Crítica de la película La noche de Halloween 2018
David Gordon Green resucita de manera brillante el slasher y trae un soplo de aire fresco al género.
Terror de calidad. Buen cine. Buena resolución visual de la propuesta. Excelente rendimiento de las características del slasher aplicadas sin complejo en una película cuya factura y lenguaje podrían estar aplicadas a cualquier género o historia con tal eficacia que hacen muy interesante seguirle la pista a este director en el futuro.
David Gordon Green no lo tenía fácil. Primero por el peso específico de la película original de John Carpenter en el género de terror merced a La noche de Halloween. Nunca es fácil tratar con iconos. La sombra del original suele ser tan alargada que siempre sigue imponiéndose y anulando de algún modo a las nuevas versiones de esa propuesta. Esto no ocurre en este caso. En primer lugar porque la película acierta en el blanco totalmente ejerciendo al mismo tiempo como homenaje del original y como apuesta con personalidad para actualizar la trama de manera que pueda enganchar a una nueva generación de espectadores con la misma contundencia y eficacia con la que se mete en el bolsillo a los seguidores más veteranos del cine de Carpenter en general y de La noche de Halloween en particular. Es por tanto respetuosa y sólida con las claves esenciales de la película que la precede y astutamente esquiva todas sus secuelas, muy inferiores, y mejora el remake de Rob Zombie. Por otro lado rinde homenaje al título de culto tanto como a sus personajes y a la época en la que fue concebido y creció, finales de los setenta y principios de los ochenta, merced a elementos de atrezo como la máquina de bolas en la que está jugando el policía cuando nos lo presentan, o a través de las imágenes de las películas que aparecen en las televisiones. Bromea consigo misma sobre su entidad como secuela, por ejemplo en el diálogo de Laurie con el psiquiatra: “Es usted el nuevo Loomis”, o en unos planos de la nieta de Laurie Strode caminando por sus compañeros por la calle que son calcados de los planos de Carpenter en la película original, y además incorporan de paso un diálogo en el que el amiguete porrero desgrana las pegas que algunos podrían ponerle al argumento de la película como poco atemorizador en los tiempos que vivimos, haciéndose eco de opiniones en contra que van a ser puestas a prueba y desmentidas en el resto del metraje.
Además saben esquivar el camino fácil de convertir a Laurie en una variante de la Sarah Connor de Terminator, aunque indudablemente la imagen icónica del personaje interpretado por Linda Hamilton en Terminator 2 sobrevuela también a modo de guiño la manera en la que nos presentan el personaje de Jamie Lee Curtis. En esto, como en todo lo demás, lo mejor de la película es que siempre acierta a imponer su propia personalidad frente al precedente, aunque sepa jugar con el mismo como referencia o punto de partida para su propuesta, buscando después un camino que le permite desarrollar ese viaje al futuro de los personajes de la película de Carpenter y las consecuencias de lo que allí se nos narró.
Resumiendo: buen cine de terror. Ya era hora de que pudiéramos reencontrarnos con el género en condiciones óptimas y que apareciera un director capaz de retomar las mejores características del estilo genuino de Carpenter y adaptarlas para empeños narrativos en la actualidad.
Aplauso para un gran trabajo que merece la pena verse en pantalla grande por el trabajo de planificación, encuadre y lenguaje que practica en todos y cada uno de sus planos, desde el arranque en el centro psiquiátrico, con ese plano general del patio y los reclusos donde sube la tensión y el suspense, o el asesinato iniciado desde la mirada a través de la ventana, entre muchos otros momentos visualmente memorables de la película.
Miguel Juan Payán
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK