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jueves, marzo 28, 2024
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LAZOS ARDIENTES; La primera de los Wachowski, casi tan buena como Matrix…

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No es la primera vez que un director de cine ve como su muy correcta ópera prima es descubierta cuando su segunda película se convierte en un éxito. Es entonces cuando el espectador seducido por ese segundo trabajo indaga en la filmografía del responsable, y descubre que el talento demostrado ahora estaba ya presente en su debut, en esa pequeña película que en su momento pasó desapercibida o que, en muchas ocasiones, ni siquiera tuvo un estreno en las salas de cine, sino que fue directamente al mercado del vídeo o dvd.

Algo parecido ocurrió, sin ir más lejos, con el responsable de la saga cinematográfica más famosa de la historia del cine. George Lucas se convirtió en leyenda con Star Wars, en 1977, y, aunque su anterior película American Graffiti había sido un moderado éxito y había recibido cinco nominaciones al los Óscar en 1974, muchos fueron los que rescataron del olvido la perturbadora THX 1138, una película de ciencia ficción sencilla, minimalista y que sin duda apuntaba las intenciones cinematográficas de quien pocos años después nos regalaría la space opera más maravillosa del cine.

En 1995 el reputado director Richard Donner estrenaba Asesinos, una película que en nuestro país alcanzó una notable repercusión al tratarse de la primera producción ambiciosa que nuestro Antonio Banderas rodaba en Hollywood. Se trataba de una cinta de acción en la que Sylvester Stallone mantenía un intenso duelo con Banderas, los dos como asesinos profesionales que se vendían al mejor postor. La cinta se alejaba de estos productos de tiros al uso, y presentaba una historia más trabajada e interesante que la mayor parte de obras semejantes. No fue un taquillazo, pero la crítica, la misma que habitualmente destroza cualquier propuesta de este tipo, destacó el intento de la película por sacudirse los estereotipos y clichés más manidos.

Detrás del guión de Asesinos se encontraban dos hermanos, Andy y Larry Wachowski, quienes habían debutado con el libreto. Su tercer guión se convirtió en una de las películas más rompedoras, taquilleras y recordadas de la historia, y ellos serían los encargados de dirigirla, pero antes debutaron en la dirección con un proyecto muy diferente. Si Matrix era ambiciosa y se adscribía a las movedizas arenas de la ciencia ficción, Lazos Ardientes era una novedosa vuelta de tuerca al cine negro más seductor, casi una versión moderna de las aventuras de Sam Spade o de Phillip Marlowe, aunque, eso sí, con ingredientes suficientes para alejarse de todo convencionalismo, empezando, cómo no, por una pareja de protagonistas rompedora y capaz de transmitir un magnetismo inolvidable.

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Efectivamente, antes de Matrix los hermanos Wachowski fueron responsables de una de las películas más injustamente ninguneadas e infravaloradas de los últimos tiempos. Y dicha falta de consideración hacia la película no se deriva de las malas opiniones, sino de un motivo mucho más evidente y comprensible: muy poca gente la vio. Lazos Ardientes se estrenó en los Estados Unidos el 4 de octubre de 1996, el mismo año en el que tres blockbusters irrumpieron en la taquilla con fiereza: Independence Day, Twister y Misión Imposible impidieron cualquier incursión en el box office, aunque, realmente las intenciones de los hermanos no eran liderar semejante clasificación. Eso lo aplazarían unos años. Con Lazos Ardientes trataron, simplemente, de aprender un oficio, de añadir a su condición de guionistas la de cineastas. Y realmente aprendieron rápido, vistos los excelentes resultados artísticos de su ópera prima.

Bound, que así es el título original de la película, es un thriller en el que tristemente la única escena de sexo terminó por eclipsar las muchas virtudes de la obra. Cierto es que en España el título no ayudó, ya que esos lazos ardientes y el sensual póster desviaron la atención y convirtieron a la película en un producto poco atractivo, algo así como un telefilm al que se habían agregado unas connotaciones sexuales para atraer al espectador menos exigente. A ello contribuyó, además, el hecho de que ningún gran estudio estuviese detrás de la cinta, y que el prolífico Dino de Laurentiis desechó cualquier posibilidad de promocionarla como se hubiese merecido.

Y con semejante falta de pretensiones se presentó la película en los cines. Los pocos que la vimos disfrutamos de una historia que sorprendía por su falta de pudor, su trama sorprendente y el espíritu de film noir que destilaba. Mezclaba el suspense con el cine de mafiosos, y contaba como mayor atractivo con un reparto tan efectivo como ajustado a los papeles. Gina Gershon, Jennifer Tilly y Joe Pantoliano conformaron un trío memorable, en el que los tres sobresalían por igual, y sin duda, podemos afirmar que sus trabajos son los mejores en sus carreras, teniendo en cuenta que ninguno de los tres ha logrado convertirse en una estrella destacada. Pero sus roles en Lazos Ardientes no son los menos malos de sus carreras, sino la demostración de que a veces los buenos actores no sólo dependen de su talento, sino de la capacidad para escoger bien, o, simplemente de estar en el lugar adecuado en el momento indicado.

