Blando drama romántico salvado por su reparto. O más que por su reparto, por dos nombres en concreto, Michelle Monaghan y James Marsden que añaden algo de elegancia y tablas a una historia que hace aguas por todas partes, de inicio a fin, no sólo por el excesivo almíbar y drama impostado de la historia, sino por un guión basado en el libro de Nicholas Sparks que divide la historia en dos tiempos distintos, el presente y el pasado, haciendo que veamos por qué la pareja acabó separada cuando adolescentes y cómo se reencuentran en nuestros días. Dos épocas a la vez en una historia de Nicholas Sparks. ¿Alguien ha dicho El Diario de Noa? Pues eso…
La película no termina de aburrir, aunque a veces nos quedamos pendientes de la pantalla pensando qué nuevo despropósito nos vamos a encontrar en el guión. Michael Hoffman dirige con cierta elegancia, aunque parece mentira que sea el mismo director de La Última Estación, pero sabe salvar los muebles y, como sus dos protagonistas, salvar el relato cuando cae en las trampas más evidentes y fáciles de prever, cuando el cliché se hace tan obvio que espanta. Y si quieren pruebas, hagan cuentas, un par de jóvenes que se enamoran en su adolescencia (aunque él esté más cerca de la treintena que otra cosa) pero reciben la oposición de ambas familias, la de ella por ser acomodados y no aguantar a un chico de baja clase social, la de él… bueno, mejor lo ven porque lo mismo ni se lo creen.
Un trágico suceso les lleva a separarse y llevar caminos completamente dispares, y otra tragedia volverá a unirles para reencontrarse con el amor de juventud. Si creen que ya la han visto, correcto, ya la han visto. Ya saben cómo acaba. Saben cuándo va a pasar absolutamente todo. Paso por paso. Además hay una diferencia enorme entre los flashbacks y el presente, donde la historia actual gana por goleada ante la edulcorada historia adolescente, con giros como la familia de él que no hay por dónde cogerlos. Y el reparto, claro. Monaghan y Marsden saben al menos caer bien a la audiencia. Encantar. Los dos jóvenes no. Ni tienen su talento ni sus tablas.
Eso por no hablar de la ausencia de parecido entre los cuatro actores. Es como si me cogiesen a mí para hacer de un joven Mandela o algo similar. No sólo cambian por completo sus caras, es que cambian hasta de altura (el personaje de Marsden encoje con los años…). El resultado son momentos de carcajadas por parte del público, y no porque sea una comedia. Se salva de la quema más absoluta por el esfuerzo de sus dos actores principales y a ratos Gerald McRainey, que sin complejos aceptan lo que les dan y lo defienden a capa y espada, además de un director con cierto talento, aunque desperdiciado. Podía ser muchísimo mejor, pero también podía haber sido peor. Es floja, es blanda, es edulcorada, pero imagino que a los fans de Sparks y los del romance de telefilm (que a veces es lo que parece) pueden contentarse con la película…
Jesús Usero
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