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miércoles, abril 24, 2024
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Magia a la luz de la luna ****

Magia a la luz de la luna ****Magia a la luz de la luna. Una pequeña lección de cine de Woody Allen en clave de comedia romántica. 

Tras la brillante Blue Jasmine, Woody Allen lo tenía difícil para mantener el nivel en su siguiente película, pero pienso que con Magia a la luz de la luna ha encontrado el mejor camino, que es precisamente ir hacia lo aparentemente más alejado de aquella. Vuelve así a un territorio que sus inquietos pies de dramático comediante (más que de comediante dramático, una etiqueta que le pega más a sus primeras y más gamberras películas) ya habían hollado anteriormente en películas como La rosa púrpura de El Cairo (1985),que por su tono es la que más se aproxima a la película que nos ocupa, y que en cierto modo presenta también un lejano parentesco desde como reconstrucción idealizada de épocas pasadas con Balas sobre Broadway (1994), La maldición del escorpión de jade (2001). En ese sentido es interesante pensar en cómo suele desarrollar Woody Allen en su filmografía esas miradas al pasado, que impregnadas de la mismas nostalgia que se respira en todo su cine, no son fruto de la mitificación épica y estruendosa que preside la obra de otros directores, sino por el contrario ejercicios de una misma clave intimista y detallista a la hora de diseñar historias, personajes y ambientes que domina en todo el trabajo del director. En Magia a la luz de la luna, ese trabajo de creación presenta también la natural inclinación de Allen por seguir las huellas de uno de sus maestros, Ingmar Bergman, al tiempo que parece bromear con elegancia sutil, sobre las construcciones idealizadas de corte romántico que han marcado el cine sobre el pasado de James Ivory, o de series como Arriba y abajo, una de cuyas creadoras, Eileen Atkins, interpreta en esta película, apostaría que no por casualidad, a Vanessa, la tía del protagonista, que ejercer como intermediaria sentimental y voz de la experiencia a modo de puente entre los protagonistas, Stanley y Sophie.




Hablando de estos protagonistas. Quiero aclarar que aunque el espectador no debería buscar en este nuevo trabajo de Woody Allen una especie de prolongación de lo que nos planteó en Blue Jasmine, Magia a la luz de la luna no está tan lejana de aquella en lo esencial, pues vuelve a ser otro interesante ejercicio de construcción de un personaje femenino, lo que le permite hablar nuevamente de un tema que le apasiona: la mujer. Emma Stone entra en la colección de féminas alocadas de la filmografía del director con fuerza notable, tanta fuerza que incluso en algunos momentos me ha producido la sensación de que en esta ocasión es ella, y no Firth, la que ejerce el rol de alter-ego del propio Allen dentro de la historia. Stone construye con el director un personaje que me ha recordado mucho los que interpretara Katharine Hepburn en la comedia screwball de los años treinta, La gran aventura de Silvia, La fiera de mi niña, Historias de Filadelfia… En todas ellas la Hepburn tuvo a un compañero de excepción con el que desplegó una gran química ante las cámaras, Cary Grant, y digamos que en Magia a la luz de la luna, Colin Firth, que es un actor al que le han enchufado en alguna ocasión la molesta etiqueta de ser “el nuevo Michael Caine” responde mucho mejor siendo una especie de versión modesta y actualizada de aquel Grant asociado a Hepburn.

Habrá quien le ponga a la película la pega de que en su ejercicio de elegancia sutil, en su trabajo de construcción de la comedia con pinceladas humorísticas muy estilizadas, se ha quedado algo corta y lejana a las mayores dosis de disparate surrealista que por ejemplo planteaba La rosa púrpura de El Cairo. Pero lo cierto es que a mí me ha ganado mucho más por sus claves románticas. Ejemplo de ello son la secuencia en el observatorio, el momento nocturno entre los árboles fuera del baile o ese final en mi opinión perfecto que no necesita decir nada más y sabe cortar a tiempo. Ojo a esta película aparentemente humilde que sin ser tan explosiva y chispeante como Blue Jasmine contiene toda una lección de cine clásico.

Miguel Juan Payán

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