Rebecca Miller basa su cine en las premisas bรกsicas que sin duda se derivan de su condiciรณn de hija del dramaturgo Arthur Miller: puesta en escena y direcciรณn de actores. La vida privada de Pippa Lee recoge las buenas intenciones de la cineasta en estos dos aspectos formales, pero, tristemente, patina en otro fundamental en el que papรก Arthur tendrรญa que haber incidido mรกs a la hora de adiestrar a su hija. Y es que en el cine, hay algo imprescindible para lograr trascender: la historia que se nos cuenta.
Cuando una pelรญcula lleva en su tรญtulo el nombre del protagonista, uno sabe que muy probablemente se encontrarรก con una personalidad llamativa, desatada o sorprendente. Han sido muchas las que se han ganado el favor de crรญtica y pรบblico combinando la presencia de ese personaje central con una historia mรญnimamente decente. Cuando conocimos a Erin Brockovich, a Annie Hall o a Amรฉlie, por referirme sรณlo a cintas protagonizadas por personajes femeninos, asistimos a divertidas, emocionantes y apasionantes andanzas que lograban un empaque muy deseado cuando nos sentamos en la butaca. Tenรญamos a buenos personajes que vivรญan interesantes historias, que ademรกs eran contadas por cineastas competentes.
Pipa Lee es un estupendo personaje, un atractivo reclamo que sin embargo hubiese merecido una mejor historia. Y la importancia de este detalle se aprecia de manera abrumadora cuando comprobamos que todo lo demรกs funciona a la perfecciรณn. Intรฉrpretes, fotografรญa, banda sonora y direcciรณn logran convencer, y sin embargo la pelรญcula termina dejando un regusto amargo de lo que pudo haber sido y no fue. Falla esa trama, esa historia que unos personajes como รฉstos tendrรญan que haber vivido para que la vida privada de esta entraรฑable chica llamada Pippa Lee fuese recordada como algo mรกs que una curiosa pelรญcula que se ha hecho un sitio en una de las carteleras veraniegas mรกs flojas de los รบltimos tiempos.
Lo que sรญ logra la pelรญcula es reivindicar a la que, en mi opiniรณn, es la actriz mรกs infravalorada en Hollywood en las รบltimas dos dรฉcadas. Robin Wright lleva demasiado tiempo siendo esa chica interesante y atractiva que siempre recibe buenas crรญticas por papeles de escasa relevancia. Resulta triste comprobar que apenas ha contado con un puรฑado de pelรญculas en las que era la protagonista principal, desde que nos enamorรณ con su interpretaciรณn en la maravillosa La Princesa Prometida. Su Pippa Lee es una nueva demostraciรณn de talento, de madurez bien llevada y de saber estar ante las cรกmaras, y, al mismo tiempo, le permite mandar un mensaje a todos esos productores que sรณlo buscan carne fresca embutida en explosivas teenagers para llevar a la muchachada a las salas. Denle a Robin Wright un buen personaje y ella lo harรก suyo, como hizo en su dรญa con cosas tan breves como los roles que asumiรณ en Mensaje en una Botella o Forrest Gump.
Alternando la narraciรณn de la juventud de Pippa Lee (mediante interesantes flashbacks) con la de su vida como sumisa mujer de un escritor mucho mayor que ella, Rebecca Miller demuestra conocer el oficio sin que el espectador pierda completamente el interรฉs por la historia que se nos cuenta. Las escenas de la jovenzuela Pippa nos remiten al excelente debut de Sofia Coppola, Las Vรญrgenes Suicidas, al tiempo que nos permiten disfrutar de otra demostraciรณn de la enorme Julianne Moore. La atractiva fotografรญa realza aquella ingenuidad de los 60, una รฉpoca que marcarรก el carรกcter de una chica superada por sus peculiares circunstancias familiares. Ya madura, Pippa Lee nos muestra su vida como dรณcil mujer de Herb, un anciano escritor al que da vida otro tipo que no necesita reivindicaciรณn alguna, un Alan Arkin al que ahora, tras trabajos como รฉste, todo el mundo parece haber descubierto. Dos iconos de los 90, Keanu Reeves y Winona Ryder, tratan de hacerse un hueco como secundarios entre sus magnรญficos compaรฑeros protagonistas.
Estamos ante una pelรญcula irregular, que quiere enamorarnos sin lograrlo en ningรบn momento. Tiene humor, amor, pasiรณn y drama, pero peca de merengue tan dulzรณn como empalagoso, y de una sensiblerรญa que le impide alcanzar cotas mรกs altas. La voz en off de la protagonista trata de hacernos suyos, de convencernos de que su historia merece la pena, cuando en realidad, lo รบnico destacable es ella.
Con Pippa Lee reรญmos y lloramos, pero no termina de atraparnos. Su historia es previsible y lo que es peor, poco creรญble en determinados momentos. Es una de esas pelรญculas que lo cede todo a su protagonista, como si de una arrebatadora personalidad se tratase. Pero Robin Wright es, simplemente, una actriz estupenda, alejada de divismos, glamour de hojalata y excentricidades varias. Es una mujer que interpreta a otras mujeres y logra que nosotros, los espectadores, nos lo creamos. Parece fรกcil, pero si lo fuera, habrรญa muchas como ella, y, lamentablemente, no tendrรญan la posibilidad de protagonizar muchas pelรญculas.