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miércoles, diciembre 11, 2024
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Les Lyonnais ****

LESLYONNAIS.

Les Lyonnais, poderosa oferta de cine negro francés, imprescindible para los aficionados al género y muy recomendable para el resto.

El director de Les Lyonnais, Olivier Marchal, se confirma como uno de los grandes directores del género criminal, uniendo esta película a una filmografía que constituye una colección o muestrario impecable de historias criminales. Títulos como Gangsters, Asuntos pendientes, Diamond 13 o MR73 llevan también su firma, aunque si tuviera que elegir la mejor entre todas ellas, sería sin duda Les Lyonnais, seguida, eso sí, muy de cerca por Asuntos pendientes.

“Libremente inspirada en las memorias de Edmond Vidal”, anuncia el principio de Les Lyonnais, que nos zambulle desde el principio visualmente en unos títulos de crédito aderezados con Black Night, un tema del grupo Deep Purple. Es el reflejo musical de toda una época, del pasado de los personajes. Y al mismo tiempo anticipa esa noche negran en la que van a penetrar los protagonistas pasados sus cincuenta años de edads. Títulos de crédito tajantes y expeditivos como la propia doctrina criminal de los protagonistas, contrapesada con esos otros momentos en que les vemos en situaciones más cotidianas, como la cena en la parroquia, cuando hablan de los nietos, envejecer, miedo a perder el pelo… Y luego ese momento en el que se mezclan las dos cosas, la parte de acción y crimen y la parte de realidad cotidiana, cuando Momon, con la taza del desayuno en la mano, contempla su “reino” al amanecer, un puñado de caravanas amontonadas en un barranco, y percibimos el comienzo de su felicidad, truncada….

Basta con ver la relación apenas tratada pero contundentemente establecida en el relato con el mínimo de metraje, la máxima contención y el mínimo de melodramatismo fácil, para darse cuenta de por qué al ver otros intentos menos afortunados de desarrollar planteamientos similares en películas norteamericanas, como Enemigos públicos, nos parecen flojos, inverosímiles, tramposos, melodramáticamente hipertrofiados. El cine norteamericano tiene serias dificultades para poder hacer circular un tipo de producto dentro del género policíaco como el que pueden ofrecernos otras cinematografías, como la británica, la francesa o la española.

Vista la producción del género que nos ha venido llegando en los últimos tiempos, es momento de afirmar que hoy por hoy el cine policíaco hecho en Europa es claramente superior al norteamericano.

Les Lyonnais es una muy digna heredera de la tradición del cine negro francés, el “polar”, y de su significado y vitalidad dentro de las historias policíacas concebidas para la pantalla grande. El significado y la vitalidad narrativa la encontramos no tanto en sus escenas de acción y violencia, bien ejecutadas pero al mismo tiempo juiciosamente administradas para ser más eficaces (en lo referido a mostrar acción y violencia en el cine policíaco, siempre debe regir la idea de que menos es más), sino en otros momentos de gran tensión construidos aparentemente casi sin nada, pero notablemente complejos y muy definitorios de los personajes.

El “polar” francés respira verosimilitud y credibilidad construida sobre la contención, como si atendiera al consejo que le da el padre al protagonista, Momo: “Se necesitan tres cosas para ser un hombre: la decencia, hablar poco y seguir tu camino”. Qué bien nos iría a la mayoría en este revuelto mundo si hiciéramos caso también al padre del protagonista de Les Lyonnais. Y qué bien le iría al cine norteamericano de policías aplicarse con más frecuencia esa regla y tener la vista siempre fija sobre este tipo de productos de otras cinematografías, que como siempre ocurrió en el pasado, podrían ser un saludable bálsamo para el encasillamiento de sus propuestas genéricas.

Dentro de esa clave de verosimilitud desde la contención encontramos por ejemplo esa mirada de la mujer cuando Momo, el jefe del clan gitano, entra en casa, cargado con la culpa por haber incumplido la promesa que le hiciera a su mujer sobre no aplicar la violencia. Sólo esa mirada basta para hacer evolucionar la relación entre esos dos personajes, un matrimonio del que se nos dice todo, trazando un arco cronológico de su relación que cubre varios años y construye uno de los dos personajes femeninos fuertes de la trama, tan fuertes como los masculinos, o quizá más, precisamente desde la contención, con muy pocos planos y aún menos diálogos. Esa mirada anticipa lo que va a ocurrir en ese matrimonio a partir de ese momento. Olivier Marchal no necesita más para hacer que Janou, la compañera del protagonista, se imponga como un personaje que ocupa en la mente del público ese mismo lugar permanente que ocupa en la mente del propio protagonista.

Otro acierto de la película es la forma en la que maneja el puzzle de momentos del pasado interconectados con el presente que constituye el alma de la trama. El uso del flashback requiere una pericia en la medida del ritmo del relato que Les Lyonnais posee plenamente. De esa manera consigue que nos resulte mucho más intensa la experiencia de seguirle los pasos a los protagonistas, aportando una forma de exponer los acontecimientos que contribuye también a organizar la intriga central de la relación entre el personaje de Momo interpretado por Gérard Lanvin (enorme, simplemente) y su amigo y socio en el crimen Serge Suttel, al que da vida Tchéky Karyo con una energía y un talento que debería hacer sonrojar a todos aquellos mequetrefes que han desperdiciado esa habilidad para la interpretación en personajes secundarios y villanos estereotípicos que no hacen honor al actor.

Miguel Juan Payán

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