Crítica de la película Life
Una copia de Alien mezclada con elementos “modernizadores” de Gravity y Marte.
En unas semanas llegará a la cartelera Alien Covenant, la nueva visita de Ridley Scott a la franquicia de Alien, y por eso resulta aún más curioso que tengamos esta misma semana en las pantallas un intento fallido de copiar los esquemas que éste director explotara con tanto acierto a finales de los años setenta. Lo que ocurre es que, al contrario de lo que lograran John Carpenter con La cosa y James Cameron con Aliens: el regreso, Life carece de personalidad propia y no encuentra su camino para desarrollarse más allá de ser un clon de la película de Scott que precisamente adolece de aquello que pregona su título: vida. Eso se produce porque se niega a sí misma toda posibilidad de explotar vías alternativas de explotación de la fórmula ya expuesta previamente en otros largometrajes para limitarse a ser una especie de recorrido agotador por una colección de “momentos Alien” que todo aficionado al cine conoce e identifica como ecos de aquél otro largometraje, ejerciendo así como una especie de remake encubierto. Para ello, y contando como cuenta con los guionistas de Deadpool, más le habría valido ser una parodia de la fórmula del Alien original capaz de ponerle al menos un tono gamberro a la explotación de los elementos esenciales de la misma, porque el reencuentro con los mismos, tal como está tomándose en serio la película, tiene el efecto de desanimar al espectador, en lugar de animarlo.
Obviamente quien no haya visto nunca Alien, ni La Cosa, ni Aliens: el regreso, ni Marte, ni Gravity, ni ninguna otra película de las mencionadas –o de las copias de lo que podríamos llamar “la fórmula Alien” no mencionadas, léase Pandorum, Virus, y a ratos Event Horizon o Supernova-, puede ver Life con ojos más cariñosos, “vírgenes”, y como ha ocurrido ya en algunas ocasiones con otros temas del cine, incluso podrán ir por la vida de “descubridores” de la “película con bicho suelto por la nave”.
Bajo ese punto de vista, Life es pasablemente entretenida e incluso en algunos momentos parece que va a “despegar” por su propio camino, especialmente a partir de la secuencia de la mano. Tiene ataques. Persecuciones. Salidas suicidas al espacio exterior. Un alien empeñado en merendarse al personal que anda por allí. Y algunos momentos que seguramente animarán a los aficionados al anime erótico japonés con tentáculos. Pero en mi opinión no saca todo el partido ni a la fórmula que ha elegido desarrollar ni a su reparto, en el que Jake Gyllenhaal está claramente desperdiciado en un papel que por guión está claramente por debajo de sus posibilidades, igual que Hiroyuki Sanada, que nuevamente juega como títere tópico de la “nota étnica” que tanto se estila últimamente en el cine norteamericano. Más cómodo en su papel se encuentra Ryan Reynolds, aunque uno se pregunta por qué demonios no le dejan pillar, así al vuelo y sin que venga a cuento, la mochila rosa de Hello Kitty, las dos espadas y la máscara de Deadpool para ponerlo todo patas arriba en un giro gamberro que Life necesita desesperadamente, vista su adicción a los momentos, las frases, las situaciones y los personajes tópicos. La película lo está pidiendo a gritos, pero como en el espacio nadie puede oír tus gritos, como advertía la frase promocional de Alien, todo se queda en una a veces repetitiva explotación de la fórmula ya agotada de “alimaña suelta en la nave”.
Y luego hay momentos particularmente difíciles de digerir, como el de los niños moñones poniéndole nombre al descubrimiento o el cuentecillo infantil que obligan a recitar a Gyllenhaal como si estuviera declamando un párrafo de Shakespeare… Confieso que a los pocos minutos de proyección, cuando la especie marciana es poco más que una minúscula judía transparente, en lo que podríamos denominar la “fase Flubber” de la película, estaba ya deseando que creciera y se comiera a todos los tripulantes de la nave.
Miguel Juan Payán
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