creación del humor, porque los diálogos vertiginosos que permitían brillar a los talentos de la comedia ante la cámara en otras fechas aquí no están ni se les espera. Y eso no puede sustituirse eligiendo recursos de anuncio de perfume como tirar de un tema incluido en la serie True Detective como muleta para presentar al personaje de Brad Pitt, ni repetir esa misma jugada musicodependiente para acompañar una secuencia de acción trepidante con la música popularizada por la serie Peaky Blinders…. Es otro error ingenuo por parte de los gestores del asunto, porque más allá de la repetición del mismo chiste, con poca gracia, sacan al espectador de la película que está viendo para introducir otros referentes de propuestas de ocio audiovisual más poderosas.
Y, seamos sinceros, tampoco es que la película, en lo que se refiere a argumento sea especialmente sorprendente u original.
De los actores solo Daniel Radcliffe consigue arbitrar un pacto entre la empanada de clichés que le ha caído encima y su talento para salir bien parado del asunto, y hasta parece pasárselo bien con su personaje, lo cual se agradece porque consigue transmitirlo al espectador.
Miguel Juan Payán
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