Una buena película de tema bélico que no es belicista ni cae en la propaganda.
El terror de la guerra, mucho más cercano con el tema de las minas, cobra dimensiones de reflexión sobre las consecuencias interminables de la violencia en este largometraje que toma como punto de partida un hecho acontecido en Dinamarca tras el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando un puñado de jóvenes soldados alemanes prisioneros son obligados por sus captores, los daneses, a limpiar las playas de Dinamarca de minas germanas con las manos desnudas. Tremenda historia que ha sido premiada ya con tres premios European Film Awards y que es mi favorita para ganar el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa en la próxima entrega de los premios de la Academia de Hollywood.
A primera vista y para orientar al lector, diré que Land of mine podría formar una excelente pareja con En tierra hostil, de Kathryn Bigelow. Y si después de verla el lector de estas líneas se siente interesado de algún modo por el asunto que aborda le aconsejo que eche también un vistazo a la excelente Las tortugas también vuelan, dirigida por Bahman Ghobadi en 2004 y, en una clave más clásica y genérica a la película de Robert Aldrich A diez segundos del infierno, que protagonizaran Jack Palance y Jeff Chandler en 1959.
Pero más allá de esos puntos cardinales entre los que se desplaza, Land of mine es sobre todo un alegato en contra de la guerra y de su inevitable consecuencia, la muerte, que busca sus recursos en el lado opuesto del patetismo facilón y el melodrama para construirse desde una cuidadosa sobriedad emocional que me ha recordado una manera de abordar los retratos de la Segunda Guerra Mundial con cierto aire de reflexión documental que no por ello renuncia a mostrar las brutales imágenes del conflicto, como Masacre (Ven y mira), dirigida por Elem Klimov en 1985 o Stalingrado, que puso en pantalla en 1993 Joseph Vilsmaier, en una corriente de revisionismo cinematográfico de dicha guerra cuyo comienzo podríamos cifrar en el estreno de El submarino, de Wolfgang Petersen, en 1981.
El otro parentesco que le encuentro a Land of mine se refiere a su manera de construir la intriga y el suspense, que inevitablemente me ha llevado a pensar en otro clásico de dicho asunto: El salario del miedo, dirigida en 1953 por Henri-Georges Clouzot. El cinéfilo encontrará en cualquiera de los títulos citados oportunidad de disfrutar del buen cine, y otro tanto puede decirse sin dudar de la película que nos ocupa, cuya oferta para la reflexión comparte con la mayor parte de las películas citadas un poso de amargura que impregna a los personajes de ambos bandos como una especie de marca imborrable derivada de la brutal lucha en la que han participado. Está muy bien abordado también el tema de la culpa. La culpa de los daneses que utilizan a los jóvenes alemanes como chivos expiatorios de los pecados cometidos por sus superiores, dando lugar a una de las miradas más sombrías a una guerra que con frecuencia ha sido mirada por el cine como mero pretexto para la aventura. Aquí, sin renunciar a la tensión creciente y la intriga de entorno bélico, impone una mirada más cercana y realista a los personajes, construyendo un nuevo concepto de heroísmo que nada tiene que ver con las aventuras irreflexivas del género en su clave más comercial y tampoco explota la mitología del conflicto en una dinámica más obvia y previsible. El momento de la niña y la muñeca es un buen ejemplo de ello.
Miguel Juan Payán
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