Crítica de la película La Gomera
Un thriller enmarañado que es víctima de su propio estilo.
El director rumano Corneliu Porumboiu ha transitado por el drama desde el comienzo de su carrera con notables resultados. Si por algo destacaban películas como 12:08 al este de Bucarest o El tesoro era por su gran labor a la hora de construir personajes muy humanos y cercanos, pero al mismo tiempo absurdos. Sin embargo, lo que funcionaba en el territorio de la comedia dramática no lo hace tan bien en el del thriller. Con el salto de género en La Gomera (The Whistlers), Porumboiu olvida su propia voz al perderse entre homenajes al cine negro y clásico y una trama innecesariamente intrincada con la que seguramente el realizador pretendía desviar la atención del escaso interés dramático de los personajes.
El protagonista se trata de Cristi (Vlad Ivanov), un policía que a la misma vez actúa como chivato de la mafia. Con el objetivo de librarse de la vigilancia policial a la que está sometido en Rumanía, Cristi viaja a la isla de La Gomera para aprender el silbo gomero, una ancestral forma de comunicación que la mafia pretende utilizar para sacar de la cárcel a Zsolt, el único que sabe dónde están escondidos 30 millones de euros. Esta trama, que se mueve en el terreno del cine neo-noir con toques de comedia negra, resulta confusa por sus continuos saltos temporales y la narración por capítulos, que se muestran más como un intento forzado de imitar al Tarantino de Pulp Fiction o a los hermanos Coen que como recurso narrativo que realmente sirva para impulsar la historia que se pretende contar. Bajo esta enrevesada trama, realmente se encuentra una historia de amor que no despega porque, al contrario de las películas de los directores antes mencionados o de la propia filmografía de Porumboiu, los protagonistas son estereotipos de los que apenas conocemos su pasado o motivaciones. La predominancia de primeros planos cargados de cruces de miradas y silencios no hacen sino evidenciar el vacío de unos personajes que son meros clichés noir: el policía corrupto, la femme fatale, la banda de criminales sin escrúpulos…
La presencia de La Gomera y del actor y director Agustí Villaronga puede captar la atención del público español, pero lo cierto es que el realizador rumano no aprovecha el envidiable escenario en el que se desarrolla la mayor parte de la historia y las partes que transcurren en su país natal se sienten más cohesionadas e interesantes, especialmente todo lo que atañe al clímax final. En ese desenlace uno se da cuenta de que el silbo gomero únicamente era un macguffin y de que el entramado de una película no se enriquece ni gana en profundidad por desordenarlo a menos que la propia historia justifique esa estructura temporal (ahí tenemos el ejemplo de Memento), pues se corre el riesgo de confundir al espectador en lugar de estimular su atención. En su primera incursión en el thriller, a Porumboiu le ha faltado garra, nervio y un mejor libreto.
Alejandro Gómez
★
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