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Corky (Gershon) es una ladrona profesional, ex – convicta, solitaria y desconfiada, que se muda a un bloque de apartamentos en donde conoce a Violet (Tilly), novia de un mafioso. Las dos chicas inician una relación que las llevará de la pasión al gran golpe, al planear el robo de parte de la fortuna manchada de sangre que César, el mafioso encarnado por Joe Pantoliano, guarda en una caja fuerte de su apartamento.

Pocos personajes, pocas localizaciones y una sensación de austeridad típica de las primeras películas, cuando el dinero no abunda y ningún productor invierte grandes cantidades por muy prometedoras que sean las intenciones de los debutantes. Los Wachowski ofrecieron un guión ajustado, coherente y emocionante, y sólo su inexperiencia como directores podría echar el freno al encargado de la financiación. Pero Lazos Ardientes pronto se reveló como un proyecto sin fisuras, porque los hermanos trasladaron su magnífico guión a la pantalla como si de un curtido cineasta se tratara, logrando eso tan difícil y que en muchas ocasiones distingue a los grandes de los mediocres: la atmósfera, la sensación de que una película te atrapa y de que sientes el humo de los cigarrillos y el sabor de las cervezas que las chicas fuman y beben mientras dan forma a su plan.

Precisamente esa atmósfera de cine negro es la gran baza de los Wachowski como narradores. Son capaces de presentarnos a dos lesbianas como la típica pareja envuelta en las historias de ambición, pasión y corrupción que popularizaron Dashiel Hammett o Raymond Chandler. Que nadie busque en Lazos Ardientes las tramas rebuscadas y por momentos confusas de los maestros del género. La película es mucho más directa y sencilla, y se aprovecha de los interesantes personajes encarnados por dos chicas que hubiesen merecido mucha más relevancia.

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Gina Gershon venía de interpretar a una ambiciosa lesbiana en la polémica Showgirls, la cinta con la que Paul Verhoeven y su guionista Joe Estherzas trataron de seguir alimentando el morbo tras triunfar con Instinto Básico. No le importó repetir con un personaje homosexual, algo que todos le agradeceremos eternamente. Logró componer una interpretación magnífica, una chica infinitamente alejada de la Cristal de Showgirls, y el perfecto contrapunto a la ingenuidad de Violet. Gershon nunca desarrolló una prolífica carrera en el cine, aunque pudimos verla en alguna ambiciosa producción como la genial Cara a Cara, de John Woo. La televisión ha sido en los últimos tiempos el medio en el que más ha trabajado, y a mi me sedujo especialmente su voz como Catwoman en la serie animada The Batman.

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Jennifer Tilly era el complemento ideal. La sobriedad y racionalidad de la Corky encarnada por Gina Gershon encontró en la Violet de Tilly a su antítesis necesaria para que la película funcionase. Violet era una chica inocente, ingenua, casi bobalicona, aspectos que en parte se repiten en alguno de los papeles más destacados de su filmografía, como la Tiffany de La Novia de Chucky o la Olive de Balas sobre Broadway, sin duda su mejor trabajo, por el que fue nominada al Óscar a la mejor actriz de reparto en 1995. Su peculiar y voluptuoso físico ayudó, sin duda, al encasillamiento de la actriz en esos papeles de chica tonta.

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Joe Pantoliano compuso, por su parte, un extraordinario villano, un mafioso que ve tambalearse en su status por culpa de su novia y la amante de ésta, lo que le llevará a la más absoluta esquizofrenia. Pantoliano fue el único del reparto de Lazos Ardientes que repitió con los hermanos, quienes le adjudicaron el decisivo papel de Cypher en Matrix. Su talento tampoco ha obtenido el merecido reconocimiento, aunque fue contratado por el gran Christopher Nolan en la estupenda Memento.

Historia, reparto y dirección fueron los tres ingredientes decisivos para que Lazos Ardientes se convirtiese en una buena película. No es una obra maestra, y probablemente quien esto escribe se deje llevar por su predilección por el género negro, ya sea en forma de película o novela. Tampoco descarto la posibilidad de que más de uno se lleve una decepción si decide verla tras leer este artículo, pero estoy seguro de que se trata de una película injustamente considerada. Es cierto que Matrix hubiese eclipsado a cualquier película anterior de los Wachowski, teniendo en cuenta lo que supuso de revolución técnica y de replanteamiento de los postulados fundamentales de la ciencia ficción. Pero si repasamos la carrera de los hermanos comprobaremos que es su segunda mejor obra, en dura competencia con Matrix, teniendo en cuenta lo horrendas que eran las dos secuelas de ésta y el desastre que fue Speed Racer.

Han pasado catorce años desde el estreno de Lazos Ardientes, y muchas cosas han cambiado en las vidas y en las carreras de los hermanos Wachowski. Se convirtieron en los cineastas más importantes de Hollywood tras la repercusión de Matrix, y Larry se ha cambiado de sexo, pasando a llamarse Lana. Puede que el desmedido éxito haya pasado factura en las mentes de dos tipos que conquistaron al sistema y que ahora son víctimas del egocentrismo. Pero debemos de confiar en el talento de unos cineastas que fueron capaces de crear dos maravillas tan distintas como esas dos primeras películas. Si la segunda es un hito en la historia de la ciencia ficcón, la segunda es una pequeña joya oculta…

Si queréis disfrutar del mejor thriller, del suspense y la pasión de los bajos fondos, ved Lazos Ardientes, y a quien no le guste, que me sacuda con sus comentarios, que serán bien recibidos.

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