Los idus de marzo aborda la política y la intriga con habilidad. Especialmente recomendada a nostálgicos de El ala oeste de la Casa Blanca.
Siguiendo la pistas a películas como El político (Robert Rossen, 1949), la mejor en este género junto con El último hurra (John Ford, 1958), además de a El candidato (Michael Ritchie, 1972), Ciudadano Bob Roberts (Tim Robbins, 1992), Primary Colors (Mike Nichols, 1998) o Cortina de humo (Barry Levinson, 1997), George Clooney pone en pantalla un nuevo trabajo como director tan sólido como los anteriores, pero en muchos sentidos diferente en su forma si bien no en su fondo. El camino de Clooney como director está más cerca de las inquietudes y el discurso político seguido por Robert Redford en esa misma faceta tras las cámaras que del camino seguido en la realización por otro célebre actor pasado a la realización, como es Clint Eastwood, ideológicamente en el lado opuesto del espectro político en el que se encuadra Clooney. Sin embargo, en Los idus de marzo observo un curioso fenómeno: en la trama, personajes, mirada algo cínica sobre la política –expresada en esa escena de apertura en falso que es el discurso sobre la religión que improvisa el protagonista interpretado por Ryan Gosling-, todo me recuerda otros trabajos de Clooney como director, especialmente Buenas noches y buena suerte. Pero en lo referido a la manera de contar todo eso, manejar a los personajes y demás, encuentro más cercanía a los modos y maneras del cine de Redford –por ejemplo toda la descripción de la campaña tirando de herramientas narrativas sencillas a la par que eficaces, como las portadas de periódicos y revistas en clave de elementos de verosimilitud sociocultural-, cruzado con algunos momentos que me recuerdan más a Eastwood. No es mala compañía para Clooney como director, y es buena prueba de la solidez de su trabajo tras las cámaras.
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Pero sobre todo ello, creo que domina, como no podía ser de otro modo tratándose de una historia política, la influencia de la serie televisiva El ala oeste de la Casa Blanca. Como en aquella encontramos aquí un sólido elenco de actores de reparto que bien pueden ser, y de hecho son, protagonistas en cualquier otro tipo de producción, empezando por el propio Clooney en su papel como congresista en plena época de elecciones y siguiendo con algunos destacados miembro de su equipo o séquito, como Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Evan Rachel Wood, Marisa Tomei, que contribuyen a hacer todas las situaciones que van construyendo el puzzle mucho más interesantes y atractivas para el público general, por desinteresado que este se sienta frente a cómo funcionan los entresijos de las elecciones en Estados Unidos. Prestando además solidez a la trama, verosimilitud a sus planteamientos, estos actores son un ejército de infantería dramática capaz de meterse en el bolsillo incluso al más escéptico, añadiendo calidad y estilo a la narración. Muy torpe tendría que ser Clooney para que de todo ello no salga algo interesante. Y Clooney ha demostrado no ser nada torpe tras las cámaras, y con esta película confirma además que tiene un talento mucho más flexible como director que como actor. E inteligencia. Tomen como ejemplo la alianza que forja sobre la química de Marisa Tomei con Philip Seymour Hoffman, probada en Antes que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet, pero cambiando radicalmente la habitual caracterización de ambos, especialmente de ella, ajena a ese papel de sex symbol que ha estado aplicándosele en los últimos años a través de esa película y de El luchador principalmente. La alusión a la película de Lumet es casi obvia, por cuanto claramente la escuela de directores que Clooney toma como referente es la de los que se forjaron en el medio televisivo pasando posteriormente al cine, gentes como Lumet, Sidney Pollack, Arthur Penn, Norman Jewison… la planificación y desarrollo de las secuencias en esta película tiene mucho en común con las películas dirigidas por estos maestros que enriquecieron el lenguaje cinematográfico aportando al miso su experiencia televisiva, pero sin empeñarse en hacer televisión.
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Los primeros veinte minutos de metraje se construyen sobre la capacidad de los actores para mantener el interés en un intercambio de trucos y estrategias políticas que van a encontrar el camino hacia la intriga que constituye el otro elemento esencial de la trama a partir del minuto veinte, que es cuando una llamada telefónica instala el relato en el camino del suspense, mirado desde el punto de vista del protagonista. Ojo a la astuta utilización de la música como clave de acompañamiento de ese giro que va a reaparecer cuando se plantea el tema de Ohio. Y ojo a la manera sencilla en la que Clooney se vuelca en planos cercanos y primerísimos primeros planos del candidato co su esposa en el automóvil, o en la manera de asociar a los personajes de Gosling y Philiip Seymour Hoffman hablando por teléfono en una imagen en la que uno releva al otro en el protagonismo dentro del plano. En cuanto a la escena de sexo, con la tele al fondo y el gobernador, como anticipo de lo que ocurre a continuación con la llamada de teléfono, deja muy clara la solvencia de Clooney como director.
Hay que aclarar que cuando hablo de intriga no me estoy refiriendo a una estructura narrativa tipo Alfred Hitchcock, sino a otra cosa, algo con un tono más cercano a la película Margin Call (J.C. Chandor, 2011), que comenté en esta misma página web, o incluso a Michael Clayton, que protagonizó el propio Clooney a las órdenes de Tony Gilroy en 2007, aunque en este caso sin violencia o acción.
Creo que Los idus de marzo es una buena película sobre política, una de las mejores que se han rodado en los últimos años, y por la forma en que se presenta y desarrolla visualmente, hace que me interese seguir viendo películas dirigidas por George Clooney.
Miguel Juan Payán
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