Crítica de la película La noche más oscura (Zero Dark Thirty)
Otro gran trabajo de Kathryn Bigelow. Excelente película para empezar el año.
La directora de En tierra hostil vuelve a demostrar que domina a la perfección las claves del cine de intriga y sabe mezclarlas con el cine de acción mucho mejor que algunos de sus colegas masculinos supuestamente expertos en el tema. En La noche más oscura Bigelow recoge el testigo de la impresionante serie televisiva Homeland siguiendo sus propias reglas de estilo y su propia manera de entender el cine de suspense. El resultado es la mejor propuesta de cine de suspense que tendremos la oportunidad de ver en 2013. Durante toda la proyección de La noche más oscura no pude dejar de pensar en que Bigelow estaba haciendo con la caza de Bin Laden lo mismo que en su momento hiciera Alan J. Pakula con el caso Watergate en Todos los hombres del presidente (1976): una autopsia del asunto que la sitúa en la esfera de las películas que dirigía Oliver Stone en su mejor época como forense del imperio americano en títulos como Salvador, Platoon, Nacido el 4 de julio, J.F.K… De hecho, después de haber visto La noche más oscura y recordando al mismo tiempo En tierra hostil creo que Bigelow le ha quitado a Stone ese puesto de forense.
Como ya ocurrió con En tierra hostil, que algunos erraron en interpretar como una simple película de guerra, opine que esta película tiene cierto carácter revanchista por parte del imperio norteamericano, algo que posiblemente no habría ocurrido en una película dirigida por Oliver Stone. Pero sería poco serio reducir la película a una explicación tan simplista. El hecho de que Bigelow dedique los primeros minutos de presentación de su historia a repasar las llamadas de las víctimas el día de los atentados del 11 de septiembre de 2001 es tanto un elegante homenaje en memoria de esas víctimas como la manera más lógica de comenzar la construcción de su historia por el principio, y no es en absoluto, como pueden pensar algunos, una justificación o reivindicación de las secuencias de tortura que vamos a contemplar posteriormente ni de los métodos empleados para cazar a Bin Laden. Esto queda sobradamente explicado por la humanidad que otorga la directora al torturado y porque no ahorra ni maquilla la propia brutalidad de esas torturas. Lo interesante es que tampoco se recrea morbosamente en ellas, porque son sólo una parte más del camino que tienen que recorrer sus personajes para llegar al desenlace. Un camino que Bigelow narra sin hacer uso de melodramatismo o efectismo alguno. Por eso en la tortura hay momentos en que nos pone tanto del lado del torturado como de los torturadores sin necesitar para ello entrar en el juego del subjetivismo visual o narrativo. Si algo define la película es esa inclinación por meternos en la trama de investigación de la protagonista, una notable Jessica Chastain, desde un punto de vista eminentemente objetivo. Es un ejercicio aún más notable porque esa objetividad la obliga a realizar un difícil juego de equilibrio midiendo cuidadosamente las distancias para que como sigamos los acontecimientos como si formáramos parte de ellos en todo momento pero sin caer en trucos fáciles de empatía gratuita con los personajes y dejarse atrapar por la farsa monstruosa y miserable de la corrección política.
De ese modo Bigelow consigue algo muy difícil en este tipo de historias basadas en hechos reales y propicias a herir susceptibilidades de todo tipo en uno y otro bando: que sea el propio espectador el que llegue a sus propias conclusiones. Es así menos manipuladora de lo que siempre lo han sido las autopsias cinematográficas practicadas a los grandes temas de la historia reciente de los Estados Unidos por Oliver Stone.
La prueba de que con esa objetividad que no renuncia al suspense Bigelow consigue meternos totalmente en su película desde el primer minuto de proyección con esas voces en off de las víctimas de los atentados la encontramos en la tensión que aplica a los últimos veinte o treinta minutos de metraje, la operación de ejecución propiamente dicha. Son el gran remate para una película que en mi opinión consigue superar cualquier otra aproximación que se haya rodado hasta el momento en el cine sobre la guerra contra el terrorismo. Ya he dicho que sólo encuentro un equivalente de la misma calidad en televisión, en la serie Homeland.
Especial mención en ese trabajo para sumergirnos totalmente en la trama merece el trabajo con el sonido que brilla a lo largo de toda la película, consiguiendo que saltemos ante esas secuencias aparentemente cotidianas que quedan interrumpidas brutalmente por un disparo o una explosión. En un ejercicio de coherencia, la película desvela así su verdadera alma, su verdadero tema, que es la interrupción de la normalidad y la cotidianeidad provocada por los atentados. Bigelow pone mucho cuidado en dibujar ese paisaje de interrupción de la cotidianeidad en varias escenas como la cena y la entrevista de captación de un posible agente en la cúpula de Al Qaeda. Su película es un retrato perfecto del caos chocando y demoliendo lo cotidiano. Desde el 11-S de 2001 todos vivimos mirando al abismo de lo imprevisto. En mi opinión, La noche más oscura es la película que mejor ha sabido dibujar esa sensación colectiva a nivel global en una pantalla grande, tan bien como Homeland lo ha hecho en la televisión.
Miguel Juan Payán
Opiniones del público a cargo de nuestro redactor Víctor Blanco. Follow @veblanco
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