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miércoles, abril 24, 2024
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La Crucifixión ***

La Crucifixión ***Empieza interesante pero acaba cayendo presa del tópico.

Más floja que La piel fría, la otra película de Xavier Gens estrenada recientemente en nuestra cartelera, esta propuesta de terror empieza curiosa, con el director trabajándose bien visualmente el asunto para meternos de cabeza en su intriga con periodista occidental husmeando exorcismos primitivos a dos pasos del rito tribal. Xavier Gens resuelve bien visualmente sus películas, siempre empieza bien, de manera interesante, competente, incluso estimulante, por ejemplo con esa manera de meternos de cabeza en el encuentro entre el exorcista encarcelado y la periodista, previo paso por las rejas de una prisión-mazmorra: comienzo visualmente prometedor. Pero su eficacia visual compite aquí con la inclinación a poner en pantalla trucos de terror muy vistos, que si bien resultan eficaces, adolecen de cierta reiteración y no están respaldados por una historia o una construcción de personajes capaz de hacernos pasar por alto el topicazo en el que nos movemos: golpes de sonido, ventanas que se abren solas, etcétera.




Una posible vía para soslayar la parte más endeble de la propuesta habría sido decantarla hacia la intriga, con una siembra de pistas eficaz capaz de hacer que nos impliquemos en la trama, pero no es el caso, porque no desarrolla plenamente algunas de las propuestas que nos hace. Por ejemplo está claro que el título de referencia en estos casos es El exorcista, en la que el director William Friedkin sacaba buen partido del arranque centrado en el subgénero de miedo a los hospitales, que facilitaba una entrada a la parte del fantástico por el camino de algo tan cotidiano como el miedo a la enfermedad de la niña protagonista. Antes de llegar a la posesión, pasábamos por una batería de pruebas médicas que nos resultan más cercanas y posibles que la posesión demoníaca. En La crucifixión eso está insinuado de principio, pero no le sacan todo el jugo al asunto.

Tampoco le saca todo el partido que tiene la parte del exorcismo en flashback, que de haber sido bien utilizada en paralelo con la investigación de la periodista de manera más intensa podría haber generado una buena ración de tensión durante todo el metraje. Pero no es así, y el cruce entre el terror siniestro y gótico del exorcismo y la intriga paulatinamente siniestra de la investigación de la periodista se pierde.

Por otro lado, el personaje del sacerdote hipster y su vínculo con la periodista es un quiero y no puedo. Plantean un morbo de relación sexual en la que luego retroceden temerosos sin llevarla a sus últimas consecuencias. Ponen el anzuelo y luego lo retiran temerosamente. O vas o no vas, quedarse a medias es mala cosa. Además a Gens le ocurre siempre lo mismo: da la sensación de que al llegar al tercer acto de su relato le entran prisas por finiquitarlo precipitadamente, apresura el desenlace dejando en el aire y sin aprovechar lo más interesante que ha sembrado en el primer y el segundo acto. Aunque el problema de La crucifixión no es tanto que tenga un tercer acto flojo, es que prácticamente no tiene segundo acto completo, solo cuenta con la primera parte del segundo acto, pero no con la segunda, y eso debilita el tercer acto.

Miguel Juan Payán


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