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domingo, diciembre 10, 2023
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La sombra de la traición ***

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La sombra de la traición nos sirve una sólida y entretenida intriga de espionaje que resucita los fantasmas de la Guerra Fría.

La Ćŗltima pelĆ­cula protagonizada por Richard Gere tiene el valor de jugar con el espectador. EngaƱar al espectador. Despistar al espectador. Sembrar trampas para que quienes estamos en el patio de butacas viendo la pelĆ­cula piquemos en el anzuelo mĆ”s viejo del mundo. Esa es la condición esencial del cine de intriga. La base del ejercicio de suspense, que es posiblemente el mĆ”s arriesgado y difĆ­cil que puede ejecutarse en ese circo de tres pistas que es el cine. Es el ā€œmĆ”s difĆ­cil todavĆ­aā€, el ā€œtriple salto mortalā€ de la narrativa cinematogrĆ”fica.

¿Por qué? Pues porque tiene como misión no tanto jugar con la historia y sus personajes como esencialmente jugar con la credibilidad y la inteligencia del espectador. Busca hacernos sentir que: a/ sabemos mÔs que los personajes (bÔsico según las reglas de Hitchock para crear suspense, un tratamiento de la información selectivo), y b/sabemos como mínimo tanto como el guionista y el director (lo cual puede volverse contra la película si resulta ser verdad, pero al mismo tiempo es un arma esencial si consiguen demostrarnos que es mentira, que nos han tenido engañados y al final son ellos los que tienen las verdaderas claves de la trama, y no nosotros).

Como digo: un juego peligroso. MĆ”s peligroso aĆŗn hoy en dĆ­a, cuando como espectadores estamos cada vez mĆ”s fogueados frente a las tramas de intriga de las pelĆ­culas y resulta mĆ”s fĆ”cil confundirnos o por decirlo coloquialmente ā€œtorearnosā€ con tramas de suspense repletas de supuestas sorpresas que en muchos casos no lo son tanto, porque hemos sido capaces de adelantarnos a dichas revelaciones argumentales, de Ć©sas que, como suele decirse, ā€œimprimen un giro en la tramaā€.

Creo que La sombra de la traición sale bastante bien parada del intento.

Es una película curiosa, bien servida de un reparto sólido, con un Richard Gere que ha ganado en solidez como actor, respaldando con la edad y la experiencia las características de solvencia ante las cÔmaras que le convirtieron en estrella que ademÔs saca el mÔximo partido a sus encuentros en la película con otro actor ejemplar e imprescindible en el audiovisual de nuestros días, el impecable e infalible Martin Sheen, en uno de esos personajes que a pesar de ser supuestamente secundarios aparecen poco pero dejan una huella permanente en todo el relato.

Frente a estos dos, Topher Grace no desentona tanto como otros jóvenes actores, y demuestra que deberían darle mÔs minutos de juego, si me permiten el símil futbolístico, en lugar de mantenerle en el banquillo frente a otros niñatos menos convincentes ante las cÔmaras que pueblan el cine comercial de nuestros días. Vamos que me lo creo mÔs y teniendo a Gere y Sheen flanqueÔndole mantiene el tipo.

AdemÔs, La sombra de la traición juega una baza que siempre me ha parecido interesante: jugar con la fórmula genérica desde dentro de la propia fórmula, y no desde fuera. Los géneros estÔn para jugar con ellos, con sus reglas, con sus manías, con sus atavismos, con su manera previsible de comportarse. Y ocurre lo mismo con sus personajes. Aquí el guión y la película consiguen mantener el interés de la historia por un procedimiento aparentemente simple pero que no lo es tanto, hacer que el público se pregunte: ¿Quién es el protagonista y quién es el antagonista?

No es algo nuevo. Es simple aplicación actualizada y convenientemente acomodada a lo que hizo Alfred Hitchcock en Psicosis, y responde a una reflexión que ademÔs me parece esencial en estos convulsos tiempos que nos adornan: nada es lo que parece.

No se trata tanto de convertirnos en desconfiados, sino de tratarnos con cierto respeto como espectadores, aunque, atendiendo a las claves del cine de intriga que he mencionado en un principio, intenten jugar con nosotros, engañarnos, despistarnos. Es un juego lícito, pero no implica que se nos tenga que faltar al respeto como espectadores, y creo sinceramente que La sombra de la traición no lo hace cuando practica ese juego de inversión entre el protagonista y el antagonista, casi de mago callejero o trilero trolero preguntÔndonos ¿Dónde estÔ la bolita?

Obviamente no puedo entrar mÔs en explicar claves sobre protagonismo y antagonismo en la película porque podría reventar la intriga sin querer, pero basta con que ustedes recuerden que nada es lo que parece y mi opinión los artífices de la película sacan el mÔximo provecho a ponernos en una situación ambigua como espectadores consiguiendo que nos identifiquemos con uno u otro personaje creyendo que estamos siguiendo o empatizando con el héroe en lugar de con el villano.

Basta con pensar en el tƭtulo original de la pelƭcula, El doble, para entender cuƔl es el epicentro del suspense en la misma.

Varios giros argumentales son como acrobacias aƩreas del piloto/director llamadas a desorientarnos, lo cual estƔ muy bien para presentar el final y conseguir que no nos aburramos viendo en la pantalla lo que hemos sido capaces de anticipar por nuestra cuenta.

Junto al reparto y el juego de intriga con el protagonista y el antagonista, el héroe y el villano, nos encontramos ese planteamiento de retorno de la Guerra Fría que venimos disfrutando en las mejores muestras del cine de espionaje que estÔ llegando a la cartelera en los últimos tiempos.

No voy a aventurarme aquĆ­ a anticipar si se trata de un reflejo de algĆŗn cambio en la geopolĆ­tica del futuro inmediato o de un eco del anhelo nostĆ”lgico de la sociedad norteamericana por volver a una Ć©poca en la que el ā€œenemigoā€ era fĆ”cilmente identificable y ademĆ”s era un estado, en lugar del enemigo fragmentado y difĆ­cil de identificar que plantea la actual ā€œguerra contra el terrorismoā€, pero creo que es muy llamativo que de repente el cine de espionaje haya vuelto la vista atrĆ”s y regrese a tramas que implican un planteamiento argumental en el que renacen los fantasmas de la Guerra FrĆ­a contra el bloque soviĆ©tico. Lo vimos en Salt, lo hemos visto en El Topo, la genial adaptación de la novela de John Le CarrĆ©, y volvemos a encontrarlo en La sombra de la traición.

Si a estas muestras de cine de espionaje les añadimos la excelente y muy recomendable serie de televisión Homeland y la última película de Steven Soderbergh, Indomable, como mecanismos de actualización del género de espionaje que no incluyen esa componente argumental de Guerra Fría contra el bloque soviético pero sí una manera de dibujar personajes, historias y planos que recupera lo mejor del cine de intriga de los años setenta y primeros años ochenta, podemos conformar un dibujo muy interesante de restauración y renovación del cine de espionaje que sin duda alcanzarÔ nuevas cotas de interés cuando llegue a la cartelera la nueva película del mundo de Bourne protagonizada por Jeremy Renner.

Miguel Juan PayƔn

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